Parte 45.

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Estaba recostada en su pecho, cubierta solo con las sabanas, jugando con su cabello y la suavidad de sus hombros. Estábamos yendo demasiado rápido, entonces pensé que... Las mariposas que sentía en el estómago cada vez que lo veía eran reales, y tal vez, solo tal vez, él también las sentía.

— Eres la persona indicada para dedicarle mis canciones favoritas — beso mi frente —. Podría hacer una extensa lista de reproducción con todas las canciones que me hacen pensar en ti.

Si Matías usaba la música como punto de referencia para darme importancia, ya empezaba a entender qué tan importante era. Nos quedamos abrazados hasta que los rayos de sol que entraban por la ventana desaparecieron, nos perdimos tanto en la calidez de nuestros cuerpos que olvidamos que estábamos en mi casa. Él estiro el brazo para tomar su chaqueta negra y del bolsillo saco su reproductor, tenía los auriculares conectados y aún estaba encendido. Coloco uno de ellos en mi oído y el otro en el suyo. La melodía me hacía sentir un poco nostálgica, el inglés no era lo mío, pero podía cantarlo muy bien. Matías acaricio mi rostro; — ¿Cantarías para mí?

Sonreí tontamente, había escuchado esa canción antes, intenté igualar el tono de su voz y casi lo lograba, yo sabía que no lo estaba logrando, pero la cara de Matías decía lo contrario.

— Why do birds suddenly appear every time you are near? just like me, they long to be close to you. Why do stars fall down from the sky every time you walk by? just like me, they long to be close to you. On the day that you were born the angels got together and decided to create a dream come true so they sprinkled moon dust in your hair of gold and starlight in your eyes of green.

— ¡¿Qué suerte tengo?! — rio cubriendo su cara con las manos, se había enrojecido. Estaba apenado.

De repente entre tanta perfección escuché el ruido de pisadas en el pasillo, por primera vez en mi vida agradecí el molesto ruido de la madera bajo los pies que indicaban estaba a punto de tocar la puerta. Tres toques sonaron, sabía que era mi madre, ella siempre tocaba así. Matías me miró como cordero en el precipicio, tenía las sabanas hasta el cuello.

Traté de tranquilizarlo diciéndole que mi madre no entraría, nunca lo hacía sin que yo le dijera que pasara, a demás solo tocaba la puerta para avisarme que estaba en casa.

— ¿Y cómo voy a salir? Ya se debe haber dado cuenta, mi auto está parado allá afuera.

— Puede ser el auto de cualquiera — tomé su mano —. Tranquilo, voy a bajar.

— No me dejes solo.

— La puerta estará cerrada, no pasa nada.

Me vestí con mi playera y calcetines, abrí la puerta y salí, pero no sin antes asegurarla. Mi madre estaba en la sala de estar con Lucas hablando sobre la universidad.

— ¡Hola familia! — los interrumpí.

Me saludaron con total normalidad, así que supe que todo andaba bien. Me fui a la cocina, tomé una jarra con agua, pan, mantequilla de maní, leche y cereal. Todo sin que se dieran cuenta, y en caso de que notaran todo lo que llevaba no sospecharían ya que cuando me deprimía (lo que pasaba muy seguido) metía toda la comida que me daba la gana a mi habitación y no decían nada. La psicóloga le dijo a mi madre que calmaba mi ansiedad comiendo, ¡sí! tuve que ir al psicólogo cuando mi padre murió. Pienso que lo de las terapias y eso era una mierda, pero en algo tenía razón, calmaba mis ataques de ansiedad con comida, por suerte mi metabolismo es rápido.

Cuando entre le indique que todo estaba bien allí abajo, él se quedó extrañado con todo lo que traía, preferí decirles que no lo notaron a explicarle los detalles de lo permisiva que era mi mamá con el asunto. Asegure la puerta de nuevo y encendí la tv. Preparamos unas rebanadas de pan y la comimos con leche, según él era una combinación extraña.

Tengo su número.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora