18. Nuevos sitios

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Por segunda vez en su vida, Will volvió a despertarse en un lugar desconocido. Por un momento pensó que la caminata por la playa había sido sólo un sueño y que en cualquier momento aparecería Minie para servirle el desayuno, pero aquel lugar no era la cabaña. La cama donde se encontraba era mucho más grande y cómoda, y las paredes de la habitación no eran de madera, o si lo eran, estaban recubiertas de papel blanco.

- Tienes una cicatriz bastante fea, ragazzo.

- No le digas eso. Deve avere sete.

- E avere fame.

Un hombre y una mujer lo observaban desde ambos lados de la cama. La mujer llevaba el pelo más corto que el propio Will, y el hombre, un poco calvo, era alto y parecía bastante ancho bajo el pesado chaquetón que llevaba.

- Qual è el tuo nome? – preguntó la mujer.

- ¿Y de dónde vienes?

- ¿Come sai che non è italiano? – la mujer se giró para preguntarle aquello a su compañero.

Will no entendía nada, ¿estaban hablando en italiano? Se incorporó y se sentó sobre la cama. En seguida, la mujer le ofreció el vaso de agua que llevaba en la mano. Se lo bebió de un trago y luego la barriga le rugió.

- Vado a portare qualcosa da mangiare. – dijo la mujer. Se dio la vuelta y salió por la puerta, dejándola abierta.

Will se fijó que había una ventana en la habitación. Las cortinas estaban echadas, pero podían verse las casas que se encontraban en la acera de enfrente. Al final había conseguido llegar a una ciudad.

- Dejémonos de reparos. – el hombre metió una mano bajo el chaquetón y se puso frente a Will. Achinó los ojos y le escrutó con minuciosidad. – No eres un muggle, ¿verdad, niño inglés? – cuando la volvió a sacar le apuntó directamente con una varita.

- ¡Soy Will! – exclamó levantando las manos. No sabía si sentirse aliviado o asustado. – No, no. No soy un muggle, no.

- ¡Mike! Baja eso, pazzo. – la mujer entró corriendo en la habitación. Dejó sobre la cama un cuenco lleno pequeños frutos rojizos. Algunos de ellos se cayeron sobre la colcha. – No tiene varita y sólo es un muchacho.

- Podría ser un espía. – respondió el tal Mike sin dejar de mirarlo, aunque gracias a la intervención de la mujer había dejado de apuntarle.

- Déjalo ya, andiamo.

Finalmente, el hombre se apartó de Will de mala gana y se sentó a los pies de la cama. Recogió los frutos que se habían caído sobre la colcha y se los metió del tirón en la boca.

Mangione. - dijo ella provocando que el hombre gruñera. Luego le acercó el cuenco a Will, que le dio las gracias en voz baja. – Mi nombre es Dora y este bruto es Mike, mi marido. ¿He oído que te llamas Will?

- Sí.

- ¿Y qué haces en Sicilia, Will?

No se había equivocado, aquella mujer era italiana. Así que Fabie y Danny se habían exiliado en Italia...

- No lo sé, señora. – respondió con sinceridad. – Unos magos me rescataron después de quedar muy malherido. Pero ni siquiera sabía que me habían traído tan lejos, a Sicilia...

- ¿Esperas que nos creamos eso? – preguntó Mike irónicamente. Tenía un fuerte acento británico, él no podía ser italiano como Dora. – Es la excusa más estúpida que he escuchado en toda mi vida. Tampoco durante mis años de servicio...

Historias de Hogwarts III: la ResistenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora