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Con un gruñido ronco apago mi alarma, ¡Santo Cielos!, ya llevaba seis meses viviendo en el pueblo y aún no me acostumbraba a los madrugones a los que me sometía, vivir sola era una de las mejores experiencias de mi vida, y más cuando el lugar era completamente nuevo para mí. San Rafael me había dado a esta Frida que tanto yo estaba buscando, y Diooos ¡qué Frida!

Llevaba las riendas de mi vida sin rendirle cuentas a nadie, tenía mucho más responsabilidades que antes, ya no era la pequeña Frida despreocupada a la que sus padres les daban todo, ahora hasta las bragas me tenía que lavar, había veces en que extrañaba esos días en que mi vida estaba resuelta, pero jamás dejaría lo que estaba viviendo ahora por volver bajo las alas de mis padres, el cambio hasta ahora me estaba sentando de mara-villa.

—Vamos mujer, levántate o te quedaras con las peores frutas de la feria —gruño de nuevo y me salgo de mi cueva —¿Cuando Frida Canning se había levantado a las seis para ir al mercado a comprar frutas y verduras frescas? Nunca, jamás, pero esas preciosas cositas que traían los camioneros de todo el país merecían todo el esfuerzo.

La nueva Frida ve sexy a la comida ¿Qué tal?

Con mucha pereza, en exceso realmente, me levanto para hacer mi sesión de higiene matutina, lavarme los dientes y una ducha rápida, como no quiero perder más tiempo tomo lo primero que veo, un pantalón negro rasgado en las rodillas,  un crop top deportivo del mismo color y mis Nikes rojos, lista.

—Mierda mi cabello es un auténtico nido de pájaros —me veo en el espejo y efecto eso es, paso un peine lo más rápido que puedo y hago un desordenado moño, de todos modos el casco va a tapar todo ese desastre.

Sin mucho animo tomo un vaso de zumo de naranja, estas son las cosas que más me gustan de aquí, todo es natural, fresco y delicioso. Después de terminar agarro mi bolsa de mercado saco mi Fridamóvil, mi harley del garaje, pongo el casco, ¡y aquí voy San Rafael!

Manejo un poco rápido pero, ¡bah!, a esta hora de un domingo la gente no anda por ahí con sus autos, están durmiendo pasando la resaca del día anterior, porque si algo tiene este pueblo es que son fiesteros hasta el cansancio, todos los fines de semana en San Rafael hay un rumbón, si no las hace el Alcalde, las hace en club de abuelos, la organización de cacaoteros, las espectaculares ferias, las fiestas temáticas en el bar o las reuniones exclusivas de las doñas refinadas, pero siempre es seguro la fiesta, las bebidas y la resaca del domingo por la mañana.

Llego al mercado y estaciono mi moto. Me saco el casco observando que no ha llegado la gente —¡Perfecto! Las mejores frutas para Frida Canning— mientras camino voy a mi puesto favorito, ahí tienen de todo y el tendero es un hombre muy guapo y coqueto, que hace mi estadía en el mercado mucho más increíble.

—Muy buenos días para mi chica de la metrópoli —dice el dueño del puesto apenas me ve llegar —Madrugadora como siempre, ya aparte lo tuyo preciosa —sonrió coqueta y veo como sus mejillas se tiñen de rosa.

—Buenos días para ti también ¿a qué horas me das lo mío? —pregunto y luego muerdo mi labio, no lo retengo más y suelto una carcajada al ver sus ojos abrirse de impresión y su cara prenderse de color rojo por la pena —Me encanta hacerte sonrojar, pero vale sin bromas, ¿Qué fue lo que me apartaste ésta vez?

—Todo lo que te gusta preciosa —Muerdo mi lengua evitando hacer otro comentario sugerente como el anterior mientras sigo escuchando su respuesta —Lo mejor de esta semana mi reina son las manzanas, están grandes, rojas y frescas como te gustan — saca las tres bolsas y comienzo a revisar a ver si no falta nada, por suerte esta todo, mis frutas y verduras, en la medida exacta, todo perfecto como siempre.

¿Qué diablos, Frida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora