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Por más que miro mi teléfono la respuesta de mi pequeña no llega. Apenas llegué a la casa le he mandado un mensaje y nada, estuve con las chicas conversando, cenamos juntos, y ahora ellas se han ido a dormir, han pasado un par de horas y la respuesta de Frida no llega, sé que le llegó, sé que lo vio, pero no dijo nada. Eso me preocupa, no sé qué esté pasando con mi pequeña, tengo miedo de que esté dejando de quererme, tengo miedo de que lo nuestro no pueda ser, a pesar de lo que me prometió.

Intento llamarla, pero me quedo en eso, en el puro intento. No quiero llenarla de palabras, promesas, y cosas que sé que ella no me aceptaría. Con Frida son acciones, tengo que demostrarle nuevamente que estoy completamente enamorado de ella, y sobre todo, que con Lucile no me queda nada, solo nuestra hija, y un matrimonio próximo a disolver, ese punto aún no lo he tocado con Lucile, pero eso es lo que más quiero en estos momentos, y ella debe estar consciente de ello.

Resignado al silencio de Frida, me dirijo a la cocina para tomarme una taza de té, pongo la tetera, y un esbozo de sonrisa se me escapa en cuanto consigo la cajita con sobres de té de tila, los que tomaba Frida, según ella, este es más efectivo para relajarse que el de manzanilla, el que yo bebo, y pensando en ella, decido hacerme su té favorito.

Me lo estoy bebiendo tranquilamente cuando Lucy hace el ademan de entrar a la cocina, la veo dar la vuelta mientras susurra:

—Lo siento, no sabía que estabas aquí.

Por su voz, sé que ha estado llorando, o tiene muchas ganas de hacerlo. Me siento mal por ella, no quiero hacerla sufrir, pero me enamoré de Frida, y es algo contra lo que no puedo, ni quiero luchar.

—Espera Lucy —le llamo rápidamente, se detiene, pero no voltea a mirarme —¿Estás bien?

—Lo estaré, no te preocupes —dice escuetamente, y a sus espaldas puedo ver como limpia sus lágrimas.

Con cuidado logro darle la vuelta para abrazarla, su cabeza descansa en mi pecho y yo poso mi mentón en la coronilla de su cabeza, delicadamente mi mano sube y baja por su espalda, sé que está llorando, la humedad llega a mi camisa, pero lo único que puedo hacer por ella es consolarla porque no pienso retractarme en mis deseos.

—Lo siento Lucy —susurro. Me duele ver llorar a la mujer que un día lo fue todo para mí.

—No lo sientas, tú no has hecho nada —Con lentitud se aparta de mí, hasta poder mirarme a la cara —Pero, me duele saber que a ella te morías por besarla, y a mí me has rechazado desde que llegué. Sé que no merezco ni tu paciencia, ni tu bondad, pero, ¿ibas a besarla sabiendo que yo estaba ahí? Eso me duele Isaac.

—¿Y qué querías que hiciera? —le pregunto —Estoy enamorado de ella, verla me hace desearla, y no me puedo contener.

Bufa furiosa.

—¡Eso! ¡Ponle más sal a la herida! —dice, alzándome la voz.

—Lo siento por ti, pero no voy a disculparme, ni sentirme mal por quererla a ella —le digo del mismo modo.

—¿Y yo qué? —Sus ojos llenos de lágrimas se conectan con los míos.

No quiero herirla, jamás he querido que ella sienta el mínimo de lo que yo sentí cuando me dejó, no quiero que ella viva en la oscuridad que yo viví. La estimo por ser la madre de mi hija, y jamás haría algo para causarle dolor, pero tengo que ser sincero, por ella, por mí, pero sobre todo, por mi hermosa Frida.

—Ahora solo eres para mí, la madre de Emily —Me acerco a ella y la tomo de los hombros —Te amé, te amé demasiado Lucy, fui completamente tuyo, y también comprendí que necesitabas tiempo, comprendí que necesitabas alejarte de mí para encontrarte a ti misma, entendí los motivos por el cual decidiste marcharte, y te esperé, ocho años de mi vida esperando que volvieses, pero llegó un tiempo en el que comencé a extrañarte menos, y sin darme cuenta dejé de amarte, quise obligarme a hacerlo, y en ese momento apareció Frida en mi vida, como una luz, llenándome a mí y a Emily, me enamoré de ella —Suspiro y concluyo —Y ahora que has vuelto, tengo claro que tú representas mi pasado, y Frida, mi presente y mi futuro.

Solloza silenciosamente para luego limpiar sus lágrimas.

—¿Qué me estás queriendo decir? —responde después de un rato.

—Quiero el divorcio, Lucile. Necesito concluir mi historia contigo para continuar con Frida —Suspiro y aprieto mi agarre en ella —No te tengo rencor, ya te perdoné de corazón, y espero que puedas continuar con tu vida, que seas feliz. Eres una mujer preciosa, encantadora y fácil de amar, te mereces a un hombre que te quiera y te valore, y ese hombre ya no soy yo.

Es una lástima que lo que digo me cause un profundo alivio y a ella un profundo dolor. No baja la mirada mientras procesa lo que he dicho, de sus ojos brotan lagrimas que no se preocupa en limpiar, solo me mira, analizándose, analizándome.

—Entiendo Isaac —dice calmada, después de un par de minutos —, y de corazón también quiero que seas feliz con esa chica, eres un hombre increíble, y aunque tú me perdones, yo jamás me perdonaré haberte perdido —Ríe con un poco de dolor y me abraza —Siempre te voy a amar, y aunque estuve ocho años lejos de ti, siempre he estado enamorada de ti, creo que eso jamás cambiará, pero ahora comprendo que soy yo la que se tiene que sacrificar, no Frida, soy yo la que se tiene que apartar para que tú y Emily sean felices.

Asiento y le devuelvo el abrazo, allí está esa chica dulce que conocí hace más de veinte años. Beso su cabellera con cariño y pregunto:

—¿Qué harás con tu vida? —Sin soltarme, me mira y sonríe de medio lado.

En su mirada veo la confusión, el dolor y la resignación, piensa y medita lo que le he preguntado, sabe exactamente lo que le estoy diciendo, quiero acabar lo más pronto nuestro matrimonio para buscar a Frida, para reconquistar al amor de mi vida, y con ella aquí tratando de hacernos parecer la familia feliz no lo puedo lograr.

—Mañana temprano me iré, me hospedaré en un hotel por aquí cerca —Responde lo que quiero después de meditarlo —Frida necesita volver a su hogar, y ustedes también la necesitan —Suspira un poco a causa de su llanto ya cesado —Me quedaré un par de semanas más en el pueblo y luego volveré a la ciudad, a mi hogar.

—¡No quiero que te vayas! —grita Emily, entrando a la cocina, sorprendiéndonos ambos. Se abraza al cuerpo de Lucy y ella me suelta para devolverle el cariño —No quiero que te vayas del pueblo mami, te quiero, y no quiero quedarme sin ti otra vez.

Su sollozo hace que mis ojos se llenen de lágrimas. Emily no debería de estar sufriendo por estas cosas, son líos de adultos. Lucile se pone de rodillas sin soltar a nuestra princesa, le dice:

—Ese error no lo volveré a cometer jamás, cielo —Emily limpia sus lágrimas con cariño, su madre toma su mano y la besa —Te amo hija, y créeme que vendré a visitarte muy seguido, e incluso podrás venir conmigo a la ciudad, tengo un apartamento muy lindo, podrás decorar una habitación a tu gusto, y tendrás todo lo que tienes aquí para cuando vayas tú a visitarme.

Emily asiente con una sonrisa que se nos contagia a los dos.

—Eres una niña hermosa, y nunca me cansaré de pedirte perdón por no estar a tu lado.

—Mi mamá Frida dice que lo importante es que hayas vuelto por mí, porque yo soy tu tesoro.

—Y tu mamá Frida tiene razón —dice con lágrimas en los ojos —, eres mi tesoro y jamás voy a dejarte, no otra vez —Abrazándola, aspira el aroma de su cabello y lo besa —Tu papá y yo vamos a divorciarnos, cielo, las cosas entre nosotros no van más, y él está enamorado de Frida, van hacer felices juntos, los tres.

—¿Y tú? ¿Estarás triste?

—Para nada —responde y me mira —Seré feliz, si ustedes son completamente felices.

Tomo a Emily en los brazos a la vez que Lucile se pone de pie, nos abrazamos los tres con lágrimas en los ojos. No puedo creer que esto esté pasando, tanto pedir que volviera, estar así lo tres, y ahora que lo tengo es para despedirme, para poder ser feliz con otra mujer, y sobre todo, que eso me haga más feliz que lo siempre deseé.

Seguimos conversando la tres sobre lo que pasará luego, Lucile se encarga de dejarle claro a Emily que no va a abandonarla otra vez, y ambos le creemos, se ve arrepentida, y sé que la vida se encargará de traerle un hombre que la haga feliz, que entienda su libertad como no lo supe hacer yo cuando éramos más jóvenes.

Juntos acostamos a Emily en la cama, Lucy está dolida y yo ansioso, no puedo esperar a que amanezca para llamar a mi abogado para que me haga los papeles del divorcio, y sobre todo, para recuperar a mi pequeña, colorida y hermosa Frida.

¿Qué diablos, Frida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora