Mientras que la Décima se reencontraba con Will:
Después de varias noches bajando a las cocinas, Héctor había empezado a mostrarse más tranquilo y amigable con Danny. Tampoco es que hubiera descubierto mucho más del chico, pero le bastaba con eso. Además, había dejado de servirle la comida fría.
- No se si te gustará el puré de calabacines. – dijo mientras se lo colocaba en un cuenco. – Pero a mí me sale muy rico. - se acercó a la nevera, tres veces más grande que él, y cogió un plato lleno de taquitos de jamón que echó sobre el cuenco. – Dicen que los platos cocinados sin magia saben mejor.
- Pero la magia es más práctica. – respondió sacando su varita y colocándola en la mesa. Héctor la miró brevemente mientras le servía el cuenco. Danny se dio cuenta, pero no se la volvió a guardar. – Gris tiene una elfina. Podría ayudarte.
Como cada vez que hacía algún comentario así, Héctor no respondió. Se sentó enfrente de él con cansancio. Luego se pasó una mano por la frente.
- Me doy cuenta. – dijo de pronto.
- ¿Qué? – preguntó después de tragar. Era cierto que estaba bastante bueno.
- Que me doy cuenta de que me has puesto la varita como una tentación. – medio rio. Tenía un diente torcido. – Ya te he dicho que estoy aquí por gusto. No voy a intentar robártela para escapar ni nada por el estilo.
- Para escapar lo dudo. Pero para salvar a tu madre seguramente sí. - el rostro de Héctor se ensombreció. – Lo siento. – se disculpó rápidamente. Había sido demasiado directo. – No es que tenga nada contra ti, pero hay algo...
- Si no crees lo que te digo, ¿por qué llevas viniendo aquí tantas noches?
La respuesta era clara y sencilla: era la única persona con la que se sentía a gusto. Su compañía le agradaba y eran los únicos momentos en los que podía escapar de la monotonía de su habitación. Desde el principio había preferido evitar el comedor y tener que relacionarse con los camaradas. Hubiera querido hacerle más visitas a su padre, pero Masie, la chica pecosa, siempre le decía que no era un buen momento y que esperara a que él lo llamara. Tenían muchos asuntos que tratar.
Danny estaba allí porque quería y sin embargo se sentía como un preso. Héctor también daba esa impresión y no podía evitar sentirse algo identificado con él. Estaba claro que al muchacho no le gustaba ese lugar, pero lo estaba haciendo por su madre. ¿No le pasaba lo mismo a Danny?
- ¡Vaya! Si el chiquitín ha hecho un amigo. – se oyó una voz a sus espaldas.
Héctor se levantó de la silla y pegó la espalda contra la nevera. Su expresión era muy similar a la que había adoptado cuando vio a Danny por primera vez. Él se giró después de colocar el cuenco en la mesa. Dos hombres habían entrado en las cocinas y a los dos los conocía de vista. Al menos sabía el nombre de uno de ellos: Doug McGlade. Ese mago acompañó a sus padres a la cabaña donde vivía con Fabie. Aquel hombre grande y calvo lo miró juntando sus gruesas cejas. No había sido él quién había hablado, sino su compañero, el mismo viejo que se quedó mirándole el primer día. Avanzó sin prestarle demasiada atención hasta llegar junto al niño.
- No-no podéis estar aquí. – consiguió decir.
- Venga, chiquitín. – contestó. Su voz era áspera. – Si sabes que venimos cuando nos da la gana, ¿por qué sigues haciéndonos la misma pregunta de siempre?
- Es que... no podéis estar aquí. – insistió Héctor, cada vez más asustado.
- ¿Qué queréis? – preguntó Danny poniéndose en pie.
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Historias de Hogwarts III: la Resistencia
FanfictionEl desenlace de la Décima y la Resistencia, ¿quienes son los buenos? ¿realmente existen los malos? Los cambios no se han producido únicamente en Hogwarts y nuestros jóvenes protagonistas empiezan a comprender lo real de la situación.