Aunque ha sido decisión mía, y de nadie más que mía, sigo convenciéndome que estoy haciendo lo correcto, es que me siento tan mal con lo que hago, que tengo que convencerme a cada minuto. Lo había pensado desde de hace mucho, si algún día llegase a volver Lucile, le dejaría el camino libre a Isaac para que fuese feliz con ella, solo estoy pensando en él y en mi chiquita, ellos pasaron ocho años esperándola, deseando que volviera, y no seré yo el motivo por el que no cumplan su sueño. Es solo eso, así de simple, pero me duele como si hubiesen partido cada uno de mis huesos, y se hubiesen desgarrado cada uno de mis músculos, pero cómo no, si yo los amo con todo lo que tengo, solo han pasado horas y los extraño como una loca. No entiendo como esa mujer pudo alejarse ocho años, si yo llevo como un infierno este par de horas, ni hoy, ni nunca lo comprenderé, no la juzgo, pero de verdad, jamás la comprenderé.
Suspiro llena de melancolía terminando de acomodar mi casa, es decir, limpiarla, porque tengo absolutamente todo en la casa de Isaac, lo pienso, y de verdad no sé cómo haré para sacar todo eso de allí, será poco a poco para que no nos duela tanto.
Buscando de distraerme me voy al supermercado, tengo que llenar mi nevera y la alacena de comida, compro de todo y sobre todo, dulces, los necesito. Aprovecho y compro algo de ropa para tener en casa, un par de vestidos veraniegos, aunque ya el verano está oficialmente acabado, sandalias y zapatillas, un par de jeans y camisetas, la verdad me la paso genial, e incluso me hace olvidar el montón de cosas que estoy viviendo.
Al llegar a casa, me invade la soledad, suspiro y me tiro en el sofá. No puedo evitarlo, recuerdo todo, cuando los conocí, cuando peleamos, recuerdo cada cosa que viví al lado de cada uno, y es una lástima, que recuerdos tan hermosos, hoy me causen un profundo dolor. Pero de nuevo me convenzo que es por su felicidad, pronto todo pasará y volveré a ser la misma Frida que era antes de conocerlos. Con la cabeza repleta de sentimientos y recuerdos, tomo mi teléfono y me echo más sal a la herida, me pongo a ver mi carpeta de más de dos mil fotos, donde solo estamos Emily, Isaac y yo, compartiendo miles y miles de momentos.
Limpio mis lágrimas, a cada fotografía que paso, las miro por un instante evocando los recuerdos, hasta que otra foto aparece en mi pantalla, una de mi león salvaje solo, sonrío recordando que no quería que lo fotografiara, insistí tanto que se dejó y es la foto más sexy que tengo de él, por eso la puse como imagen de contacto, y en cuanto aparece con su nombre, y el celular me vibra en la mano, sé que me está llamando. Respiro profundo un par de veces y cuando creo que mi voz saldrá bien, le contesto.
—Hola guapo —saludo, y enseguida siento mis mejillas rojas.
Dejar todo esto, será sumamente difícil.
—Hola pequeña —Carraspea un poco, tal vez tiene el mismo sentimiento que yo en el pecho —Ya hablé con Emily, le comenté que querías hablar con ella, y está lista, está esperando por ti.
—Excelente, gracias por llamarme —susurro conteniéndome todo lo que siento.
—Bueno... adiós...—dice, más no cuelga, oigo su respiración un tanto agitada a través del teléfono.
—Oye...—lo llamo.
—¿Sí?
—¿Crees que Emily me rechace? —Lo oigo suspirar y estoy casi segura de haber escuchado una pequeña risilla.
—Emily jamás te rechazaría, tú solo apúrate que ella muere por verte.
Sonrío encantada. Sujetando el teléfono entre mi oreja y mi hombro, me voy hasta la moto, solo oigo la respiración de mi león salvaje y él la mía. Creo que esto no es sano, y de solo fijarme en ello, los ojos se me llenan de lágrimas.
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¿Qué diablos, Frida?
RomanceLa historia de amor entre una chica extrovertida y un padre soltero y amargado. ¿Qué diablos Frida? Fue lo que dijeron todos al saber que me mudaba, dejaba la gran metrópolis para empezar mi vida en un pequeño, pero acogedor pueblo, ya no quería ser...