2. La estrella de cuatro puntas: vista del día 23

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9 de febrero:

El Hospital San Mundo de Enfermedades y Heridas Mágica se encontraba bajo la apariencia de un antiguo y destartalado centro comercial. En pleno núcleo de Londres, el supuesto centro comercial Purge & Dowse SA tenía las paredes de ladrillos rojos llenas de carteles donde podía leerse: "Cerrado por reformas". En los escaparates sólo había unos cuantos maniquíes con las pelucas torcidas o sin brazos. Adela siempre se detenía frente a uno con un vestido verde especialmente feo.

- He venido a ver a un interno. – le dijo en voz baja mientras el gentío londinense avanzaba a sus espaldas.

El maniquí pestañeó varias veces, y dio la impresión de que una de sus pestañas postizas estuviera punto de caerse. Luego le hizo gestos para que se acercara. Adela no dudó ni un segundo y atravesó el cristal, desapareciendo de las calles.

No quedaban restos de los maniquíes que se veían desde fuera. En su lugar, Adela había aparecido en la abarrotada recepción del hospital. Magos y brujas se sentaban en sillas de distintas formas y tamaños, esperando a ser atendidos por sanadores que se paseaban de aquí para allá. Uno de ellos, con la típica túnica verde lima, tuvo que atar con una cuerda a un niño que se había elevado hasta llegar al techo de la recepción. Como si fuera un globo, tiró de él hasta unas escaleras mientras su madre les seguía con pasos nerviosos. Estaba claro que necesitaba una poción de gravedad con urgencia.

- Te he dicho que no vinieras hoy. – le dijo Broke plantándose delante de ella con los brazos cruzados. – Hoy hay mucho movimiento de aurores en el hospital y no puedes subir a su planta.

Broke Long era el hermano mayor de Adela. Llevaba una capa negra con el logo del ministerio en el pecho. Acababa de convertirse en un auror y vigilar San Mungo era su primera misión oficial.

- No he venido a ver a Alice en realidad. – respondió Adela mordiéndose el labio.

- Ah, no. Eso ni que no. – Broke se puso serio e hizo que su hermana pequeña le mirara. – Hoy menos que ningún otro día debes acercarte a la habitación de Jake Blake. El Ministerio todavía no ha sacado conclusiones de las vistas. Parece que está loco...

- ¡No está loco! – le respondió demasiado alto. Su hermano le miró furioso. – Y tampoco le he venido a ver a él.

- No te van a dejar subir a la planta donde se encuentran. – le dijo tajantemente, sin creérsela del todo. – Y yo tampoco, no en esta ocasión.

- Me da igual. No voy a esa planta. – declaró haciéndose a un lado. - Ya te he dicho que no he venido a ver a ninguno de los dos.

- Como me meta en problemas por tu culpa... - pero Adela ya había empezado a subir las escaleras, ignorando las advertencias de su hermano.

No se detuvo hasta llegar a la cuarta planta, donde en una placa que se encontraba encima de la entrada rezaba: "heridas provocadas por hechizos." La puerta estaba flanqueada por dos aurores que le miraron con seriedad. Allí era donde se encontraban las habitaciones de Alice y Blake. Adela miró más allá y alcanzó a ver que también había un auror en las respectivas puertas de las habitaciones de sus amigos.

- ¿Quién eres y qué has venido a hacer? – le dijo un auror impidiéndole ver nada más.

- Nada. Sólo miraba.

El auror observó a su compañero con seriedad, pero cuando se volvió para decirle algo a Adela, descubrió que la chica ya no estaba. Había seguido subiendo las escaleras.

En la última planta del hospital había un salón para el té y una tienda de regalos. Adela se pellizcó las mejillas y se pasó las manos por el pelo antes de acercarse a una de las mesas. El chico que le había estado esperando se levantó para saludarla.

Historias de Hogwarts III: la ResistenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora