Parte 52.

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Esto pudo llegar a ser solo una pelea de jóvenes tontas; insultos por llamadas o mensajes. Y superarlo. Pero claro, yo no estaba al tanto de la magnitud de los problemas que tenía Milena, nadie me dijo lo que ocurriría si le daba largas al asunto.

Melissa estaba medio alejada de su nuevo novio el día que decidimos caminar juntas a una cafetería, teníamos muchos días sin hablar tan abiertamente y queríamos ponernos al tanto. Caminábamos tomadas de la mano cuando un auto negro de una marca y una placa que no pude identificar en ese momento (y ¿cómo podría?) se nos abalanzo precipitadamente. Si no nos hubiéramos hecho a un lado, nos atropella.

No nos pudimos fijar quien conducía y tampoco lo sospechamos, pero esa noche no pude dormir.

***

Matias me llamó a la siguiente mañana, ignore lo enojada que estaba con él y lo mucho que me había propuesto que dejara de importarme y contesté serena, como si nada hubiera pasado.

—¿Estás bien? —pregunto un poco afanado.

—Sí... —respondí sin pensarlo.

—¿Estás segura? ¿donde estas? quiero verte. Debemos hablar.

—De acuerdo.

Sentía más interés que curiosidad, no podía negarme a mí misma cuánto seguía queriendo a Matias. Aún lo imaginaba cuando iba de camino a casa, cuando trataba de dormir o cuando me limitaba a dejarlo en visto. Podía sentir sus labios sobre mi piel y su olor a desesperación. Ese olor que conseguía cigarrillo tras cigarrillo.

Ese día me sorprendió sentir su presencia como lo hacia antes cuando me parecía inalcanzable, como un anhelo lejano. Melissa se alejo de mí para darme mi espacio con él y cuando nos hubo dejado solos todo su peso me oprimió en un largo abrazo. Noté que estaba preocupado y quería saber cual era el motivo, por suerte con una mirada supo la pregunta que pasaba por la mente.

—¿Por qué no respondes mis mensajes?

—¿Por qué habría de hacerlo?

—¿No quieres saber nada de mí?

—Es evidente, ¿No?

—Entiendo... Pero la verdad es que yo sí necesitaba saber de ti.

—Pues ya me ves, estoy bien.

—Sí, ya veo... —dijo irritado —. Debes cuidarte.

—¡Siempre lo hago! —respondí arrogante —. ¿Eso es todo? Porque debo asistir a clases.

—Milena me llamó ayer...

De repente sentí como la sangre caliente hacia un recorrido violento por todo mi cuerpo sacudiéndome de la rabia.

—¿Y eso tiene que importarme? —toda mi cara estaba enrojecida.

—Tú no lo entiendes... Debes cuirdarte de ella.

Una risa burlona se me escapo.

—¿Hablas en serio? —deje escapar una carcajada.

—Me dijo que había tratado de arroyarte —su voz se había endurecido.

Entonces la sangre caliente que recorría cada vena de mi cuerpo se enfrió, y lo admito, sentí una oleada que erizo mi piel y me dejo sin aliento. Probablemente fue miedo.

—¿Qué? —pregunté al fin atónita.

—¿Ves a lo que me refiero?

—¿Con qué clase de puta te revuelcas? —lo observe detenidamente mientras notaba un gesto de culpa-. No es mi problema, pero, el punto es que ahora estoy metida en eso. Pensé que era un jueguito de a ver quién gana, pero eso ya es mucho.

Me giré tratando de seguir mi camino estrujando la cabeza de preocupación, pero Matias corrió detrás de mí para alcanzarme.

—Yo no voy a dejar que te pase nada Isabel.

—Esto no es un juego Matías, no puedes decirme eso, tú no estabas allí ayer. Yo pensé que habíha sido cualquier cosa, un accidente común. Pero de allí a que alguien lo hubiera hecho intencionalmente me eriza la piel.

El nerviosismo se apodero de mí y empecé a desesperarme, no quería ser tan evidente.

—Calma... —dijo acariciando mi cabello.

—Tú realmente me gustabas, ¿sabes? Pero no lo quiero, no quiero esa mierda.

—¿Te gustaba? Isa, yo te quiero.

—Si eso me puede mantener segura, pues, adelante, quiereme todo lo que tú puedas.

Matías me miró tratando de buscar una razón para hacerme sentir segura.

—No te esfuerces—le dije.

—No digas eso. Yo no había encontrado a alguien que me hiciera querer salir del circulo vicioso en el que me encontraba con ella. 

Tengo su número.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora