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¡Dioooos! Por fuera sigo sonriendo y por dentro está la Frida loca pegando gritos y jalándose los pelos. No por mal, quiero ir, esta niña hermosa me encanta y el que ella quiera compartir un lindo momento conmigo me llena de emoción, pero esa inocente fiesta rosa me ha traído más problemas de los que debiese, y aunque me muero por ir, no sé que piense Isaac de todo esto y probablemente se ponga como un demonio y la que termine pagando los platos rotos sea yo, no me parece mucho la idea.

—¿Qué dices? —pregunta mi princesa con entusiasmo.

Soy el peor ser humano del mundo si planeo negarme ante esta preciosa invitación.

—Moriría por ir contigo pequeña, pero —¡Ay no! Su ceño se ha arrugado —¿Qué piensa tu papá de esto? ¿Se lo comentaste?

Genoveva que entiende lo que pregunto, responde por ella rápidamente.

—No te preocupes hija, él está de acuerdo con esto, iba a venir pero se le hacía tarde para una cita.

Asiento más feliz que una lombriz.

—Entonces dame unos minutos para arreglarme —Beso su mejilla y salgo disparada a mi habitación.

Tomo una ducha rápida pero me aseguro de colocarme dos veces jabón en el cuerpo y dos de champú en el cabello, al salir me seco con premura y enrollo mi melena en un paño, abro mi armario y la vocecita de mi madre llega a mi cabeza: No puedes comprarte ropa decente y normal. No Aurora, no puedo, busco en mi guardarropa y no sé que usar. ¿Qué usan las madres para ir a la escuela de sus hijos? No lo sé y yo solo tengo faldas, crop tops, jeans rotos, vestidos cortos y otras cosas que estoy segura de que no se usan en horario infantil. Veo, veo y nada me convence.

Bueno equis, me vestiré como me gusta, y al que no le guste que no me mire, así de simple. Tomo un bonito crop top rojo, un jeans claro rasgado en las rodillas y unos bonitos zapatos blancos adidas, como llevo ya veinte minutos aquí metida me coloco un poco de crema y me desenredo el cabello, antes de salir me coloco un poco de perfume y tomo un suéter gris largo.

Lista y hermosa, pero sobre todo como me gusta.

Al bajar veo a las chicas en el mueble conversando, al verme sonríen y Genoveva me dice:

—Te he preparado un poco de desayuno, come tranquila.

—No se hubiese molestado, pero gracias.

Me siento en los taburetes de la cocina y me devoro lo que me han preparado las chicas, frutas picadas, yogurt, tostadas con nutella y una taza de café, todo delicioso y me lo termino en un santiamén.

—Lista —grito desde la cocina terminando de lavar los platos.

—Oye Frida —me dice Emily —¿Me quedaré contigo?

—¡Emily! —la reprende su abuela y ella frunce su entrecejo.

—Si tu abuela te deja por supuesto que si princesa.

—Viste mamá, Frida quiere y papá ya me dio permiso, ¿qué dices tú? —Se cruza de brazos y mira a su abuela exigiéndole un si o si con esos ojitos hermosos que tiene.

—Te diré luego, vámonos que se hace tarde.

Tomo la cartera y los dos cascos, Genoveva me mira sorprendida en cuanto lo hago pero no dice nada, por suerte para mí tengo un casco pequeño que darle a ella por mi sobrina y que estoy segura le sentará de maravilla. Al salir de la casa nos montamos en la moto con la protección puesta y tras despedirnos de Genoveva, que tiene un taxi esperando por ella, nos vamos.

Las manitas de Emily se abrazan con fuerza en mi cintura y me pide que aumente la velocidad, me río y le digo que no, que niñita tan atrevida, estoy segura de que le dará más de un dolor de cabeza a mi amargado favorito cuando esté más grande.

¿Qué diablos, Frida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora