34. Ángeles

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- El Ministerio ha descubierto a Blake y Fabie. – dijo Will. Alice se apartó inmediatamente y lo miró con desconcierto. Adela se cruzó de brazos. – Van a ir a por ellos y no les darán ninguna oportunidad. La encerrarán y probablemente a Blake también. – añadió al ver como Adela negaba con la cabeza.

- Quizás sea lo mejor. – respondió para sorpresa del muchacho. – Quiero decir, que hayan descubierto el paradero de Aglier. Facilitará el asunto de la Resistencia y Blake...

Will necesitaba tiempo. Antes de que el Ministerio se metiera en todo aquello tenía que encontrar a Danny y descubrir por qué se había marchado sin Fabie y con la Resistencia. Su amigo no era un rebelde extremista y estaba seguro de que todo tenía que ver con su padre, Gris. Por su mente pasó fugazmente el momento en el que aquel hombre hizo que cayeran los techos de las cañerías. Lo hizo sin ningún tipo de sentimiento, mecánicamente, como si no hubiera puesto la vida de ninguno de sus amigos en peligro. Casi muere. Pero Danny y Fabie le habían salvado. Por eso estaba seguro de que el chico no era ningún extremista y para llegar hasta él tenía que hablar con Fabie.

Adela seguía hablando con rapidez y cierta histeria, barajando las posibilidades de que todo aquello acabara con la intervención del Ministerio; pero Alice seguía mirándolo atónito. Finalmente desvió la vista cuando Will la miró con pesadumbre. Ella debía de estar imaginándose cuál era su plan.

- ... Además, no puedes hacer nada por ellos. Aunque conociéndote... ¿cómo diablos lo harías, William? ¿Cómo?

Pero él ya se había marchado, dejando a Adela con la palabra en la boca por segunda vez en la misma noche.

- Tenemos que avisar a Lucas. – dijo Alice por fin. Adela se giró sorprendida. – Conoce a Will como a un hermano. Además, es sensato e inteligente. Sabrá qué es lo que planea y nos ayudará a detenerlo.

***

- ¿La has robado? – preguntó Jake cuando Fabie apareció saltando el muro de una casa. La mujer llevaba ahora una capa lima sobre el pijama y en los pies unas deportivas gastadas.

- Es prestado. – respondió ella ajustándose el nudo de la capa. Luego se miró con desagrado. Hacia mucho tiempo que no vestía con colores tan claros.

- Más te vale. – le regañó Jake. – Ese color te sienta muy bien.

Fabie no pudo evitar ruborizarse y Jake soltó una carcajada al notarlo. Ella le golpeó en el brazo y luego puso rumbo hacia la iglesia de Targenia.

Estaba atardeciendo y la oscuridad de la selva comenzó a envolver la pequeña ciudad. Aunque no encontraran nada dentro de la iglesia, al menos tendrían un techo bajo el que refugiarse.

- Podrían poner alguna farola en la calle. – comentó Fabie mientras subían por la pendiente de albero.

- No creo que esta gente disponga de electricidad. Y menos de una varita con la que poder usar lumos.

- ¿Y las lámparas de aceite? ¿Las antorchas? Eso si tienen que conocerlo.

- Si tanto te intriga, cuando descubramos que hacemos aquí y tengas que devolver lo que llevas puesto, puedes preguntarle a tu prestamista. – Jake le guiñó un ojo y Fabie intentó ignorarlo hasta que llegaran a la iglesia.

Al menos de allí salía luz. Alguien se había molestado en encender unas velas dentro del templo, aunque creaban un ambiente algo tétrico. Jake y Fabie volvían a ser los únicos en aquella humilde iglesia.

- Tiene que estar por aquí... – comentó Jake inspeccionando las paredes con las manos, buscando algún tipo de mecanismo que abriera una puerta secreta o algo así.

Fabie suspiró con cansancio y avanzó por el centro del templo hasta el altar. La cruz de madera era lo que mejor podía verse del altar gracias a las dos antorchas encendidas sobra ella. Alguien había guardado la Biblia y la mesa estaba totalmente despejada. Volvió la vista atrás, Jake se había arrodillado, tanteando ahora el suelo. Fabie negó con la cabeza. Que aquel pañuelo viejo les hubiera llevado hasta allí no quería decir que su hermana estuviera viva.

"Seguramente lo ha gastado de tanto usarlo". – pensó. – "Charlotte está muerta..."

Pero sus pensamientos quedaron interrumpidos. Abrió mucho los ojos y tuvo que pestañear un par de veces para asegurarse que no estaba imaginando nada. La cruz que colgaba en el altar comenzó a arder.

- ¿Qué ha pasado? – preguntó Jake llegando junto a ella. - ¿Las antorchas...?

- No. – le interrumpió. – A empezado a arder de pronto. – de hecho, las antorchas se habían apagado y todas las velas que iluminaban la iglesia.

- ¡Hay que apagarlo! – Jake sacó la varita y apuntó hacia la cruz. – Los vecinos de Targenia...

Pero Fabie volvió a interrumpirlo, en aquella ocasión bajando el brazo de Jake. Subió con cuidado al humilde altar. El fuego no consumía la madera de la cruz, tampoco desprendía calor.

- Es magia. – susurró acercando una mano al objeto. Cuando su piel hubo tocado la madera, las llamas desaparecieron. Fabie no se había quemado.

Jake subió junto a ella y le quitó la cruz de las manos. Esa era la pista que estaba buscando. Fabie señaló la parte trasera de la cruz. Unas palabras habían aparecido en la madera.

- "Estamos debajo de los Ángeles". – leyó.

Pero no había ángeles en aquella iglesia. En el pueblo tampoco habían visto nada que pudiera...

- La cripta. – dijo Jake rápidamente. – La tumba de María de los Ángeles.

Fabie lo comprendió en seguida y asintió. Jake volvió a colgar la cruz en la pared. Las velas y antorchas volvieron a iluminar la iglesia, pero los dos magos no se dieron cuenta. Estaban demasiado emocionados bajando a las criptas.

***

Julia se acurrucó contra la pared. Lo había intentado muchas veces y todas habían sido en vano. Pero tenía que seguir intentándolo ya no sólo por ella, sino por su hijo.

No había pasado ni un día en el que no se hubiera arrepentido de rebelarle el secreto del búnker a Gris y los suyos. Pero no podía rendirse. A su hijo, Héctor, tenían que tenerlo encerrado en alguna parte de todo aquel complejo subterráneo al igual que a ella. Quizás a él también lo hubieran engañado y no estuviera encerrado. Julia prefería pensar eso que cualquier otra cosa.

La puerta metálica se abrió y la luz artificial del complejo entró en su celda. Sobre ella se dibujó una figura pequeña y menuda de orejas largas.

- Señorita... - dijo la elfina como siempre. Su voz temblorosa y su mirada triste hacían pensar a Julia que a la elfina no le gustaba aquel trabajo – Le importaría... ¿por favor? – extendió un pequeño bote de cristal.

Las cadenas que ataban a Julia por las muñecas y los tobillos tintinearon cuando se incorporó. Se llevó la mano al cabello y con cuidado se arrancón un pelo. Luego lo colocó dentro del pequeño recipiente.

- Muchas gracias, señorita... Luego le traeré la cena.

Julia no dijo nada y volvió a acurrucarse contra la pared.

Nadie sabía de la existencia del búnker. Sólo ella y su querido hijo Héctor. Pero había un modo... una forma que la conectaba con el exterior mediante un encantamiento al que su padre la había vinculado. Por eso tenía que seguir intentándolo.

"Alguien tiene que verla e investigarlo. La cruz ..."

Estamos debajo de los Ángeles.

Aguantó un sollozo amargo. Ahora, aquel escondite que sus padres habían construido bajo Targenia como refugio durante las guerras se había convertido en su prisión.

Historias de Hogwarts III: la ResistenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora