No puedo dormir, son las putas dos y treinta ocho de la madrugada y yo no puedo dormir.
¿Por qué?
Isaac Matters desde luego.
¿Cómo se le ocurre decirme todo aquello? Me siento entre la espada y la pared, quiero seguir tratando con Gina, con Genoveva y con Emily y desde luego seguir follando con él, ¿quién no? Pero esta casado con una misteriosa mujer de la que ni su propia hija habla ¿Eso es normal? Por supuesto que no lo es. Ahora están este poco de conjuntos de ropa intima, uno es más sexy que el otro, todos son increíbles, de colores lujuriosos e incluso hay un body. Un maldito body negro de encaje que no deja nada a la imaginación ¡NADA!
He dado vueltas en la cama, me paré al baño, a beber agua, conté dos mil ovejas y nada me hace dormir, cada vez que cierro los ojos viene de inmediato el señor Matters y su manera tan peculiar de pedirme sexo, con una advertencia. ¡UNA MALDITA ADVERTENCIA!
-!Joooder! No puedo más -grito frustrada lanzando la almohada contra la pared.
Actuando por inercia me levanto de la cama, me coloco las pantuflas rosas con puntos blancos, mi chal blanco para el frío y así mismo salgo de mi casa. Si, voy caminar a las casi tres de la mañana fuera de casa. He dicho que soy loca, y ahora sin dormir no es muy buena combinación que digamos. Pero bueno con el teléfono en la mano y las llaves salgo ¿qué tanto me puede suceder? ¿No?
Lo bueno de mi casa es que estoy algo cerca de la playa pero mucho más cerca del mirador, que es lo que más me gusta de este pueblo. Hay una casa estilo choza, donde puedes ver la playa desde una pequeña montaña, la vista da para mirar a donde llegan los pescadores después de su arduo labor, por donde entra el sol en estas fechas y donde venden los pescados frescos a las cinco de la mañana. En fin es un lugar con muy bonita vista y a donde camino casi por inercia.
Para subir al mirador hay una hermosa escalera de piedra, mientras voy subiendo el olor a playa me inmunda y la brisa fría me acaricia. Suspiro sintiendo una especie de conexión con la naturaleza. Por una extraña razón siento un alivio de estar aquí, como si mi cuerpo necesitase de este lugar. Sonrío subiendo el ultimo escalón siento la brisa golpearme con más ímpetu.
-¡¿Frida?! -susurra una voz masculina. Abro mis ojos a la velocidad de los nervios que se activan en todo mi cuerpo.
-¡¿Isaac?! -digo mirándolo sorprendida -Perdón señor...
-Isaac esta bien Frida -¿de verdad dijo eso? No lo entiendo -¿Qué haces aquí?
-¿El mirador es suyo? -Sonríe. Si tan solo hiciera eso más a menudo fuese el hombre perfecto.
-No, pero son las tres de la mañana ¿no deberías estar durmiendo? -¡ah carajos, es verdad!
-No podía dormir, ¿Y usted?
-¿Yo qué? -frunce su ceño, se había tardado mucho en hacerlo de hecho.
-¿Usted que hace aquí? -pregunto.
-No es de su incumbencia -¿de verdad?
-Pero usted...
-Pudiste no haber respondido Frida -asiento dándole la razón y me doy la vuelta para marcharme. No lo entiendo, hace unas horas era el hombre más seductor que había conocido y ahora era un perfecto odioso.
-¿Siempre eres así de amargadito? -le digo bajando el primer escalón. No puedo estar con este hombre que me produce un no sé qué en el cuerpo con sus cambios de humor.
-No te vayas, no quiero estar solo -susurra. Me tienen que estar jodiendo y de la peor manera -Por favor -lo miro.
Volteo a mirarlo sentando en el banco, sus preciosos ojos marrones brillan con la luz de la luna, luce agotado, su camisa blanca ya no está metida perfectamente dentro su pantalón caqui e incluso está un poco arrugada, su pelo está desordenado y con todo ello se ve incluso más sexy.
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¿Qué diablos, Frida?
RomanceLa historia de amor entre una chica extrovertida y un padre soltero y amargado. ¿Qué diablos Frida? Fue lo que dijeron todos al saber que me mudaba, dejaba la gran metrópolis para empezar mi vida en un pequeño, pero acogedor pueblo, ya no quería ser...