Parte 41.

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La luz era tan suave que apenas podía ver por donde caminaba, pero pude distinguir lo ordenado que estaba todo. Matías encendió una lampara situada en la mesa de noche que al iluminarse extendía figuras hermosas con una luz más clara. Mi cara era de "¿esto es todo?" no había sido intencional. Él me giro para dejarme de frente a la cama, estaba cubierta de pétalos. Todo era tan simple, pero en mi cabeza titilaba la alerta de " te llego la hora". No me lo esperaba. Pero creó que de eso se trataba.

Matías beso mi frente y luego me sostuvo fuertemente contra su pecho.

— Eres muy especial para mí Isa — acaricio mi cabello.

Yo realmente no sabía qué hacer, en mi cabeza me imaginaba montones de "yo", corriendo desesperadas por todos lados, gritando "¿qué Brasier traes puesto?", "¿tus pantaletas no están rotas? ¿verdad?", "¿Te has depilado?", " ¡Sí, estoy depilada!". Estaba entrando en demencia. Me sentía más pequeña de lo normal.

¿Cuánto tiempo llevan saliendo? ¡Ni siquiera son novios! ¡Van muy de prisa!

¡Cállense, maldita sea! de pronto todo se quedó en blanco, mi cuerpo se sentía tan caliente que por un momento pensé que me estaba quemando. Todo el cuerpo de Matías estaba sobre mí y al parecer no se estaba preocupando por más nada que no fuera él. Se acercó hasta mi oído y paso la lengua. Era tan inusual, tan extraño y, sobre todo, húmedo.

— ¿Qué pasa? — pregunto separándose de mí, pero tontamente solo negué con la cabeza.

¿Por qué todo se sentía así? Si lo amaba, y cuando en las películas las personas se amaban todo fluía con total naturalidad. Trate de dejar mi mente en vacía y enfoque mi mirada en él. Todo fue más fácil. Cuando sus ojos se ampliaron en frente de mí y pude ver sus intensos ojos verdes, perdí. Caí de inmediato en sus dulces caricias, en sus besos mojados y su encantadora sonrisa de placer.

Mi cuerpo se emocionó cuando sus manos cayeron en mi pecho y empezaron a recorrer mis senos aún vestidos, la ropa claramente le molestaba, literalmente me la arranco. Luego bajo hasta mi pantalón y lo desabrocho con una sola mano. Era un experto, eso me hacía pensar ¡Soy una más! Hasta que dijo:

— Mi cama ahora es tu cama, y yo ahora soy tuyo.

Siguió besando mis labios hasta que sentí una fuerte tensión entre mis piernas, y lamento decirlo de esta manera, pero, dolía de una manera extraordinariamente placentera.

No tengo idea de cómo sean todos los penes, pero éste definitivamente es un pene muy largo, y está dentro de mí.

No pude evitar exhalar un grito agudo y él no pudo evitar abrazarme y mantener su frente cerca de la mía.

— ¡Eres perfecta! — dijo entre dientes.

No sé si decir eso era necesario, pero me hizo sentir muy bien.

Me quede sobre él respirando su cuerpo húmedo, tenía las manos hundidas en mi cabello y yo mis manos aferradas a sus hombros. La cama estaba mojada, sabía que era de mí, no lo quería ver.

— ¿Qué vas a hacer con estas sabanas Matías? — pregunte aun temblando.

— Guardarlas — bromeaba.

— De seguro tienes un montón de sabana manchadas por allí de todas las vírgenes con que has estado.

— ¿Por qué tenías que decir eso? — dejo de acariciar mi cabello.

Ni yo lo sabía, de seguro era un mal funcionamiento, mi lengua estaba mal conectada a mi cerebro.

— Eres la primera chica que traigo a mi casa, no seas tonta, ¿crees que traería a cualquiera?

— No lo sé.

— Y sí así fuera, ¿Por qué aún sigues aquí acostada conmigo?

— Si quieres me voy — agregué levantándome de su pecho.

Matías me sostuvo tomándome de la muñeca.

— No puedes decirme eso después de lo que acaba de pasa.

— ¿Por qué no?

— ¿Esto no significo nada para ti? ¿verdad?

Sin notarlo, un momento " especial" entre nosotros estaba tomando un curso inadecuado.

— Dije que quería que mi madre te conociera...

— ¿Y eso qué?

Mi voz sonaba un poco molesta. Matías parecía no creerlo.

— ¡Mierda! — exhaló apoyándose en su codo —. ¿Tan mal estuvo que mira el ánimo en el que estás?

Baje la cabeza para mirar mis manos. Estaba sentada justo en la mancha de sangre que había dejado.

— Quiero irme — dije en tono seco.

Sus ojos se nublaron y su gesto se oscureció.

— ¿Estás hablando en serio?

¿Qué te pasa? Pregunto una voz en mi cabeza.

— ¡Sí!

— Isabel, lo siento — tomo mis manos y me abrazo —. Siento haberte hecho daño.

— ¿De qué hablas? — intente actuar como si no ocurriera nada.

— Ok... — trataba de asimilarlo —. Levántate de la cama y vístete. Voy a llevarte a tu saca.

Tomó las sabanas por un extremo y las halo hasta sacarlas por completo, hizo una bola con ellas y la tiro al cesto de la ropa sucia. Estaba realmente molesto.

— ¿Vas a dejar eso allí? — pregunte preocupada —. Tu mamá podría verlo.

— ¿Y a ti que te importa mi madre?

Me quede cayada, él tomo sus pantalones y su playera, se vistió más rápido de lo que yo lo había hecho.

— ¡Vamos! — abrió la puerta y me fui tras él.

Al bajar algo que no esperábamos sucedió... Su madre acababa de llegar a casa, quedamos justo de frente.

Matías ni se inmuto al verla, estaba lleno de enojo. Por otro lado, a su madre se le ilumino el rostro. Y yo, existiendo. Un paracito.

— ¡Hijo mío! — dijo besando su mejilla para luego enfocar su mirada en mi —. ¿Ella quién es?

Ni yo sabía quién era en ese momento.

— Ella es... Mi novia ma, la traje para que la conocieras, pero ya es tarde y se tiene que ir.

— ¡No! no debo hacerlo todavía Mat.

Él giro a verme, su mirada despiadada me estaba desollando viva.

Tengo su número.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora