20. Las cartas sobre la mesa

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- ¡Es inútil! ¡No hay nada de lo que tenga que hablar contigo!

Jake Blake puso los ojos en blancos. Tenía que haber cerrado la puerta metálica antes de sentarse tras el escritorio. Así era muy difícil pensar con claridad. Por eso, volvió a mojar la pluma y escribió deprisa:

Os tengo que dejar, chicos. Lo siento de verás, pero ahora no puedo seguir escribiéndoos.

Será mejor que lo dejemos para el sábado que viene. Prometo que os lo contaré todo mejor.

Lo siento.

- ¡Déjame salir! ¡DÉJAME IRME!

Tiró la pluma en el recipiente de agua y el pico de diricawl se cerró con brusquedad. Jake se levantó del escritorio y de muy malhumor se dirigió hacia la habitación donde tenía a Fabie. No le gustaba dejarlos así, pero no podía hacer nada más por ellos de momento. Aunque ya no era necesario el colgante para encontrarla, Fabie estaba resultando ser una auténtica molestia. Estaba cruzada de brazos, esperando a que llegara. Le miró enfadada y luego le amenazó con un dedo.

- Sólo estás empeorando las cosas. Si no me dejas salir de aquí en seguida, te aseguro que...

- Ya basta. – dijo tajantemente. – Me da igual que protestes, que grites o que me insultes. Ahora soy yo el que está al mando y tú eres mi prisionera. No te atrevas a exigirme nada y déjame tú a mí trabajar con tranquilidad.

Fabie le miró con odio. Tenía razón, no saldría de allí por mucho que se lo reclamara. Habían pasado varios días desde que Blake la había encontrado y la advertencia que le dio aquel primer día la estaba cumpliendo a raja tabla. Aunque soltó una carcajada irónica al descubrir que Blake había usado el mismo encantamiento con ella en las jambas de la puerta de su habitación. El mismo empleado para que Will no pudiera escapar. Incluso la había confinado en la misma habitación donde el chico había estado ¿Acaso era eso lo que le tocaba vivir ahora? De todas formas, era la primera vez que Blake le hablaba en ese tono. Y también era la primera vez que hablaba de su trabajo.

- Así que has vuelto al Ministerio. – le dijo antes de que ser marchara al despacho otra vez. – No me extraña. Seguro que me usaste como excusa todos esos meses que estuviste desaparecido. Son muy ingenuos, incluso yo pude convencerlos de...

- No he vuelto con el Ministerio. Confían en mí tan poco como en ti. Y no, tampoco te use como excusa. Les dije la verdad sobre el tiempo que me tuviste en la Cámara de los Secretos. – le explicó cansinamente. – No me gusta mentirles a las autoridades. Aunque parezca la vía más fácil.

Fabie le miró con desafío y él se dio la vuelta, dándose por vencido.

- ¿Entonces en qué estás trabajando? También has dejado de buscar a mi hermana así que...

Él suspiró con desesperación y volvió tras sus pasos. Se acercó a Fabianne y la miró de muy cerca. Ella arrugó el ceño y no se alejó ni un milímetro.

- Si te interesa tanto lo que estoy haciendo, podríamos hablar primero de lo que hacías tú aquí, ¿no?

- No me vas a engañar. – respondió con una sonrisa torcida. – No me lo cuentes si quieres. Era sólo curiosidad.

En aquella ocasión fue Jake el que sonrió burlón.

- Son los chicos. – explicó finalmente. Quizás esa era la única forma. Primero tenía que confiar en él si quería obtener algo de ella. – Sí, los mismos a los que dabas clase de Alquimia. – añadió al ver su expresión confusa. – Me están ayudando a averiguar cual es el propósito de la Resistencia.

Historias de Hogwarts III: la ResistenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora