10 de febrero:
La luz entraba por la ventana abierta de la habitación. Las cortinas estaban descorridas y una tenue luz caía sobre el cuerpo de Alice, que dormía plácidamente. Su sueño era largo, ya había pasado más de un mes desde que había caído dormida y ni siquiera allí, en el Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas, sabían cómo despertarla.
La familia de Alice, que no conocía nada del mundo de la magia, casi se había mudado también al hospital. Su hermana pequeña, Clare, se había acostumbrado a dormir en un sillón para visitas que estaba cerca de la cama junto la ventana. Sin embargo, no había nadie en aquel sillón ahora y Alice estaba sola en la habitación. Pero fue poco tiempo.
- Dicen que necesitan a la persona que le lanzó el hechizo. – explicó Elizabeth Adams a su hija. – Fue lo primero que pensaron y ahora lo ven casi como la única opción. – la mujer cerró la puerta a sus espaldas y fue directa a echar las cortinas las ventanas. Incluso estando cerradas hacía mucho frío en aquella habitación. Febrero estaba siendo más frío que enero, algo que no era de extrañar. El invierno había entrado muy tarde aquel año.
Clare se sentó en el sillón y su madre besó la frente de Alice. Como siempre, el gesto no le causó ningún tipo de reacción.
- ¿Crees que escuchará lo que hablamos? – preguntó Clare. – Ya sabes lo que dicen sobre la gente que está en coma...
- Tu hermana no está en coma. – le respondió su madre. – No tiene un problema físico. No se ha dado ningún golpe, ni tampoco ha sufrido un infarto... Está dormida. Es lo que dicen aquí.
- ¿Y si la llevamos a un hospital normal? – preguntó tras meditarlo varios segundos. – Un hospital de los nuestros. A lo mejor ellos saben...
- No. – le interrumpió Elizabeth. Había tomado la mano de su hija. – Ella pertenece a este mundo y lo que le ha pasado ha sido a causa de la magia. Sólo con ella puede despertarse.
Clare bufó y se encogió de hombros en el sillón. Estaba cansada de todo aquello, y aunque llevaba faltando a clase cerca de un mes -eso era lo único positivo de la situación, al menos a su opinión- tenía muchas ganas de que su hermana despertara y volviera a ser la de siempre.
Ojalá su padre estuviera allí. Era mucho más divertido que mamá y seguro que sabría hacer que el tiempo pasara más rápido o que las horas allí se hicieran más amenas. El problema era que papá se había enfadado mucho con las personas del mundo de Alice. En realidad, se había enfadado con los que llevaban su Colegio, pero como los de aquel hospital tampoco habían sido capaces de curarla... Clare sabía que su madre también estaba enfadada con todos ellos, pero no decía nada para no empeorar la situación. Además, temía que no le dejaran poder ver a su hija.
Clare no estaba enfadada con las personas mágicas, pero sí un poco con su hermana. Adela le había contado que había sido ella la que se había puesto delante del objetivo de quien lanzó el hechizo. Aunque Adela le había dicho que aquello había sido un acto muy heroico y noble, Clare seguía pensando que su hermana había actuado tontamente y estaba enfadada con ella por haber dejado que le ocurriera una cosa así.
Alguien llamó a la puerta de la habitación haciendo que Clare se levantara del sillón. Elizabeth lanzó una mirada seria a su hija menor para que se volviera a sentar y permaneciera callada. No quería que Clare tuviera ningún tipo de relación con las personas mágicas, no después de lo que le había ocurrido a su otra hija. Por eso no la dejaba que hablara con ninguno de ellos, a excepción de Adela. La joven Long había demostrado ser muy buena amiga de Alice. La visitaba siempre que podía y no les hablaba de cosas raras relacionadas con la magia de las que ni ella ni su hija tenían ni la menor idea.
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Historias de Hogwarts III: la Resistencia
FanfictionEl desenlace de la Décima y la Resistencia, ¿quienes son los buenos? ¿realmente existen los malos? Los cambios no se han producido únicamente en Hogwarts y nuestros jóvenes protagonistas empiezan a comprender lo real de la situación.