Parte 33.

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No queríamos llamar la atención así que Matías salió primero que yo de la secundaria. Tome mi celular del bolsillo trasero y le active el tono por si lo ameritaba, Melissa me aseguro que me mantendría informada de todo, incluso de la hora de salida de la clase para que regresara unos minutos antes.

Cuando lo alcance seguía con esa sonrisa tan propia de él.

— ¿Qué es todo esto?

Me limite a responder y solo baje la mirada a mis pies.

Sentí su mirada pesada en mí.

— Admítelo, al igual que yo no quería asistir a esa clase.

— Así, pero no hubiese pensado en jubilarme.

Nos detuvimos en la parada de buces y tomamos el segundo hacia la plaza de Gabriel Miró. Tome asiento y el junto a mí. Yo estaba del lado de la ventana y le dije que intercambiáramos asientos, quería que se sentara en mi lugar.

— ¿Le tienes miedo a las ventas?

— No, es solo que si se sube una anciana no quiero que le des tu asiento, que se lo de otro.

El rio, y luego cubrió la boca para contenerse.

— Eres una mala persona.

— Sí, tengo mi lugar en el infierno bien merecido.

— ¿Por qué? ¿Por matar hormigas?

— No, ¡Por no ceder el asiento a embarazadas y ancianas! ¡Robar en un par de tiendas! Y otra cosa — respire —. Hacerle bullying a una chica.

— ¡Mierda! — me miro con una ceja arqueada —. ¿No serás una mala influencia para mí, verdad?

Reí.

— No.

— Eso espero — dio una palmadita en mi muslo y luego retiro la mano —. ¿Dónde vamos entonces?

Me congele al tacto.

Cerca de la plaza quedaba un lugar realmente lindo al que me gustaba ir, y ya que no se me ocurría otro lugar lo lleve allí.

— Dime cual es el verdadero motivo por el que me has traído aquí.

Mordí mi labio inferior.

— Mi madre dijo que pasaría hoy por mí, después de clases. Eso significa que no iba a poder ir a la tienda, no quería quedarte mal y ya que la clase de ciencias no tiene mucha importancia, pues...

— Entiendo...

— ¿Te molesta?

— No, para nada ¿cómo crees? — miro a todos lados —. Este lugar es lindo, no es mi tipo de lugar favorito, pero parece algo nuevo.

— ¿Y a qué lugares estás acostumbrado?

— Mejor, tú dime a qué hora regresas a tu casa luego de salir con tu madre.

— ¿Para qué?

— Para mostrarte, podría pasar por ti.

— ¿Para qué? — pregunte de nuevo.

El entrecerró los ojos, estaba exasperado.

— ¡Caray! Quiero llevarte a un lugar de los que estoy acostumbrado.

— Pero mi madre no me deja salir con muchachos.

— Lo sé, me lo imagino, y por eso tú te inventaras algo — dijo tocándome con el dedo índice en el centro del pecho. 

Baje la cabeza para meditarlo, me llevo solo cinco segundos pensar en algo.

— Le diré a mi madre que voy a la casa de Melissa, ella no tiene ningún problema. Si te parece te doy la dirección y pasas a buscarme en su casa.

— De acuerdo, me parece bien.


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