7. Crecepelo y leche de unicornio

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Ian Faulkner vivía con sus tíos en una mansión casi tan grande como la de los Bennet. Estaba dispuesta entre dos grandes árboles que crecían cerca de un arroyo donde iba a nadar en verano. También cerca de allí había una gran explanada en la que solía jugar al quidditch con Megan, pero hacía mucho tiempo que Ian no disfrutaba de la compañía de la muchacha. Aunque tampoco había salido demasiado de su habitación, elegida por él mismo cuando se trasladó a vivir allí. Contaba con una ventana grande y redonda que se abría sobre el cabezal de su cama, repleta de ropa y otros cacharros. Compensaba con las pequeñas dimensiones de la habitación y desde allí podía ver el arroyo y la explanada para el quidditch.

El sol estaba en lo más alto cuando el muchacho echó las cortinas con un movimiento de varita. Luego agarró una pluma y anotó los dos últimos acordes de una melodía en la que llevaba trabajando toda la mañana. Dejó la guitarra apoyada en su escritorio, abarrotado de libros y papeles, y de nuevo hizo uso de su varita. La pasó por encima de los acordes que había ido anotando y como si fuera una goma, estos desaparecieron del papel. Luego se levantó, y aunque tropezó con una lata de refresco, consiguió encajar la varita en un hueco en la pared que estaba hecho a su medida.

- Guitarra acústica. - le dijo a la varita.

Instantáneamente, el objeto mágico empezó a emitir una tenue luz. De unas ranuras que el propio Ian había instalado a ambos lados de la gran ventana redonda, comenzó a sonar una melodía lenta y suave producida por el rasgueo de una guitarra. Era la música que él mismo había compuesto. No era especialmente buena y el patrón musical era casi siempre el mismo, pero aquel sonido bastaba para que Ian se sintiera satisfecho. Se dejó caer sobre el sillón de su escritorio y cerró los ojos. Volvió a hacerse la misma pregunta que llevaba días rondándole la cabeza ¿Debía volver a Hogwarts?

Había sido sobre la carta de reapertura de la Escuela donde había anotado los cuatro o cinco acordes de la melodía que sonaba. No le sorprendió recibirla pues Megan les había advertido a Sam y a él que llegaría. Se entristeció al pensar en Megan. Después de que cerraran Hogwarts solo la había visto durante las citaciones del Wizengamot y hacia un par de días, cuando fueron a visitar a Sam. También hacía mucho tiempo que no veía a Sam, pero ella estaba totalmente justificada. Al parecer estaba padeciendo de una especie de trauma, producto de haber sido poseída durante tanto tiempo. Pero Megan no tenía ningún tipo de excusa.

Ella no había ido a verla a la enfermería antes de que Alice fuera trasladada a San Mungo. A pesar de que le había asegurado que iría en cuanto ella misma se encontrara mejor. Luego llevaron a la muchacha al hospital y tampoco hizo el intento de ir a visitarla.

Alice se colocó en medio. Alice se sacrificó para que el hechizo de Aglier no le diera. Alice le salvó sin importarle las consecuencias.

Ian conocía a Megan y sabía que a veces era un poco egoísta y se olvidaba de los demás, pero que actuara así con lo que había pasado no era justo. Luego estaba su abuelo, Robert Bennet. Por lo que Ian había descubierto después de las citaciones en el Ministerio, fue el señor Bennet el que propuso que Aglier fuera la sustituta de Blake. Él fue el responsable de que aquella criminal le hiciera daño a Alice y capturara a Blake.

Y sus sentimientos... Ian estaba seguro de haber sido muy claro con Megan con respecto a lo que sentía por la propia Alice, pero no se había interesado por su estado después de todo...

No era especialmente rencoroso, pero algo en su interior le impedía ser amable con ella. Cuando la volvió a ver hace un par de días, sólo podía recordar la escena en la que Megan sujetaba a la inconsciente Alice, justo antes de que Aglier y Turner desaparecieran y el techo comenzara a derrumbarse otra vez...

Se pasó las manos por los brazos, de pronto le habían entrado escalofríos.

- Por Merlín, esto está más oscuro que la cueva de un vampiro.

Historias de Hogwarts III: la ResistenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora