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Dicho y hecho.

A las seis en punto tomé mis cosas, cerré el negocio y emprendí mi viaje a la ciudad. Bueno antes de deje a Janeth en su casa dándome cuenta que es vecina de Genoveva, vive a unas casas de la familia Matters. Por un momento pensé en pasar  a despedirme de ellos pero un en cuanto vi el audi negro las ganas se disiparon, no podía volver a ver a Isaac con tantas loqueteras rondando mi cabeza.

A eso de un cuarto para las nueve llegué a la mansión Canning en el centro de la ciudad, estacioné mi moto en el jardín y apenas puse un pie en el piso para bajarme ya mi culo estaba agradecido, dos horas sentada aquí piloteando la nave era extremadamente agotador.

—¡¡Joe!! —chille emocionada tirándome los brazos del mayordomo de la casa.

—Señorita ¿cómo está? No estaba enterado de su visita. Bienvenida a su hogar.

—Bien ¿Y tú? Es una sorpresa —sonreímos —¿Y mis padres?

—Solo está su hermano señorita, la señora Andrea y la niña Aisha están de paseo y sus padres no han vuelto —¡Yeah! Eso era lo que quería escuchar.

—Gracias Joe —beso su mejilla y salgo corriendo. Al entrar en la casa todo esta exactamente igual, las hermosas escaleras de caracol relucen de limpio, el piso de madera brilla y las altas paredes pintadas de blanco adornadas con costosos cuadros tan perfectas como siempre.

Subo los escalones de dos en dos y llego al despacho de mi hermano, pongo la mano en el picaporte y abro la puerta después de tomar una respiración profunda.

Esta es una de mis habitaciones favoritas, mi hermano tiene un buen gusto para decorar, una hermosa biblioteca donde guarda sus innumerables obras del derecho, sus libros favoritos y una preciosa colección de Oscar Wilde, William Shakespeare y Charles Dickens. Un juego de sofá negro y su enorme e imponente escritorio de madera.

—Hola monstruo —le digo sonriendo. Levanta su vista de los papeles y me mira sonriendo.

—Hola pequeña mocosa —camino hasta él a la vez que él se levanta de su sillón. Nos abrazamos fuerte, de hecho es tan fuerte que me suenan los huesos de la columna —No sabía que vendrías —besa mi frente —Estas preciosa.

—Gracias, era una sorpresa.

—¿Sucede algo? ¿Estas embarazada?  —Si, este es mi hermano Freddy —Si lo estás tienes el mejor abogado del mundo frente a ti para quitarle hasta la vida al maldito que te ha embarazado.

—Suena tentador, pero no, no estoy embarazada ¿por qué siempre piensas eso de mí?

—Me preocupo pequeña, quiero que te cases con un buen hombre, al que yo apruebe previamente por supuesto y luego tengas tus hijos —asiento.

Nos tomamos de la mano par sentarnos juntos en su cómodo sofá.

—Eso es complicado, viendo que solo me cruzo con puros idiotas, unos solo quieren estar conmigo para entrar en tu bufete o tener el apoyo político de nuestros padres, y otros son unos imbéciles que me creen una puta porque tengo tatuajes y llevo escotes.

—Son unos imbéciles, tú eres perfecta hermanita —besa mi frente haciéndome sonreír —¿Y en el pueblo? ¿Puros imbéciles?

—No, no he conocido a nadie importante, ni he salido con nadie —le digo y todos los recuerdos con Isaac me vienen a la mente —Bueno hay alguien, pero es complicado.

—Y por eso estás aquí ¿o me equivoco? —sonrío.

—Si, hoy es el único que día que estas solo hasta tarde y necesito tu consejo, de hombre, hermano y abogado.

—Soy todo oídos mocosa —dice.

Le cuento absolutamente todo, ahorrándole los detalles eróticos de nuestros encuentros, le hablo del choque, de nuestro encuentro en mi trabajo, en el bar, en la casa de su madre, en mi oficina y por último en el mirador.

—¿Tuviste sexo en la calle Frida Canning? —aquí va, mi sermón del abogado —¿Sabes lo que pudo haber pasado si te hubiesen pillado? Tú no eres cualquier persona, tus padres son senadores y yo soy tu hermano, nada más y nada menos que abogado ¿en qué estabas pensando?

—¿Con la dea?

—¿Qué?

—Con la de abajo Freddy —bufa —No me juzgues, nadie nos pilló y fue un momento de calentón entre los dos que probablemente no vuelva a suceder y sinceramente eso es lo que menos me preocupa.

—¿Te gusta el tipo?

—¡¿Quééééé?! —arquea su ceja —No...si...no sé...supongo que si, por lo que ha pasado ¿no?

—Mira Frida, eres mi hermana y la verdad no me gustaría verte enredada con un tipo que no te ofrece nada bueno, y no me refiero a lo material, hablo de una relación estable —asiento —Y este tipo tiene que estar muy enamorado de su esposa para estar pensando en ella después de siete años, no creo que tenga nada que darte a ti como mujer, pero es un ser humano y tal vez llego su momento para seguir adelante y quizá seas tu quien lo ayude a salir.

—¿Qué crees que debo hacer? —suspira apretando mi mano.

—Sé sincera, ¿te gusta?

—Si, si me gusta —Ya está, lo he dicho. Me gusta el amargadito de Isaac Matters.

—Bueno, yo creo que deberías conversar con él a ver que es lo que quiere contigo, es obvio que si han llegado a tener sexo y él te ha buscado es porque le gustas tú también. Tal vez tu seas lo que él necesita para seguir adelante, no creo que sea sano para él y su hija esperar a alguien que probablemente no vuelva ¿no crees?

—Tienes razón.

—Y sinceramente ese tipo está prácticamente soltero, una demanda alegando abandono de hogar le otorgarán el divorcio rápidamente y la patria potestad de su hija. Esa mujer no merece llamarse madre.

—¿Y si ella vuelve?

—Pase lo que pase, sólo él tendrá poder sobre eso, será su decisión Frida, no depende de ti ni de ella sinceramente. 

—¿Crees que estoy loca si llego a enamorarme de él? —sonríe a mi pregunta.

—Solo los locos tenemos el privilegio de enamorarnos pequeña mocosa.

—¿Y si termino con el corazón hecho trizas?

—Serás fuerte para soportar ese dolor, tendrás paciencia para esperar hasta que sane y luego estarás lista para entregarle tu corazón a otro hombre que si te valore de verdad.

—Suena doloroso y nada agradable.

—Cuando consigues al amor de tu vida, te das cuenta que valió la pena cada dolor, cada sacrificio porque has llegado a donde perteneces.

—¡Vaya qué lindo! —se ríe y deja un beso en mi frente.

—Si, y me siento patético ¿quieres ir a Macdonalds? Como cuando eramos pequeños.

—¡Siiiii!

Nos levantamos del sofá y antes de caminar me lanzo en sus brazos para darle un abrazo.

—Gracias Freddy, eres el mejor.

—Lo sé.

Sonreímos y tomados de la mano nos vamos.

¿Qué diablos, Frida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora