—¿A dónde vamos ahora? —me pregunta Frida con una ceja levantada.
Frida Canning. Una loca chica que se me ha metido entre ceja y ceja y al parecer no quiere salir. Debemos hablar, se lo debo a ella, me lo debo a mí, pero quiero ser sincero, no puedo darle más que unos buenos momentos sexuales, necesito aclarárselo y sea lo que sea que suceda entre los dos, ella esté consciente de que no habrá sentimientos, no hablaremos de amor, nada más que puro sexo.
—Debemos hablar, te invito un café —sonríe coqueta.
Después de Emily, su sonrisa es la más hermosa.
—No quiero hablar de lo que ha pasado en una cafetería, no me sentiría cómoda.
—¿Alquilamos una habitación de hotel? Ya sabes privacidad —Hace un mohín ante mis palabras y luego suelta una sutil carcajada —Bueno podemos ir a la chocolatera y hablar en mi oficina ¿Te parece?
—Vale, vale, pero con una condición.
—¿Cuál? —da un paso más cerca de mí y susurra con un brillo especial en sus ojos.
—Que me des una visita guiada por la fábrica ¿hay trato?
Totalmente hechizado por sus gestos tomo su pequeña cintura en mi mano y hago posesión de sus labios. Saben a fresa y es por el mismo labial de ayer que me delató con Gina. Lo saboreo metiendo mi lengua en su boca bebiéndome sus suaves gemidos.
—Hay trato —le confirmo.
Con una sonrisa se pone en el casco y se monta en su motocicleta, la imito. Arranca para irnos directo a la oficina, me sorprende la facilidad con que maneja, se ven tan experta y concentrada en lo suyo que me provoca muchas cosas. Ir detrás de ella hace que el aroma que desprende su delicioso cuerpo invada mis fosas nasales, toda ella es una exquisitez. No me resisto, cuelo mis dedos por debajo de su blusa, toco los huesos de su cadera y disfruto sentir su piel erizada.
—Señor Matters, ¿quiere causar un accidente? —dice divertida mientras mi dedo juega con su ombligo.
No le digo nada, disfruto de palpar su delicada piel de porcelana, es tan blanca y suave que incita a besarla y chuparla hasta que se te seque la garganta. Por momentos deseo no ser un hombre con tanto peso, con tanto recorrido para permitirme disfrutar plenamente de esta mujer, enamorarse de Frida Canning debe ser la aventura más alocada y divertida que un hombre desearía cometer, ella es tan sexy, tan rebelde, tan atrevida, tan encantadora...
—¿Señor Matters? —dice confusa y excitada.
Mis dedos están rozando dulcemente el surco de su seno derecho, saco la mano al ver que también hemos llegado. Me he dejado llevar por mis pensamientos más morbosos sobre una mujer hasta que he perdido la consciencia de mis actos.
—Lo siento Frida —le digo al bajar de la moto.
Ella sonríe y cuando voltea a mirarme sus preciosos y turgentes pezones resaltan sobre la fina tela de gasa de su camisa.
Está caliente y excitada.
Estoy caliente y excitado.
—No soy de hierro así que controla tus manos —relamo mis labios ante la imperiosa necesidad de clavar mis dientes allí. Sinceramente en todo su cuerpo. Quiero comerla toda.
Me contengo de hacerle todo lo que quiero hacerle. En cambio poso mi brazo alrededor de su cintura y la llevo adentro de la fábrica. Le voy dando una visita guiada rápida, la llevo a donde se secan los granos de cacao, donde se procesan, se hace el chocolate y por último donde se envuelven y clasifican para ser comercializados. Le gusta lo que ve y a mí me gusta verla sonreír, pregunta todo y le voy respondiendo cada una de sus curiosidades. Para terminar con la muestra le enseño las hectáreas de matas de cacao sin adentrarnos en el terreno.
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¿Qué diablos, Frida?
RomanceLa historia de amor entre una chica extrovertida y un padre soltero y amargado. ¿Qué diablos Frida? Fue lo que dijeron todos al saber que me mudaba, dejaba la gran metrópolis para empezar mi vida en un pequeño, pero acogedor pueblo, ya no quería ser...