Epílogo

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Dos años después...

Las barbacoas en el jardín se han hecho parte de la familia, cada domingo nos reunimos, ya sea en mi casa, la de mamá, o en la de Gina, para compartir todos juntos en familia. Y en esta oportunidad ha sido en nuestra casa. Frida corre de un lado a otro tratando de ponerle el traje de baño a nuestra pequeña Emma, mejor conocida como la pequeña correcaminos, tiene dieciocho meses, y cada vez que la miro me recuerda a Emily, rubia, de mejillas regordetas y tremenda. Antes de que cruce al jardín la tomo de sorpresa haciendo que pegue un fuerte grito seguido de una carcajada.

—¿A dónde planeas ir, pequeña traviesa? —Llevo mis dedos a su barriguita pelada haciéndole cosquillas.

¡Paapiii! —grita riéndose.

—¿Papi? —repito fingiendo molestia, haciéndola reír. Frida llega hasta nosotros con la frente un poco sudada y el ceño fruncido.

—Tu hija me va a sacar canas de colores, no se quiere vestir y ya todos están por llegar —Trato de no reírme al oírla, pues ya tiene el cabello completamente rosa, y desde que estoy con ella, le he visto casi la paleta entera en su cabello de tanto teñirlo.

Con un gesto inocentón Emma se muerde su dedito índice, al ver a su madre molesta.

Dipupa mami —murmura levantando sus brazos.

Aunque se haga la dura, le encanta escuchar a nuestra bebé pedirle disculpas. Sonriente la toma en sus brazos y me pasa el top de su traje de baño para que sea yo quien se lo coloque. Emma es una niña avispada, todo lo capta al instante y maquina súper rápido, antes de cumplir el año comenzó a caminar y desde hace un par de meses está agregándole palabras a su corto vocabulario, y el disculpa mami encabeza la lista, como muestra inmediata de que realmente hace muchas travesuras.

A diferencia de lo que todos pensábamos es una niña muy activa, pues el embarazo de Frida fue uno soñado por todas las mujeres, casi no vomitó, no hubieron mareos y de peso solo aumento lo justo, la pequeña Emma comenzó a moverse a los seis meses de gestación y lo hacia solo de día, todo eso nos llevó a pensar que sería una niña extremadamente tranquila, pero vaya, todo lo que no hizo en la barriga, si que lo está haciendo ahora.

Al terminar beso la cabellera de mi niña, y luego los labios de mi pequeña.

Amo papi. Amo papi —Me dice dándome un beso en la mejilla.

—¿Y a mami? —Le pregunta Frida, y Emma niega riéndose —¿No me amas? —pregunta con un deje dramático, y mi bebé ríe escandalosa.

Amo mami —Besa su mejilla, y su mamá la abraza, la besuquea y la mima haciéndola reír.

Mi pequeña me deja a la niña y se va hasta nuestra habitación para terminar de arreglarse, aunque sinceramente yo no sé qué, porque la veo increíblemente bien, hermosa y rozagante como siempre. Suspiro enamorado. Ella y mis hijas son la luz de mi vida. Bueno, realmente todos son mi luz, mi madre, mi hermana Gina y su pequeño Andrés, de dos años, ese niño que es la viva imagen de mi padre, su carita de hombre demuestra que no solo comparte el nombre con su abuelo, es su copia, ni yo me parezco tanto como él. Cada vez que miro a mi sobrino me hace pensar en mi padre, recordarlo y saber que nos guía a todos desde el cielo, solo espero que esté orgulloso de como he llevado y cuidado de la familia y su chocolatera.

Sigo jugando con Emma en el sofá, después de haberle colocado el vestido y sus cholitas, cuando mi hermosa mujer baja las escaleras, con un diminuto vestido floreado que deja a la vista los dos leones tatuados de sus muslos. La miro deseoso haciendo que ría, sabe lo que pienso y lo que quiero. Me aseguro de no dejar a Emma en la orilla y me levanto, al tenerla frente a mí la tomo de la cintura y beso sus labios con auténtica delicia, el labial sabor a fresas me hace querer profundizar y Frida me lo permite por unos segundos.

¿Qué diablos, Frida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora