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¡Ay, no! ¿qué hice?

Quiero dar la vuelta a mi dolorido y lindo cuerpecito pero no puedo, tengo un brazo; bastante músculo de hecho, que me sujeta como para que no me escape, pero estoy en mi casa cariño ¿a dónde más puedo ir?

¿Con quién coño me acosté? Bueno de algo estoy segura, me he acostado con un machote porque me duele hasta el cabello y ni hablar de mi entrepierna, me dio con ganas el hombre. Aunque el alcohol también tiene culpa de este desastre, yo tengo culpa de este desastroso desastre.

—¿Te vas ya?

—Si, adiós.

¡Ay, no! ¿Qué hice?

Recuerdos, malditos recuerdos.

De los cientos de hombres que había en el bar, tuve que meterme con el amargado, estirado y odioso señor Matters. Maldita sea con la zorra secreta de Frida, desde que lo vi me generó un no sé qué en el cuerpo y quise echarle la culpa a las cervezas del pobre Juancho.

¿Será qué lo despierto para que se vaya?

No, eso es un poco cruel, bueno pero a lo mejor lo necesitan en su casa, su hija... Su hija, si tiene hija tiene esposa. ¡Oh mierda! ¡Oh mierda! Me he acostado con un hombre casado, que se largue ya de mi casa.

Me doy la vuelta más que dispuesta olvidándome de la resaca y lo zarandeo del hombro —Eh tú, levantate —abre sus ojos aún medio dormido, pero no le paro y vuelvo —arriba señor Matters se tiene que ir —lo zarandeo de nuevo, trata de girar pero está tan a la orilla que...

¡Plum! Cae al piso.

—Mierda, cálmate Frida —murmura aún medio dormido. ¿Sabe qué se acostó conmigo? ¿Le fue infiel a su esposa conscientemente? ¿conmigo?

—¿Por qué coños estamos desnudos? ¿Por qué carajos estás dormido en mi cama? ¿abrazándome? —me mira estupefacto —Joder habla, no mires como un bobo.

—Quedamos en que no nos reclamaríamos nada al despertar y tú...tú me pediste que me quedara —lo miro, me mira y escucho el pajarito de mi interior decir: cucú cucú cucú. No recuerdo un carajo.

—Yo...yo no hice eso y no me mires así —arropo mi desnudez con la sábana rosa por su mirada lobuna deseosa de más de sea lo que sea que hicimos ayer.

—¿De verdad no recuerdas nada? —pregunta y hay algo de decepción en su mirada, ¿Habrá algo especial que recordar? No, no creo, entre un hombre CASADISIMO y yo no puede haber nada especial.

De repente como un montón de cachetadas llegan ráfagas de recuerdos a mi mente, contra la puerta, en la encimera de la cocina, santo Dios lo hicimos en la ducha y en la cama, con toda razón me duelen hasta las uñas.

—Yo...yo recuerdo cosas, pero esto no está bien, no está nada bien, usted es mi cliente —mi voz sale temblorosa pensando en los mil y un motivos por lo que esto no debió suceder —Usted es casado, tiene una hija, una familia y nos acostamos, esto es terrible —se levanta del piso y se sienta a mi lado, mi mirada se dirige a su cosa erecta. ¡Santo cielos qué cosa!

—Escucha Frida...— niego con la cabeza, no quiero escuchar.

—No, no, no, usted se va de mi casa, tápese eso —señalo su pene y sonríe —Esto fue mi culpa no le reclamo nada, pero váyase por favor, bastante mal no las llevamos para sumarle esta vergonzosa situación a la lista, por favor —me mira un poco más, y veo como poco a poco vuelve ese hombre gélido y amargado.

Sin decir nada se levanta y comienza a vestirse, su ropa está doblada perfectamente sobre la butaca de mi habitación, obviamente no fui yo porque la soy un desorden viviente, la ropa sucia está regada, los zapatos perdidos bajo la cama, un terrible desorden, pero me encanta.

¿Qué diablos, Frida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora