Parte 40.

1.3K 66 0
                                    

En miércoles en la mañana me prepare más temprano de lo normal, Melissa había quedado en buscarme con su papá para llevarnos a la secundaria.

Cuando entramos, como de costumbre tomadas del antebrazo noté que un par de chicas empezaron a susurra indiscretamente a nuestras espaldas. No tenía ni idea de por qué, hasta que Matías se acercó a mí y me tomó de la mano, volteé a ver y se dispersaron.

Envidiosas.

— ¿Qué tal si faltamos a clases? — nos preguntó Matías a las dos.

— ¿De qué hablas amigo? Apenas es miércoles — agregó Melissa.

— ¿Y eso qué?

— Que al menos deberías esperar a viernes para hacer desmadres.

— Pues, no estaba pensando en hacer ningún desmadre.

— ¿Entonces? — pregunté arqueando una ceja.

— ¡Olvídenlo! — Matías cambio de humor repentinamente y nos dejó sin decir nada.

— ¿Qué le ocurre a tu chico?

— No lo sé amiga... — me encogí de hombros.

Me quedé perpleja, pero de igual manera me metí al salón de clases, no quería perder la materia con el profesor de Literatura.

Cuando salí de clases fui en busca de Matías, no lo había visto en los recesos. Lo llame a su celular y no respondió, al parecer no quería hacerlo. Me fui hasta el patio y lo vi sentado en el lugar que acostumbraba a sentarse cuando quería fumar.

— ¿Me estás evitando? — me senté a su lado.

— ¡No! Solo que me irrita tu amiga. Y que haces siempre lo que ella dice.

— Eso no es cierto.

— Isabel...

Realmente no lo había notado. No me veía de esa manera. Me quede callada. Él se levantó y me extendió la mano.

— Vamos a mi casa.

— ¿No vas a ir a la tienda hoy?

— No, pedí el día libre— paso su brazo por sobre mis hombros —. Quiero que mi mamá te conozca.

Mis ojos estaban como platos y mi boca muy abierta.

Tomamos el bus hasta su casa. Cuando entramos noté que la casa estaba sola — ¿Y tu madre? — pregunté de inmediato.

— Llega a las cuatro.

Ummm.

Aquel día que había estado en su casa no tuve oportunidad de mirarla bien. Era tan espaciosa y bonita que se sentía agradable estar allí. Camine desde la sala de estar hasta la cocina, y luego hasta el patio. Matías me seguía a donde quiera que iba.

— Me gusta tu casa — dije al encontrarme con su mirada.

— Y a mí me gustas tú — tomó mi rostro y acerco sus labios a los míos —. No me canso de mirar tu hermosa cara Isabel.

Mi cuerpo se debilitó todo, pase mis brazos por sobre su cuello y atrape sus labios con los míos, el beso se fue tornando de rosa inocente a rojo tentación. Sus manos dejaron de estar en mi cintura para pasar a mis nalgas.

— Necesitó que veas algo — Matías se separó bruscamente de mis brazos y me llevo casi arrastrada hasta su habitación.

Nos detuvimos en la puerta, él tapó mis ojos con sus manos.

Tengo su número.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora