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Después de ese maravilloso domingo me he quedado más que confundida.  No se si estoy haciendo mal al querer tratar con la familia Matters después de haberme acostado con Isaac, tengo claro que no lo hago por él, Gina simplemente me cayó súper genial y ni hablar de su madre y su hija. Pero nos hemos acostado y probablemente sea incómodo para ambos, ¿estaré mal? ¿Debo cortar cualquier contacto con él? ¿Qué será de su esposa? ¿Por qué nadie habló de ella? No entiendo nada y yo no puedo parar de pensar en él que es lo peor de todo, el que sea un perfecto idiota no es suficiente para olvidar su forma de hacerme suya en mi casa.

Hace tres días que estuvimos en ese baño no puedo olvidar la forma tan salvaje de tomarme contra esa puerta, me toco sin pudor, era una falta de respeto de su parte, pero bien que me dejé, lo quería, quería más, pero eso simplemente no puede ser ¿O si puede?

—Frida —susurra Janeth trayéndome de vuelta a la oficina.

—El señor Matters está afuera y quiere verte ¿le digo que pase? —siento un balde de agua fría caer sobre mí, abro mi boca pero ni siquiera puedo balbucear —Dijo que quería hablar contigo sobre el evento —continua hablando al ver mi desconcierto.

—Dile que pase linda, gracias —digo shockeada. ¿El aquí? Miro mi ropa y todo esta perfecto. Mi blusa roja está lisa y perfectamente metida dentro del jeans claro y mis botas negras brillan de limpio. Mi cabello perfectamente peinado en un moño alto.

Por las paredes de cristal puedo verlo caminar hacia mi oficina, tiene su típico ceño fruncido y una bolsa negra en la mano, se ve muy sexy con esos pantalones caqui pegado a sus fuertes piernas que vi apenas hace algunos días en el baño.

—Pase adelante señor Matters. Bienvenido —le sonrío y él no me devuelve el gesto.

—¿Qué tal todo Frida? —en este momento me provoca decirle: señorita Canning para usted. Pero me muerdo la lengua, yo no soy odiosa como él.

—Todo excelente gracias ¿a qué debo su visita?

—Tenemos que hablar —dice mirándome extrañamente —No te quiero cerca de mi familia.

—¿Perdón? —grito estupefacta.

—Me ha escuchado perfectamente Frida —otra vez su mirada que me hace sentir chiquita delante de él ¿Ya he dicho que lo odio? ¿No? ¡LO OOODIO!

—De Emily puedo hacerlo porque es menor de edad y usted es su padre, nadie mejor que usted sabe lo que es mejor para ella, pero con respecto a su madre y su hermana se equivoca, ambas son bastante grandecitas para decidir si quieren tenerme cerca, hablarme o lo que sea.

—Pero soy yo quien vela por la estabilidad de mi familia y también sé que es lo mejor para ellas, desde luego una amistad contigo no lo es —sentencia. Me siento ofendida pero no se lo demuestro, al memos eso quiero creer.

—¿Para ellas o para ti? —contraataco y antes de que hable prosigo —No quiere que su familia se entere que se acuesta con mujeres estando casado, quiere mantener esa faceta suya de hombre perfecto cuando le es infiel a su esposa conmigo y quien sabe cuantas más —su mandíbula se tensa.

—Me estás ofendiendo... — lo corto.

—Y usted a mí, ¿o acaso el decir que tener una amistad conmigo no es bueno para ellas no es una ofensa?

—Mirate —dice molesto —Mi hija quiere tatuarse y perforarse las orejas, mi hermana fumaba como una prostituta estando con usted, no puedo aceptar esto, mi familia no puede actuar así por su culpa —Sonrío irónica.

—¿Le molesta mis tatuajes y que fume? ¿es por eso que no me quiere cerca de su familia?

—Si —contesta decidido. Vuelvo a sonreír ardida. Muy, muy ardida.

—Cuando estaba en mi casa no parecía molestarle mis tatuajes, hasta creí que le gustaban pues no paraba de lamerlos, hasta recuerdo escucharlo decir que le encantaba la pequeña flor de loto que tengo en la pelvis ¿O no? —me mira con odio, no importa y sigo —¿Y sabe algo? Pensé que tampoco le molestaba que fumara, cada mañana desde hace una semana y media que tuvimos sexo usted me mira fumar desde el local de enfrente tomando café, que por cierto se lo toma frío porque no bebe ni un sorbo mientras me admira ¿O creyó que no lo había visto?

Me mira. Lo miro. Nos matamos con la mirada. Una guerra de titanes.

—Tienes razón —susurra con un tono de voz algo extraño —me gusta la flor de loto en tu pelvis porque te ves muy sexy, te queda de maravilla en conjunto con los demás que tienes y me gusta verte fumar, es excitante ver como expulsas el humo de tu boca o como tus labios envuelven el fino filtro del cigarrillo para darle una calada —trago grueso. ¿Es loco o qué? Cómo se le ocurre decirme eso en plena discusión.

¡Maldita sea! Ya no estoy molesta, estoy excitada.

—Y también tienes razón para decir que es a mí a quien no le conviene su amistad con cualquiera de mi familia, sé como son mi madre y mi hermana y querrán verla a cada momento, la invitaran a la casa, lugar donde probablamente yo estaré.

—¿Y eso qué? —le pregunto levantando mi mentón con una seguridad que no tengo. 

—Usted es una tentación muy grande para mí —me mira. El calor de su mirada me derrite por completo sintiendo que me hago nada en el sillón de mi pequeña oficina.

—Eso es su problema no el mío —asiente —¿A qué vino?

—Tenía dos opciones Frida, la primera alejarte de mi familia haciéndote creer que eras mala influencia, pero obviamente no funcionó.

—¿Y la segunda?

—Advertirte —una sonrisa lobuna acompaña sus palabras haciendo que mi piel se erice.

—¿De qué exactamente?

—Que si quieres ser amiga de mi hermana, de mi madre y de mi hija vamos a tener que vernos más seguido, por lo que no voy aguantar el deseo que tengo de ti. No voy a poder contenerme como lo hice en el baño y vamos a terminar follando de nuevo.

—¿Y si yo no quiero? —le digo. ¡Meeeentira! ¡Sí quiero!

—Sé que si lo quieres Frida y antes de que hables de mi esposa eso a ti no debe de importarte —pone la bolsa negra en la mesa —Es para ti, estábamos en deuda.

Confusa la tomo y al abrirla veo un montón de conjuntos de ropa intima de varios colores, por el diseño y la tela sé que son Victoria Secret como el que me rompió.

—Fue uno solo que rompiste, aquí hay como diez —Sonríe.

—Hay doce.

—¿Para qué tantos?

—Te los pago por adelantado Frida Canning —susurra con un tono libidinoso.

¿Está dando por sentando que follaremos de nuevo? ¡Oh si! Mira como me mira. Con deseo.

¡Señoooooor! Pero menuda tentación pones delante de mí. Las bragas que tengo se han hecho nada ante el calor en mi coño ¿De cuál literatura erótica sacaron a este hombre?  ¡Qué caliente! !Me quemo! ¡Ardo en el fuego que me provoca!

—Yo... —¿Qué digo? ¿Qué carajos le digo?

—No digas nada, sabré que estás de acuerdo con todo esto si sigues hablando con cualquiera de mi familia —lo veo como se levanta y me deja sola, solita, sola en la oficina.

Se ido, se ha marchado, dejándome un charco enorme entre las piernas.

Sin siquiera tocarme.

Estoy perdida.

¿Qué diablos, Frida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora