Parte 27.

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En mi reproductor sonaba Sick de The Chainsmokers, me gustaba tanto que no me saque los auriculares hasta estar en frente del salón de clases. Me detuve justo cuando ya le faltaban algunos segundos y solo se escuchaba el piano, cerré los ojos y antes de que empezara a sonar la otra me los quite, los enrolle cuidadosamente y los puse en el bolsillo más pequeño de mi mochila. Mi celular lo guarde en el bolsillo de mi chaqueta y entre. Todos mis compañeros estaban adentro pero el profesor aún no. Melissa tampoco había llegado así que solo saludé a Susana de lejos lanzándole un beso y me senté.

¿Cuál es la primera clase de hoy? — saque mi cuaderno y revise el horario —. Viernes... Teoría de la comunicación.

La clase de comunicación la impartía la profesora Aura, una pelirroja flacucha que no estaba "nada mal", según los babosos de mis compañeros. Podría decir que era la única clase a la cual le prestaban atención, solo porque se quedaban embelesados viendo a la profesora.

Ella entro justo a la hora indicada. Nos saludó de forma cariñosa y se sentó. La clase de ella era una de las más ligeras, la mayor parte del tiempo se realizarán trabajos grupales, con exposiciones y debates, haciendo todo mucho más dinámico. La profesora saco de su maletín un libro bastante grande y lo coloco sobre su escritorio y separo un par de hojas con un clip.

En toda la clase se escuchó un afff en señal de fastidio.

— Existe el internet, por dios profesora, ¿debemos fotocopiar eso?

— ¡Sí! — dijo ella con una sonrisa —. Es toda la información para mi siguiente clase.

La única en levantarse fue Lucia. "Yo me encargo" dijo tomando el libro y sonriéndole a la profesora a la vez que se sentaba.

— Bien, la guía la tendrá ella ustedes se encargan de conseguirla luego.

Pude imaginarlos a todo poner los ojos en blanco, nadie la soportaba. Lance una mirada sobre mi hombro y la vi regocijarse en la cuna de odio que todos le hacían, era como si le gustase.

Maldita loca...

Sonreí extrañamente para mi sola. Enfoque mi atención en la profesora y ella inicio su clase como de costumbre. Fue una hora de clase muy productiva, en cuanto termino, todos nos levantamos, curiosamente de manera muy silenciosa y salimos del salón, uno detrás del otro como maestros de la paciencia, lo cual no éramos nunca. Siempre salíamos atropellando a quien se nos atravesara, pisotones y empujones para todos.

Empecé a caminar con dirección a la biblioteca, obtendría esa guía antes de que fuera demasiado tarde, supuse que Lucia iría de inmediato a fotocopiarlas así que fui sin perder el tiempo. Caminaba tranquilamente rozando la punta de mis dedos con las paredes cuando de repente sentí una mano en el hombro que me detuvo en seco.

Me gire.

— ¿Sabes que le hacían a los pecadores en la edad media? — Dijo en cuanto me gire, sostenía mi reproductor a modo de dármelo en mis manos—. ¡Los quemaban! — afirmo con su voz intensa y masculina.

Me sonroje hasta más no poder, creí que mis mejillas empezarían a sangrar por todo el calor y la sangre acumulada.

— Hola.

— ¡Hola! — sonrió —. Tienes suerte, no tuve el valor de quemarlo.

— ¿Escuchaste toda mi música? — pregunte apenada.

— Sí, chica Bieber — Matías agitaba sus dedos índices como si tocara un tambor.

— Para de decirme así — trataba de estar seria pero no podía contener la risa.

— ¡Claro, Selenator! — agrego sacando unos auriculares de color blanco de su bolsillo trasero. Los conecto a mi reproductor, lo encendió y se acercó a mí.

En mi cabeza todo empezó a pasar lentamente, mis ojos estaban fijos en los suyos, mis latidos se aceleraron y empecé a sentir la sangre corre por mis venas muy calientes. Estaba paralizada, totalmente envenenada con su olor y su presencia tan próxima.

Reacciona por favor.

Sus dedos tocaron mis orejas a la vez que los auriculares se introducían en mis oídos.

— ¡Esto te va a gustar! — dijo.

Pero a mí ya me estaba gustando.

La música empezó a sonar llenando mi torrente sanguíneo de emoción. No era incomodo que nos miráramos de esa manera, se sentía todo tan natural como la melodía que salía del pequeño aparato.

Él empezó a articular palabras, de las que pude distinguir las primeras de la música que sonaba. Sonreí ampliamente y luego cerré los ojos, estuvimos allí parados hasta que la música se detuvo y volví a la realidad.

Tengo su número.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora