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Cada mañana tomo un café en el mismo local, a la misma hora, me siento en la misma mesa y apenas hace tres días vengo a darme cuenta que Frida fuma cigarro sentada en la acera frente su negocio, a la misma hora, en la misma posición y frente a mí.

A la misma hora ambos nos intoxicamos, ella con nicotina, yo con cafeína. Uno frente al otro, solamente separados por un cristal, ella no se percata de mi presencia y yo aprovecho para admirarla, aunque jamás me ha gustado ver a una mujer fumando. Quisiera poder pararme de aquí e ir arrancarle el maldito cigarro de la mano. No puedo, no lo haré. Por lo poco que la conozco sé que me daría como mínimo una patada en las pelotas, por abusador. Recuerdo como me decía mi esposa Lucile, tienes que relajarte y dejar de ser tan controlador, suena fácil pero no lo es, y ahora menos cuando toda mi vida se vuelto un desastre después de conocer a Frida.

No me mentiré más, desde que casi choqué con ella, se me ha metido entre ceja y ceja, desde que la vi quitarse el casco me quedo claro que quería enredarme en ese maravilloso lío llamado Frida Canning, su porte para llamarme cobarde y la forma de tratar a Emily me dejó anonadado. Quise saber de ella y el destino me la puso de nuevo en el camino cuando fui a buscar a los organizadores, me comporté como un maldito idiota dejándola sola en su oficina. De nuevo tuve otra oportunidad, en el bar de Juancho, la vi apenas entró, como no, todos los hombres del bar la vieron entrar, ella no es de esas mujeres que pasan desapercibidas, donde se para deja su huella, toda ella llama la atención.

Pero de nuevo volví a cagarla y en mayúsculas. La vi salir, la quise acompañar, pero no me pude controlar, no debía acostarme con ella y menos si estaba ebria, pero joder yo también lo estaba, eso no me justifica, no debí acostarme con ella sabiendo mi situación, estoy casado y con una vida complicada, pero simplemente no me pude aguantar, sinceramente no me arrepiento de lo que hice, para nada, lo único malo y de lo que estaba seguro que pasaría apenas puse un dedo en su piel, fue que quedé con ganas de más.

Quiero hablarle, explicarle las cosas para que no se sienta mal con ella misma, que no se sienta incomoda conmigo, pero no se como abordarla, hace tres días que pasó aquello y aún no hemos hablado, quiero darle tiempo, que ella me busque cuando esté lista, pero siento que ella es un poco orgullosa para hacer eso, y sinceramente, yo soy un hombre muy cerrado para iniciar este tipo de conversación que ambos nos debemos.

Estos días me he sentido como si estuviese loco, antes de Frida solo podía pensar en mi esposa, queriendo saber de ella, como estará, que ha hecho con su vida, soñando con ella, con sus besos, con sus caricias, volviéndome loco con su recuerdo. Ahora esta loca mujer que casi choco es la ocupa mis pensamientos desplazando totalmente a Lucy, aunque con ella es de una manera diferente pero aún así los ocupa.

Con Frida es sexo, sexo desenfrenado lo que quiero.

Con Lucile es amor, el inmenso amor que siento por ella.

Y ambas, tan lejos y tan cerca, que me vuelvo loco.

¿Qué diablos, Frida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora