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Me siento ansiosa como una cría esperando el regaño de sus padres, si, el amargadito del señor Matters me puso ansiosa con sus supuestos azotes, aunque siendo sincera no es ansiedad solamente, estoy mega excitada, excitada con todas las letras y en mayúsculas porque es enorme la excitación que tengo, muy, muy excitada.

¡Excitadísima!

Bien, estoy clara de que estoy excitada, digo nuevamente la palabra excitada y tengo un mega orgasmo aquí parada.

¡Excitada!

Genial, aparte de excitada me ha dejado loca, el señor Matters, o mejor dicho don azotes.

El chirrido de unos sexys cauchos negros, del maravilloso audi negro me sobresaltan y Dios mucho más cuando la mirada intensa del conductor se dirigen a mis botas, luego mi falda, sube un poco más hasta mis ojos y me susurra con voz ultra sexy:

—Súbase en el auto señorita Canning.

¡Diooooos! Por el Cristo Redentor de Río de Janeiro no me dejes caer.

Como todo cría que recién se ha portado mal, me dirijo a donde me han mandado con la vista gacha, de broma escucho el sonido que dejo al trancar la puerta, la mirada penetrante de Isaac me tiene aturdida, me tiene loca.

¡Me tiene excitada!

—Ay Frida —susurra libidinoso —. Espero que hayas preparado tu hermoso culo estos minutos, porque mis ganas de azotártelo han aumentado cada minuto.

Abro mi boca y no sale nada más, ni nada menos, que un sonoro gemido, se supone que soy una dama y no debería dejar que un hombre me hable de esa forma de mi trasero, pero oh Dios, acaba de decirme que mi culo es hermoso y que va azotarlo, y yo lo quiero.

Este hombre me esta convirtiendo en una víbora sexual, y me encanta.

Trato de tranquilizarme mientras vamos a casa, pero al ver que mi león salvaje tiene un bulto prominente en sus pantalones y que se salta un par de semáforos, tiro todo mi autocontrol por la borda, apenas llegamos me bajo del auto e Isaac toma mi mano para llevarme dentro. Como siempre cuando nos refugiamos en mi hogar, me pega contra la puerta y me da un beso explosivo en los labios.

Con ambas manos aferradas a mi cintura comienza a dar paso leves por la sala, sin dejar de besarme me pega contra el borde del mesón, me quiero subir sobre este pero me detiene, me mantiene firme contra el muro y antes de que pueda procesarlo me da la vuelta.

—¡Dios Frida! —Levanta mi falda y acaricia sin pudor mi nalga —Te aconsejo que te sostengas con fuerza del mesón, bonita.

Apenas logro hacerlo cuando una palmada aterriza en mi nalga. Siento un escozor que hace chillar de dolor, aprieto con fuerza la cerámica con ganas de maldecir, pero no lo hago, al instante el dolor empieza a desaparecer y mi piel late ansiosa, me gusta la sensación, me excita.

¡Oh por Dios! ¡Me excitan los azotes!

—¡Ay! —Gimo tensándome por completo cuando otro azote llega a mi otra nalga.

Sus dos manos amasan mi piel magullada, me encanta, no lo puedo negar, esto me ha puesto frenética, deseo más y él me lo da azotándome de nuevo, una, dos y tres veces más. Lo siento ponerse de rodillas y al instante su lengua recorrer mi piel caliente.

—Precioso —murmura. Abre ambas mejillas de mi trasero y tira de mi tanga.

Mi respiración se acelera al sentir la suya muy cerca de mi sexo. El aire caliente que sale de su boca acaricia mi intimidad vestida, lo siento filtrase por las fibras de la tela y eso me pone más ardiente de lo que ya estoy, inconscientemente me meneo buscando algo que alivie mi necesidad, pero Isaac dispuesto a torturarme solo pasa su dedo sobre mi tanga presionando los labios de mi vagina.

¿Qué diablos, Frida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora