Con cuidado deja a Emily sobre el suelo y yo suelto su mano, de inmediato su calor me hace falta a la vez que siento el horroroso nudo en mi garganta empezar a formarse. Trato de quedarme inmóvil, estoica y para mi suerte lo consigo, solo lo veo dar pequeños pasos hasta quedar frente a ella.
—Isaac...—susurra nuevamente y con una presión en la boca de mi estómago veo como levanta su mano para acariciar su mejilla.
Por primera vez siento como si el corazón se me estuviese haciendo pedazos, sé que es un musculo, pero en estos momentos lo siento como de cristal, un maldito cristal que se rompe en millones de pedazos, y solo porque ella ha tenido un impulso sentimental y lo ha abrazado. Inhalo con fuerza buscando un poco de aire, pero todos mis esfuerzos se pierden al ver como él, el hombre que amo, la envuelve tímidamente en sus brazos, mis ojos se llenan de lágrimas y mente se retuerce de celos.
Un sollozo me hace despertar de la imagen que tengo enfrente, miro a Emily a través de mis ojos cristalizados y ella ya ha soltado sus lágrimas, me pongo a su altura y la abrazo, tal vez no sean mis brazos los que ella desee, pero lo hago porque yo si necesito los de ella.
—No quiero que ella vuelva, Frida. No —Solloza abrazándome.
Tomo su delicado rostro en mis manos y la obligo a mirarme.
—Cielo es tu mami, ha vuelto por ti.
—Pero yo no quiero, Frida, mi mamá eres tú, no ella —Solloza en silencio y aquello me parte el corazón —Dile que se vaya, por favor, quiero que se vaya.
La abrazo de nuevo tratando de consolarla, y en eso siento una mano en mi espalda, la reconozco, tengo ese tacto grabado en mi piel, pero me niego a mirarlo, no sé qué me vaya a decir, pero sea lo que sea no lo quiero escuchar. Y él al ver mi negativa se pone de rodillas y me quita a Emily de los brazos, la carga y tirando de mí me levanta también.
—Frida... —susurra y como una clase de hechizo mi mirada va a la suya.
De nuevo me falta el aire, sus ojos están indescifrables, y es que no me quiero imaginar el montón de sentimientos que ha de tener rondándole la mente. Sin poder aguantarlo, mi mirada se dirige al piso y de inmediato sus brazos cubren mi cuerpo, me abraza. Mi corazón comienza a latir como loco y cuando quiero mirarlo para pedirle una explicación, lo que recibo es un tierno y delicado beso en mis labios, se siente tan maravilloso como los de siempre.
—Lo siento... yo... —susurra Lucile —Los extrañaba, necesitaba verlos, ustedes dos son mi todo y yo...—Se ahoga en su propio llanto y al verla de ese modo mis lágrimas se escapan.
Isaac la mira descolocado, es obvio que todos estamos afectados y contrariados al verla, y ella no para de llorar, quisiera entenderla, entender su sufrimiento, pero todo esto lo causó ella cuando se fue. Veo a Emily y está sollozando aún, pero también se está quedando dormida en los brazos de su papá, está tan agotada, e Isaac solo mira a Lucile metido en sus pensamientos, pero por la vena que cruza su frente, sé que dentro de poco su ira va a estallar por todos lados.
—Deberíamos entrar —le digo a Isaac tomando su mano —Emily se está durmiendo, y ustedes tienen cosas de qué hablar. Llévala al cuarto y yo me encargo de acomodarla.
Isaac asiente y se abre paso dentro de la casa, yo lo sigo y siento los pasos de Lucile detrás de mí, solo él y yo seguimos para dejar a Emily en la cama, ya está profundamente dormida, sin importar lo que he dicho se queda conmigo para ponerle el pijama, ninguno de los dice nada, yo solo controlo las lágrimas que pugnan por salir de mis ojos de solo pensar que sea la última vez que hagamos esto juntos.
Suspiro en cuanto se acaba, aunque quisiera congelar este momento y quedarnos los cuatro aquí para siempre, porque hasta Rococó ha venido, pero es obvio que no puedo, el tiempo sigue corriendo y nosotros con él, cada uno le da un beso en la frente a Emily, una lágrima se me escapa al sentir su calidez, tengo miedo, miedo de ella, miedo por que recupere lo que es suyo. Isaac me toma de la mano y salimos juntos de la habitación.
ESTÁS LEYENDO
¿Qué diablos, Frida?
RomanceLa historia de amor entre una chica extrovertida y un padre soltero y amargado. ¿Qué diablos Frida? Fue lo que dijeron todos al saber que me mudaba, dejaba la gran metrópolis para empezar mi vida en un pequeño, pero acogedor pueblo, ya no quería ser...