Parte 17.

1.8K 91 1
                                    

En cuanto llegue a casa lo primero que hice fue dirigirme al estudio de mi padre que ahora también usaba mi madre. Al entrar note que el jarrón donde se le colocaban las peonias (sus flores favoritas y también las mías) estaba repleto de flores frescas. Mi madre como cosa rara se encontraba en casa temprano.  Su gesto era muy vivo, hace mucho no la veía así.

— Hola ma... —  dije y ella levanto el rostro de sus quehaceres

Me acerque al jarrón con las flores y me incline para sentir su tacto. Mi madre me saludo cariñosa y volvió a lo suyo. Verla sonreír fue tan extraño, pero no dijo nada, así que me hizo entender que pase lo que pase, seguirá siendo la misma.

Subí las escaleras con una ligera sensación de pesadez en los hombros, entre a mi habitación, me deshice de los zapatos y me derrumbe por completo en la cama. El alivio era tan reconfortante que me quede profundamente dormida. 

***

La melodía inundo mi reproductor, me pareció tan fuera de lugar que lo deje caer al suelo. El blues no era uno de mis géneros musicales favoritos, de hecho, me parecía un tanto aburrido. Como para personas mayores. Me encontraba sentada en un lugar incapaz de describir, en ese momento, sentí un beso en la mejilla, al girarme pude distinguí a un muchacho de un increíble atractivo que después de besarme se inclino para tomar mi reproductor.

Desperté. Tenía tanto frío que mi cuerpo tuvo que hacer un refuerzo y decidir si quedarse en la cama o tomar un suéter.

Suéter. Insistí como si no fuera dueña de mis acciones.

El resto de la tarde se empezaba a pasar muy rápido, no quería dar todo el día por perdido así que salí de casa sin avisarle a nadie. Un paseo por el centro no estaría mal.

Nada mal.

El clima se sentía un poco húmedo, pero no me importaba nada, no me preocupaba si mi cabello empezaba a esponjarse. Camine desde mi casa hasta la parada del bus, espere cinco minutos hasta que llego uno y me subí. Había una tienda donde vendían discos de la cual me hablaron un par de veces, pero lo especial no eran los discos, sino quien trabajaba allí tres días a la semana a partir de las cuatro de la tarde.

La humedad en el aire me hizo sentir particularmente valiente ese día. Me acerque a la puerta con las manos dentro de los bolsillos del suéter, las tenía temblorosas, estaba un poco nerviosa y me debatía entre entrar y largarme como siempre lo hacía luego de ver por la ventana al chico que ponía mi mundo de cabezas.

Entre...

Empuje la puerta con la palma de la mano sintiendo el duro y frío cristal contra mi piel, fue como un poema cuando el ruido de la puerta anuncio mi entrada. Mi mirada se fijó en él, como si de casualidad se tratara y no supiera quien era. Que cursi me había vuelto. Empecé a caminar por los estantes, fingiendo interés. Por un momento me distraje caminando en círculos, siendo estúpida más que nada, hasta que al fin sucedió.

— ¿En que puedo ayudarte?

Sonreí, ampliamente. Era más sonrisa que cara y persona. Pense en un millón de maneras en las que podía haberle respondido. Lo había ensayado en mi mente durante tanto tiempo que cuando al fin llego el momento me congele. 

¿Ustedes que hubieran hecho? están frente a su  crush y él les habla.

Tengo su número.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora