Prólogo

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—Mamá, papá y hermano, hay algo de lo que quiero hablarles— les digo nerviosa, no se como van a tomar esta noticia, pero necesito hacerlo, necesito vivir mi vida a mi ritmo.

—¿Qué sucede hermanita?— me alienta mi hermano Freddy con una dulce sonrisa, sé que él será el más afectado en esto, bueno él y mi sobrina Aisha, pero como dije, necesito hacerlo.

—Me voy —murmuro, pero fue tan bajo que no me escucharon —Me mudo, me voy de la ciudad.

—No entiendo Frida —responde mi madre mirando a los otros dos —Creo que ninguno entendemos— sonríe tímidamente mientras yo tomo una respiración profunda, esto será más difícil de lo que pensé.

—Me voy de la cuidad, quiero explorar otras cosas, conocerme a mi misma, quiero volar mamá, me voy para San Rafael— les digo y me miran anonadados, sus miradas buscaban un poco de vacilación en la mía, algo que les indicara que era una de mis absurdas bromas, pero no, ya todo estaba listo para irme.

—¡¿Qué diablos Frida?!— Expresaron los tres al unísono, sonreí un poco por su expresión, siempre decían lo mismo. Cuando me hice mi primer tatuaje, dijeron eso, cuando me teñí el cabello, dijeron eso, cuando tuve mi primera moto, dijeron eso, ¿Qué diablos Frida?

—Mañana mismo parto a San Rafael, quiero hacer mi vida en otro lugar y allí es perfecto— me sorprende la seguridad con que hablo pero es momento de que tome las riendas de mi vida.

—¿San Rafael? ¿el pueblito?— insiste mi padre con el ceño fruncido y evito rodar los ojos, le molesta muchísimo que lo haga.

—No es un pueblito donde la gente anda a medio vestir, anda en burro o las carreteras son de tierra papá, es un pueblo pequeño pero acogedor donde empezaré mi vida.

—Espera, ¿qué va hacer una chica de veintisiete años en un pueblucho Frida? Aquí lo tienes todo a la mano, tu papá y yo te suministramos todo lo que necesitas ¿qué más quieres?— no me resisto más y ruedo mis ojos, ese el problema, no quiero seguir dependiendo de ellos, tengo una carrera e ideas brillantes que no llevo a cabo por estar pegada a los ruedos de mis padres.

—Trabajar mamá, voy al pueblo a trabajar, hacer mi vida, aprender cosas nuevas, salir de esta burbuja y forjarme un futuro yo misma— me acerco hasta ellos y reúno una mano de cada uno en las mías —Los amo, son mi familia, pero necesito  que dejen de hacer las cosas por mí, quiero aprender a defenderme sola, tropezar y levantarme por mis propios medios, necesito vivir mis propias experiencias, necesito terminar de madurar y hacerme una mujer de bien, pero aquí no puedo hacerlo, no si ustedes me dan todo en la mano, lo agradezco y mucho, pero es hora de que yo misma me dé de comer— miro detenidamente a cada uno y me detengo en mi padre quien tiene los ojos acuosos.

—Mi pequeña Frida— susurra mi padre al momento en que una lágrima cae por su mejilla, la limpio rápidamente con una delicada caricia —No te entiendo, pero te apoyo, estaré para ti en lo que necesites, aunque ya seas una mujer adulta siempre serás mi bebé y es mi deber ayudarte y proporcionarte las herramientas necesarias para que hagas tu vida, si es esto lo que necesitas cuenta conmigo— no lo aguanto más y me tiro en sus brazos, no es hasta ahora que siento como las lágrimas salen de mis ojos.

—Frida hija— me habla mi madre llorando también —Te amo, eres mi chiquita y aunque nunca pudimos conectar como quisimos, porque yo quería cosas diferentes para ti y nunca supe escucharte, en este momento también te apoyo, cuenta con nosotros hija, te amamos y queremos que seas feliz— salgo de los brazos de mi padre y me acuno en los de mamá, sus cálidos brazos que siempre me calmaron desde que era un chiquilla mocosa.

—¿No huyes por qué estas embarazada, no?— dice mi hermano ganándose un puñetazo en su hombro de mi parte —Es broma— esta vez le abrazo a él y susurra en mi oído —¿Esta embarazada Frida Canning?— río con él mientras le doy un pellizco en su panza.

—Tengo trillizos en las tripas hermanito— hace una mueca de asco mientras besa mi frente —Te amo monstruo, voy a extrañarte a ti y a tu pequeña monstruita.

—Y nosotros a ti mocosa— alborota mi cabello como cuando eramos chicos.

Con un abrazo grupal cerramos la charla, mañana sería un día difícil, me iría de la cuidad que me vio crecer, las calles que recorrí en moto, aquí se quedaban todos y cada uno de los recuerdos de mi hermosa infancia y mi loca adolescencia, pero eso no me ponía triste, me servía impulso para seguir adelante y encontrar en San Rafael, aquella mujer que quería ser.

¿Qué diablos, Frida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora