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¡Mmm! Que rico es despertar acurrucado con este amargadito, abraza sabroso y su cuerpo te da el calorcito justo para que la noche sea una perfecta divinura. Sonrío al sentir su dedo jugar con los mechones de mi cabello, lo siento enrollar un mechón en su dedo, soltarlo y repetir.

—Buenos días bebé —le susurro y mi voz sale ronca.

—Buenos días bonita —Su dedo levanta mi rostro por la quijada y sus labios van a los míos en delicado y dulce beso.

Suspiro en su boca y sonrío. Me encanta este hombre, me encanta como jamás me he encaprichado con otro.

Nos miramos a los ojos y los suyos reflejan un bonito brillo, está tranquilo y eso me alegra, es como si fuese otro hombre, uno sin tantos líos en la cabeza, y eso me enorgullece, si esto llaga resultar como un maldito desastre, me quedará la satisfacción de que hoy, veintisiete de mayo, este hombre esta tranquilo, relajado e incluso feliz.

—¿Qué hora es? —le pregunto en cuanto mis tripas crujen por el hambre.

—No importa la hora pequeña —Se inclina sobre y deja un beso en mis labios.

Un beso, otro y otro más, me olvido de todo cuando sus labios se mueven dulcemente sobre los míos, su tierno roce me enciende el cuerpo, y más cuando siento el fino tacto de su dedo subiendo por mi piel, roza mi cadera, sube por todo mi abdomen, sube la montaña de pecho, hasta llegar a mi mejilla, la acaricia, la sujeta y sigue besándome hasta dejarme sin aliento.

—Sería una maravilla despertar cada mañana a tu lado, mirar tu hermoso rostro adormilado y besar tus ricos labios Frida. Gracias por regalarme el placer de vivir esta experiencia esta mañana, ha sido uno de los mejores momentos de mi vida.

De momento no sé que decir, es lo más hermoso que un hombre me ha dicho alguna vez y más cuando me encuentro toda despeinada y con el aliento sabor a dinosaurios, y más viniendo de un hombre tan hermético como él.

Quiero darle las gracias, quiero decirle tanto, pero su teléfono suena y ambos sabemos que significa, Emily lo necesita y por más que nos cueste, nos separamos un poco y él contesta la llamada.

—Buenos días princesa —Sonrío al escucharlo —Ya voy a buscarte, desayuna tranquila con mamá que unos minutos voy —Escucha a su pequeña con una sonrisa y eso obviamente me hace sonreír mucho más —No me he olvidado de tu día de chicas con tu amiga, ya iré por ti —Rueda los ojos divertido —Bien. Adiós.

—¿Día de chicas? —pregunto divertida.

—Sí. Prometí llevarla al cine y comprar ropa con su amiga, no te asustes si me ves con brillo en las uñas, a veces me toca ir a la peluquería —Suelto una pequeña carcajada.

No me imagino a este gruñón en una peluquería haciéndose la manicura, colocándose brillo en las uñas, sinceramente eso no es algo de su agrado, lo sé y lo veo. Pero inmediatamente pienso en que lo hace para ver feliz a su hija, para cubrir esa falta de su madre, ahora veo con más claridad lo difícil que es ser padre soltero, o solo como es su caso.

—Creo que te verás sexy con manicura y muchos brillos en las uñas.

Me subo a su regazo y beso su boca repetidas veces. Mi león salvaje aprovecha para ahuecar mis nalgas en sus manos y apretarlas a su antojo.

—Sexy te ves tú desnuda y sobre mí, pequeña.

Mi carcajada se ve interrumpida por un magnifico beso, sus manos viajan libres por mi espalda excitándome, por enésima vez en las ultimas veinticuatro horas, aunque quisiera no me dejo llevar por la lujuria y el deseo que provoca su beso. No podemos por el día de chicas.

—Lo sé y no me digas —me dice don amargadito.

—Bien. Si quieres, puedes tomar una ducha mientras te preparo el desayuno.

—No gracias, no quiero morir envenenado —Suelta una carcajada e inevitablemente yo hago lo mismo.

—¡Idiota! —gruño haciéndome la furiosa.

Isaac con un movimiento rápido nos da la vuelta y quedamos acostados, él sobre mí y al mirarnos nos besamos.

—No es necesario que hagas nada más, ya has hecho mucho por mí en poco tiempo pequeña.

—¿Es tu manera sutil de decirme que no quieres morir envenenado? —pregunto haciéndolo sonreír.

—Quizá —Deja un beso en mis labios y se va hasta el baño. 

Me levanto de la cama y me pongo un cómodo albornoz para ir a hacerle un café, al menos tengo la certeza de que eso me queda de maravilla y no correrá riesgo de morir ante mi pésimo talento culinario. Al terminar me sirvo una taza llena hasta el tope para mí y me enciendo un cigarro, malos vicios que juntos son de lo peor, pero hoy se me antoja y no puedo hacer más.
Isaac sale en cuanto llevo medio cigarro, al verme su mandíbula se tensa, obviamente no le ha gustado lo que ha visto y no dice nada, solo me mira, me mira y me mira.

Pero lo bueno no dura mucho y susurra conteniéndose:

—No quiero ser abusador, pero, ¿podrías posponerlo hasta que me vaya?

Asiento y lo apago mojándolo en el fregadero. Sé lo mucho que le ha costado decírmelo de esa forma, conociéndolo sé que es capaz de arrancármelo de la mano, se lo ha hecho a Gina, pero él sabe perfectamente que conmigo las cosas no funcionan así.

—Gracias —murmura.

Sonrío tranquila y le doy su taza de café, lo bebemos en silencio hasta que él bebe el último sorbo y llega el momento que menos quiero.

Lo acompaño hasta la puerta donde le doy un fuerte abrazo y un beso en sus carnosos labios.

—Ten un lindo día de chicas guapo —le digo divertida.

—Tú igual pequeña. Trataré de venir a verte en la noche o mañana.

—No te preocupes, disfruta de tu hija que ya tendremos tiempo para nosotros.

Le doy otro beso más y al verlo subir a su auto un fuerte sentimiento de añoranza me invade.

Me tiro en la cama desnuda nuevamente y me envuelvo en las sabanas que contienen su rico olor, me encanta su olor, el aroma natural de su piel, el sabor de su sudor, todo él es tan delicioso que me embriaga hasta volverme loca. Suspiro dándome cuenta de que empiezo a quererlo, más rápido de lo que imaginé.

No sé cuanto tiempo he pasado tirada en la cama entre suspiros, pensando en amor y lo que pudiese ser, pero mi teléfono suena avisándome la llegada de un mensaje y me saca de mi burbuja amorosa. Lo tomo y sonrío al ver lo que dice la loca de Gina.

Pero, ¡QUE FUERTE DIOS! Mi hermano, el amargado, tiene una sonrisa de oreja a oreja.
Necesito que me cuentes pero, ¡YAAA! Sin excusas, esta noche es de chicas y me contarás todo Frida Canning.


Ese mensaje me pone feliz y nerviosa, sé que tengo que hablar con ella y la idea me parece de maravilla, no sé como vaya a tomarlo pero necesito contarle a alguien todo lo que empiezo a sentir, necesito el consejo de alguien y sé que Gina será perfecta, además me muero por saber quien es ese misterioso hombre con quien sale. Animada por ello, le respondo:

Perfecto, te veré aquí en la noche, también tienes cosas que contarme, no lo olvides.

Estoy feliz, tengo la certeza de que esta noche será un sello imborrable en mi amistad con la alocada de Gina Matters.

¿Qué diablos, Frida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora