¡Llegó el día!
Y mi princesa está súper emocionada, temo por sus hermosas mejillas, no quiero que se le vayan a entumecer a la pobre de tanto sonreír, de verdad, creí que las sonrisas de oreja a oreja no existían, pero ahora que la veo a ella, sé que sí.
Después de una mañana plagada de mucho, muchísimo amor, hemos vuelto por nuestra pequeña Emily, para desayunar todos juntos en familia, y por supuesto prepararla para su majestuosa fiesta de cumpleaños. Apenas la vimos le gritamos un fuerte feliz cumpleaños y no las comimos a besos, ella rio y soltó un par de lagrimillas, pero de pura alegría. Su padre que es todo un consentidor ya le dio su primer regalo, pero hay que ser sinceros, la cría es una dulzura y se lo merece, ella contenta recibió su alfombra para videojuegos que tanto quería y que luego probaremos para ver cómo se usa, la cosa es que se ve chulo jugar videojuegos con los pies.
Mi querida suegra Genoveva ha preparado un desayuno de muerte, cada día la envidio más por su deliciosa sazón en la comida, de verdad que le quedó exquisita, unos panecillos hechos por ella misma con mermelada de fresa, frutas picadas, yogurt con granola, y unos panqueques, que oh Dios sabían geniales, con miel y sirope de chocolate, el desayuno ideal para una loca como yo, aunque realmente está mañana comimos lo que más le gusta a Emily.
Apurados por la fiesta nos vamos los tres a la casa, entre conversadera y cosas casi se nos va del todo la mañana, pero no, todavía estamos a tiempo y según me informa mi adorado Jaype, todo está de maravilla, Janeth y él se han encargado de todo y todo está listo. Una vez en la casa Emily se mete al baño dispuesta a tener un relajante baño de espumas, por supuesto se ha envuelto su nueva melena rosa en un paño para no mojársela.
Me rio ante sus ocurrencias, y así mismo entro a mi habitación donde dos fuertes manos sujetan mi cintura y me pegan con cuidado contra la pared.
—Hola guapo —le susurro y llevo mis labios hasta los suyos para darle un casto beso —Emily está bañándose ya, está súper emocionada con la fiesta.
Con una sonrisa, Isaac asiente. Por un instante solo nos miramos, sus ojos en los míos, y mi mirada clavada en la suya, así siento que todo se pierde, que solo estamos él y yo diciéndonos te amo con la mirada, que sensación más placentera el amar y ser amado. Su mano sube suavemente hasta ahuecar mi mejilla, le da una delicada caricia con su pulgar, que me hace sonreír y ladear mi cabeza buscando de su exquisito calor.
—Gracias Frida —susurra —. Nunca me cansaré de agradecer lo que has hecho por nosotros, incluso Rocco está más feliz, esta casa nunca había tenido tanta vida hasta que llegaste tú —Tira delicadamente de mi nuca, me despega de la pared y sus labios se posan sobre los míos en un beso —Gracias por aguantar a este amargado, por quererlo, y sobre todo por amar a su hija como si fuera tuya.
Sus labios semiabiertos atrapan los míos y me besa, siento su cálido aliento con sabor a mentas entrar a mi boca y refrescarla, su lengua le sigue y me roba un tierno jadeo, dejo que devore con una abrasadora y lenta caricia, suspira, se aparta y deja su frente pegada a la mía. Cuando creo que no, me consigo amándolo más, tanto, que daría hasta mi vida por él y por Emily, y juro por Dios que no lo pensaría dos veces.
—Esto es como una clase de magia Frida, jamás había sentido algo así —murmura con una pequeña sonrisa en sus labios.
—Lo sé, también lo siento, bebé.
Como siempre, cuando le digo bebé sonríe hermosamente y me da un beso rápido en los labios, pero es tal lo que se forma entre nosotros, que no se aguanta y me envuelve en sus musculosos brazos, me siento en casa cada vez que me rodean y esa sensación también es mágica.
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¿Qué diablos, Frida?
RomanceLa historia de amor entre una chica extrovertida y un padre soltero y amargado. ¿Qué diablos Frida? Fue lo que dijeron todos al saber que me mudaba, dejaba la gran metrópolis para empezar mi vida en un pequeño, pero acogedor pueblo, ya no quería ser...