Parte 36.

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Cuando pensaba responderle a Melissa, Matías me tomo del brazo y me acerco demasiado hasta él.

— ¿Qué pasa? Te notó algo retraída.

Reí con ironía.

— Es evidente, a ellos no les agrado y encima de eso me dejas excluida — dije entre dientes.

— Lo siento, necesitaba pedirles que fueran un poco más ligeros contigo.

— No necesitas pedirles eso. Solo no me dejes afuera.

— De acuerdo no lo haré.

Dicho eso coloco su mano en mi mejilla y rodeándome con su otra mano por la cintura me acerco hasta él para darme un beso en los labios.

Quede con los ojos amplios, me sentí como pez fuera del agua.

Mierda, ¿en qué momento sucedió esto?

Luces muy bien hoy — dijo en mi oído, su voz era como un susurro.

Hubiera usado la expresión " tenía una voz embriagadora" pero antes de eso no sabía cómo se sentía estar embriagado.

Las horas pasaban volando en medio del ambiente, la música y los tragos, que primera vez los consumía, todo era genial. No paraba de bailar ni un instante, sobre todo porque las Manos de mi crush se negaban a soltar mi cintura. Pero hubo un momento en el que mi cuerpo se sintió muy pesado y tuve que sentarme, todo me daba vueltas y me parecía que las personas hablaban de una manera muy extraña y con un tono de voz muy agudo. De hecho le pregunte a Matías "¿por qué todos hablan como ardillas?" a lo que él respondió con una sonrisa, beso mi frente y se sentó a mi lado.

No dejaba de mirarme y sonreír, al parecer algo de mí lo enternecía. Pasó un mechón de mi cabello detrás de mí oreja y volvió a besarme.

— Eres preciosa — dijo al separar sus labios de los míos.

Yo me fui encima de él, me tambaleaba.

— Eso... Eso ya me lo has dicho un millón de veces.

— No es cierto - beso mi nariz.

Rode su cuello con mis brazos para sostenerme — no me siento bien, llévame a casa Mat, mi mamá va a enojarse conmigo — empecé a sollozar.

— Calma pequeña, eso no va a pasar — saco un cigarrillo del bolsillo de su chaqueta de cuero negra (que lo hacía lucir guapísimo) y lo encendió.

No podía quitarle la mirada de encima. Elevaba la cabeza y yo me derretía al ver salir el humo de sus jugosos labios que ya me estaba provocando. En ese momento empecé a sentir cosas que nunca antes había sentido.

Tensión sexual, así se llama. Vocecitas en mi cabeza, tal vez producto del alcohol.

Busque sus labios y él me correspondió, sabia a alcohol, cigarrillo y sobretodo sabia al chico que me enloquecía. El beso duró casi cinco minutos, su lengua recorría la mía y su saliva mis labios.

Me aleje:

— Llévame a casa por favor — susurré mirando mis manos.

— ¿No te estas divirtiendo? — levanto mi rostro tomándome del mentón.

— Sí, pero ya estoy cansada.

— Nos iremos, pero no te voy a llevar a tu casa.

Trague saliva — ¿no? — por un momento me preocupe.

— Voy a llevarte conmigo.

Me quede cayada, él se levantó y me tomó de la mano para evitar que me cayera.

— ¿Y tus amigos?

— Ellos no importan, saben cuidarse solos. Yo debo cuidar de ti.

— Pero yo puedo cuidarme sola.

Matías me miro y sonrió, pero no hizo caso de lo que le dije así que me llevo hasta afuera, busco el auto en el que habíamos llegado. Caminamos hasta él, me abrió la puerta de copiloto y me ayudo a subir.

— ¿Te sientes bien?

— Todo me da vueltas.

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