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Bien, es viernes, yo antes me volvía loca por que llegara el viernes, para ahora quiero que el tiempo se retrase y vuelva a ser lunes, o que pase increíblemente rápido para que sea lunes otra vez. En fin, lo que no quiero que suceda, es que llegue el fin de semana y yo sola. Me rehúso, estoy triste, extraño a los amores de mi vida, y me voy a encerrar en una casa llena de recuerdos, no puedo, eso es demasiado masoquista, pero tampoco quiero ir a la casa de mis papás, aún no saben lo que está pasando, no quiero que se preocupen por mí, y no quiero llorar más por una decisión que yo solita tomé.

Suspiro y le subo el volumen a la música, no sé qué explotará primero, si mis tímpanos o los audífonos, pero necesito escuchar música, algo que retumbe en mi mente más fuerte que mis pensamientos, y sobre todo, algo que retumbe más fuerte en mi corazón que mis sentimientos, y en momentos la música lo logra, hasta que llego a ese punto en que, la música se convierte en recuerdos.

Estos días he sobrevivido así, escuchando música, trabajando a tope, durmiendo mucho y comiendo demás, me mantengo ocupada, e incluso, aunque no se crea, he hecho ejercicio, me inscribí en una clase de yoga de lo más increíble junto a mi amiga Gina, y ohhh como olvidarlo, ambas hemos tenido terapias para superar a nuestros ex, ver películas frente a la tv comiendo helado, he hecho tanto en menos de una semana y, aun así, no he podido llenar el vacío que me han dejado Emily e Isaac...

—¡Frida! —me grita Janneth agitando sus manos delante de mí.

Apresurada y un tanto apenada me quito los audífonos de mis oídos y la miro, no sé cuánto tiempo tiene llamándome, mientras que yo estoy en las nebulosas pensando.

—Lo siento guapa, ¿querías algo?

—Sí, es qué...—Muerde su labio y sonríe algo extraño. Arqueo mi ceja sin saber que le sucede hasta se digna a continuar —Te buscan afuera... te busca la mamá de Emily.

—Dile que... ¡¿quién?! —La miro impresionada y su gesto no cambia.

Mi corazón empieza a latir con más fuerza, qué rayos hace esa mujer aquí, qué diablos quiere. Miro a Janneth con un signo de interrogación bien grande en mi frente, y la pobre solo se encoje de hombros.

No, no, ¡No! Esto solo me pasa a mí.

—Si quieres le digo que estás ocupada y... —Niego de inmediato. Yo no soy ninguna cobarde.

—Dile que pase, por favor.

Como siempre cuando alguien viene a verme miro mi ropa, me gusta estar presentable y por suerte hoy luzco más que divina. Nerviosa, fijo mi mirada en el vidrio esperando a que entre la mujer esa, y en efecto la veo, un pequeño susto corre en mi interior, pero no es por cobardía, no sé qué haga aquí y la incertidumbre me genera un poco de miedo.

—Adelante —le digo educada, en cuanto llega a la puerta.

Se toma su tiempo para sentarse, con mucha feminidad he de decir y por fin me mira a la cara, sus ojos se clavan en los míos, le mantengo la mirada mientras me recuesto de mi silla en una pose defensiva, sí, parezco una chica mala.

—¿En qué puedo ayudarte, Lucile? —le digo, al ver que ella no dice nada.

La veo tomar una respiración profunda que me indica que ella está igual de nerviosa que yo.

—Siento molestarte, Frida. Yo solo vine a agradecerte —Carraspea un poco mientras busca las palabras adecuadas —Quería darte las gracias por cuidar de mi familia, acompañar a Emily cuando yo no estuve y apoyar a mi esposo.

» Pero sobre todo, por lo que haces ahora por mí, por apartarte y respetar el lugar que me corresponde, el de madre y esposa.

Una corriente de ira se riega por todo mi cuerpo, ¿qué se ha creído esta zorra? Siento mis orejas calentar de furia, pero me controlo, ¡Cálmate Fridita! ¡Calma y no la mates! ¡Maldita sea!

¿Qué diablos, Frida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora