Parte 11.

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El día era perfecto, caluroso y seco, adecuado para la piscina. Melissa me presto un bañador preciosismo, tan divino que ya no pensaba en el problema ficticio que debía arreglar con Adela.

Melissa me tomó una foto. Yo muy pocas veces me sacaba fotos pues no era mi fuerte, a diferencia de mi adorada amiga la cámara me odiaba. Tenía miles de seguidores en cada una de sus cuentas, pero era una princesa en instragram donde poseteaba fotos diariamente. Las mejores eran las que se tomaba en la lujosa casa de su padre, pues como ella decía la casa de su madre "no estaba a la altura". Tenía fotos como de portada de revista en la piscina y en su preciosa habitación, Melissa era la típica chica Tumblr.

Mientras yo, su pejelagarto amigo.

— Ese bañador te queda precioso Isa, tienes un cuerpo espectacular.

— Estas mintiendo y además, el rojo no es mi color.

— ¿Bromeas? el rojo es el color de las rubias.

Bajamos hasta las piscinas y sin pensarlo mucho nos sumergimos, afuera estaba tan caluroso que apenas nos tocó la luz del sol sentimos que nuestra piel iba a derretirse. Unos minutos después Diana salió de la casa, se acercaba hasta la orilla de la piscina con algo en sus manos que no podía distinguir porque estaba un poco segada.

— ¡Les traje algo de música chicas! —  gritó.

Ella llevaba una camisa blanca con transparencia o más bien transparente que dejaba ver su bañador de color turquesa. Melissa y yo nos miramos las caras, luego salió su padre, con unos Short de mezclilla de color claro, también tenía el torso descubierto y unos lentes de sol negros.

De pronto la música empezó a sonar y automáticamente yo la empecé a cantar — Nobody's gonna love me like you. Nobody, uh — el día empezaba a ponerse mejor.

— ¡Melissa! — dije y luego me sumergí. Volví a flote —. Muero de hambre.

— ¿Qué? pero si acabas de desayunar.

— Es que... Hay algo en mí que no me permite asimilar la comida cuando no me gusta. Entonces es como si no hubiera comido.

Melissa soltó una carcajada eufórica, calcule que iba a estar así por los próximos cinco minutos así que la sumergí.

— Eres todo un personaje amiga — Meli me abrazo —. Cuando Diana y mi padre se echen a tomar el sol nos escabullimos hasta la cocina.

Y así fue. Nadamos hasta ponernos como pasas, nos acercamos a la orilla, tomamos unas toallas y nos fuimos directo a la cocina. Melissa reviso cada rincón de la alacena para buscar algo apropiado para mí.

— ¿Enrollado de tofu y vegetales?

— ¡No gracias!

— ¿Smoothie de aguacate? o ¿Paleo de frittata?

— Maldita sea Melissa, ¿no hay comida real en ésta casa? — tenía tanta hambre que ya empezaba a disgustarme y si Melissa volvía a ofrecerme su comida extraña, moriría.

— De acuerdo, sándwich de tocino, huevo y queso.

Ummm.

— ¡Gracias al cielo! eso está mejor.

Mientas mi amiga, bueno, mi mejor, mejor amiga en el mundo preparaba aquel manjar de dioses me senté a un lado de la isla de la cocina para mirarla, tenía cierta gracia. Ella disfrutaba mucho cocinar y era bastante evidente. Con una mano mezclaba los huevos y con la otra giraba el tocino.

— ¿Vas a ayudarme?

— Nop, nope. Soy tu invitada y es la primera vez que vengo a tu casa. Bueno, la casa de tu padre.

— También es mi casa. Voy a mudarme.

Melissa no me había dicho que iba a mudarse con su padre, sabía que era un pecado ocultármelo así que se giro dándome la espalda.

— ¿Cuando ibas a decírmelo? sé que no lo acabas de decidir, así que hace mucho tiempo que lo habías pensado — hice una pausa para tomar aire —. ¿Por qué?

— ¡No iba a decírtelo si no era seguro Isabel! ya no soporto al marido de mi mamá, por lo menos aquí estoy mejor. Diana es mejor que soportar al bastardo retrasado de Ignacio.

Tengo su número.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora