Sonrío al ver la foto que me ha mandado Frida esta mañana.
Está ella con mi hija listas para salir, se ven hermosas, Frida le ha hecho una trenza a Emily recogiéndole parte de su cabello, mientras que Frida tiene su hermoso cabello platinado, no gris, como me ha corregido mil veces; totalmente lacio, lleva poco maquillaje y mi pequeña tiene un labial rosa en su boca, están hermosas pero sobre todo felices.
Por la sonrisa de Emily no puedo dejar de pensar lo mucho que le hace falta su madre, o al menos una mujer que no sea mi madre o mi hermana, una mujer distinta, una mujer como Frida, en la que ella pueda confiar, que le enseñe a ser femenina, a ser cuidadosa, sentir ese afecto que solo una mujer puede darle a un niño, que pueda sentir ese don especial que tienen las que mujeres para que cualquier pequeñez pueda verse como la creación más increíble del mundo. Y por más que lo hayamos intentado, mi madre, Gina o yo no hemos podido llenar ese vacío que ha dejado Lucile en su hija, pero que ahora en una foto puedo ver que Frida si.
¿Será que estoy haciendo mal en esperar a Lucile?
Nunca me lo había cuestionado hasta hoy, pero ahora que entiendo que mi hija puede ser mucho más feliz de lo que es, que existe una posibilidad para que ella llene ese vacío que siente a causa de su madre, madre a la que hemos esperado por más de siete años y ella no ha hecho ni una maldita llamada. Y que todo ello esta en mis manos, el poder de cambiar mi vida y la de Emily está en mis manos.
¿Y sería Frida esa mujer que nos ayude a salir de esa oscuridad en la que hemos vivido por años?
No lo sé y tengo miedo de averiguarlo, aunque parezca una mujer fantástica, una mujer fácil de amar, es una mujer a la cual no conozco, no sé de lo que es capaz y no sé hasta donde ella quiera arriesgar conmigo. Pero lo que más me aterra es que mi hija y yo nos encariñemos con Frida, que la aceptemos en nuestras vidas, envolvernos en esa magia que toda ella desprende y que un día nos abandone.
No lo soportaría, mi corazón no lo aguantaría y el de Emily mucho menos, aunque cuando su madre se fue ella apenas tenía unos meses de nacida aún le afecta mucho su partida, le hace falta su madre, y si llegamos a un punto en que cree ese vinculo con Frida y ella nos falte, el corazón de mi hija se destrozaría.
No puedo tomar decisiones a la ligera cuando se trata de la estabilidad emocional de mi hija, no puedo.
Tal vez estoy siendo paranoico, un tanto loco y hasta cobarde como me llamó esa loca mujer una vez. Pero cuando te rompen el corazón por primera vez, entiendes que ese bien preciado no se lo puedes entregar a cualquiera, que no todos comprenden el valor de ser amados, pero más aún no todos merecen ser amados con la intensidad a la que late un corazón desbocado.
A las once y media llego por fin al pueblo, el viaje ha sido un tanto incómodo ante tantas cosas que tengo en la mente, pero decidido a que no me afecten más mi mañana mis turbados pensamientos me voy directo a casa de mi madre. Al bajarme del auto mi espalda cruje, he pasado una buena cantidad de horas sentado manejando y el cuerpo me duele. Entro al jardín y sin llamar abro la puerta de la casa, me encuentro Gina sentada en el mueble con su laptop en las piernas y mi madre a su lado con una taza de café.
—Buenos días —les digo y ya tengo a mi madre frente a mi dándome un fuerte abrazo.
—Buenos días hijo mío. ¿Cómo pasaste la noche? ¿Dormiste bien?
Me acerco hasta Gina para darle un beso en su cabellera, esta me sonríe para seguir en lo suyo.
—Si mamá, dormí bien, todo estuvo bien.
—Gracias al cielo hijo ¿Quieres café? —me pregunta y yo asiento rápidamente.
La sigo hasta la cocina donde ella me da el café, nos sentamos juntos en los bancos de la encimera y ella comienza a contarme sus cosas, lo que hizo y lo no mientras yo no estuve en el pueblo. Tomo su mano para llamar su atención, cuando la tengo pregunto rápidamente antes de vuelva a hablar nuevamente.
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¿Qué diablos, Frida?
RomanceLa historia de amor entre una chica extrovertida y un padre soltero y amargado. ¿Qué diablos Frida? Fue lo que dijeron todos al saber que me mudaba, dejaba la gran metrópolis para empezar mi vida en un pequeño, pero acogedor pueblo, ya no quería ser...