Parte 7.

2.4K 106 0
                                    

La casa del padre de Melissa parecía la pequeña casa de cristal de una Barbie, bueno, de una Barbie poco materialista y etérea. La casa a pesar de ser de dos plantas se veía pequeña, tenía enormes ventanales de vidrio que te daban la impresión de estar expuesto y que nunca en tu vida tendrías privacidad. El blanco se extendía por todos lados y cuando estaba acompañado de una estructura tan cuadrada simplemente era una caja de porcelana. Las luces también eran blancas y el intenso resplandor podía segar a cualquiera.

A medida que avanzada en la casa me sentía como una sucia niña, mi casa no podría compararse con tanta pulcritud, nunca.

Al entra la madrastra de Melissa salió de la cocina, aquella mujer era tal cual como Mel la había descrito; una estilizada modelo de Victoria's Secret. Rubia, alta, delgada, y muy, pero muy arreglada. Mi madre nunca lucia así estando dentro de casa. Su moño "despeinado" se veía elaborado, su tez sin maquillaje, era totalmente lo contrario.

¿Por qué mi madre no lucia así?

Hice un puchero que creí que solo estaba en mi mente y Melissa lo notó.

— ¿Qué te ocurres, eres enferma?

Sonreí ligeramente y le dije que sentía un poco de envidia.

— Recuerda que ésta es la casa de mi padre, vivo con mi madre. Esto es una ilusión, soy una simple mortal como tú pejelagarto.

— Te odio.

— Créeme yo me odio más — susurro sonriendo.

— Hola, tú debes ser la amiga de Mel — nos interrumpió la hermosa mujer.

Ooohh

— ¡Así es! — dije afirmando lo obvio.

— Mucho gusto, soy Diana — estiro la mano para sujetar la mía incómodamente.

El padre de Melissa entro unos minutos después, su esposa lo miraba con mucha atención. En mi mente sabía que ella no estaba a gusta con mi presencia a tan altas horas de la noche.

— Bueno Isabel, estás en tu casa, siéntete cómoda.

Claro que no me sentía cómoda, los "adultos" se tomaron de las manos y pude ver como un gesto lascivo atravesaba sus sienes. Asco. Antes de que se fueran a su habitación o cualquier otro lado le recordé al padre de Melissa, Adrián, que debía llamar a mi madre. Marque de inmediato su número pero ella no atendió.

— ¿Es normal que tu madre no te atienda las llamadas? — preguntó seriamente.

— Mmmm a veces.

Adrián sacudió la cabeza  de manera despectiva y una vez más me sentí avergonzada de mi madre.

— No te preocupes mi padre es una de esa personas que suele equivocarse muy pocas veces, por eso cree que las demás personas deben ser como él.

Mientras íbamos de camino a su habitación subiendo las escaleras le pregunte a Melissa cómo era la relación con éstas dos personas tan inusuales. Melissa era una persona ruidosa, indiscreta y muy extrovertida. A veces de malas y muy buenas maneras. Había notado que desde que llegamos solo había tenido una actitud muy seria y eso me parecía fingido.

— Me llevo muy bien con ellos dos, y puede que Diana parezca una mosca muerta pero, la verdad no lo es.

— Bueno, si tú lo dices.

— En algunas ocasiones las cosas son más simples de lo que parecen Isa.

Tengo su número.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora