Parte 55.

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Faltaban unas pocas semanas para la presentación final de los proyectos y el que no lo aprobara difícilmente podría graduarse y asistir a la ceremonia. Melissa desde que tenía novio ya no hacía más preguntas y se limitaba a leer mi mirada y a dejarlo todo como estaba en señal de <<te entiendo, amiga>> no le importo que no hubiera colaborado en el proyecto y fue en contra de la opinión de todos los miembros con respecto a recibirme con la excusa de que ella había puesto todos los fondos de la investigación. A veces la odiaba, pero era complicado tratar de no amarla el resto del tiempo, y no lo digo solo por interés.

Mi madre no se enteró de lo ocurrido. El golpe de la cara ni lo mencionamos, no tengo idea de por qué al igual que Melissa no preguntó.

A Matías no lo vi durante las semanas de presentación final y no intente llamarlo tampoco, lo que sí noté fue la presencia del auto negro fuera de la institución, lo cual me causaba un ataque de pánicos.

Aprobé cada una de mis pruebas, algunas gracias a Melissa y otras por mérito propio. Faltaba una semana para la graduación y cada día era para los preparativos. Mi madre y mi hermano estaban muy felices porque había aprobado todo como ellos se lo esperaban. El padre de Melissa contribuyo con los preparativos y rento un salón para la fiesta de los graduados.

Fingí delante de todos que estaba muy bien y sonreía a cada persona que me miraba. Me sorprendía el hecho de que yo era la única que se preocupaba por la ausencia de Matías y nadie parecía notarlo, no se lo comenté a nadie más porque, aunque no quería aceptarlo me daba un poco de miedo acercarme a él. De noche tenía pesadillas y de día tenía la sensación de que alguien me estaba siguiendo. Hice que mi madre me comprara otro teléfono y siempre lo llevaba en la mano con el nombre de mi mejor amiga de primero en caso de que necesitara llamarla porque sabía que ella siempre me contestaría...

Mi hermano me regalo el vestido de graduación y mi madre los zapatos y los accesorios. Melissa me obsequió un brazalete de la amistad y me invitó después de un largo tiempo a quedarme en su casa para prepararnos para el gran día.

A las doce de la noche decidí levantarme de la cama sin hacer ruido. Tomé mi teléfono y bajé las escaleras con dirección a la piscina. Estaba tan oscuro que no podía ver mis pies y hacía mucho frió, pero eso ya no importaba. Me senté a la orilla de la piscina y hundí los pies en ella. Empecé a pasar cada foto que tenía con Matías, deseaba tanto estar a su lado, extrañaba su mirada, su voz y su olor, extrañaba la idea de una relación perfecta, pero no la tenía. Recordé la primera vez que lo vi, lo que sentía cada vez que lo veía o estaba cerca y las canciones que escuchamos juntos, pero ahora solo tenía miedo. Borré cada foto, una por una, la música que me había dedicado, y por último, borré su número...

De tantas cosas que recordé, me paso por la mente lo valiente que quise ser la primera vez que hablé con Milena y lo humillada que me había dejado. No valía la pena pasar por eso. Me sumergí completamente en la piscina, estaba sola y a oscuras. Y no me importaba el hecho de que alguien saliera y me sorprendiera en las aguas alumbradas de un azul ultramarino. Nadé hasta el fondo y regresé a la superficie creyendo que aguantar la respiración me arrancaría el desagradable dolor que aún tenía en las costillas. Los moretones que solo yo había visto desaparecerían en cualquier momento, pero mi vergüenza por no haberle dicho nada a nadie seguiría allí, persiguiéndome. Al igual que el miedo de volver a pasar por lo mismo.



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