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Por suerte es viernes y ya llega el fin de semana, últimamente la chocolatera me ha dado problemas, he tenido que viajar de un lado a otro y estoy agotado, casi no he visto a Emily y menos a Frida, extraño a mis chicas, no deseo más que tenerlas para mí todo el fin de semana. Y sinceramente no sé si eso sea posible, tengo problemas con unas comercializadoras y los trabajadores quieren hacer un paro. Necesito resolver ambos problemas antes de que se empeoren las cosas.

Suspiro y miro el reloj, las ocho y cuatro de la noche. ¡Maldición! Es tarde, se me ha hecho tarde otra vez, Emily está con Frida aún, tomo todas mis cosas y ordeno un poco mi oficina antes de salir, a esta hora todos tienen rato de haberse ido a descansar, me apresuro a cerrar todo y tras avisar al vigilante que me estoy yendo, me marcho en mi audi hasta mi casa, donde están mis chicas.

Me toma diez minutos llegar ahí y en cuanto abro la puerta me reciben las dos con mucho cariño, tomo a Emily en los brazos y beso su mejilla, en cuanto veo a mi pequeña Frida no me puedo retener y le doy un beso en los labios, se sorprende, se sonroja y me encanta verla así, sé que ha sido sorpresivo, pero he deseado hacerlo desde la ultima vez que la vi.

—Papá bajame para enseñarte algo —me dice Emily emocionada.

Lo hago rápidamente y cuando la veo subir al piso de arriba tomo a Frida de la cintura y la vuelvo a besar.

—¿Cómo estuvo tu día? —pregunta acariciando mi mejilla. Tomo su mano y la beso.

—Agotador, pero verlas ha sido lo mejor ¿Y el tuyo?

Sonríe y me da un rico beso en los labios. Ha estado bien y eso me pone de mejor humor. Emily llega con su cuaderno enseñándome un examen de matemáticas, orgullosa me muestra su diez y contento la felicito.

—Frida me ha enseñado muy bien las matemáticas, ¿verdad? —Mira Frida y esta se ríe.

—Es porque eres inteligente y todo lo captas rápido pequeña.

—Es verdad —dice mi pequeña sin una pizca de humildad —Oye papá, ¿sabías que Frida se va mañana a casa de sus papás?

No. No sabía y aquello me cae como un balde de agua fría en la cabeza, ¿se va? Y yo deseando tenerla para mí.

—No sabía nada —respondo —. ¿De verdad te vas?

Me mira con un poco de tristeza y asiente. Quiero pedirle que se quede conmigo, esta noche, mañana y todo el tiempo que sea necesario, pero algo dentro de mí me hace callar, tal vez no sea lo correcto, después de todo yo le he pedido ser solo amigos con sexo y creo que esto pasaría todos los limites. Aunque cada vez odio más mi maldito pedido.

Emily bosteza cansada y eso llama nuestra atención.

—¿Podría ponerla a dormir yo? —pregunta Frida y asiento con la cebeza revuelta ante tantos sentimientos.

Me siento en el sofá después de que ellas se marchan a la habitación de Emily, cierro los ojos y me masajeo la sien, estoy realmente agotado y ahora acongojado porque no veré a mi pequeña estos día. Yo pensando en pasar estos días con ella, salir, compartir juntos como... como una familia. Porque eso es lo quiero, basta de mentir Isaac.

Ya no lo puedo evitar, la quiero, quiero a esa loca más de lo que me gustaría admitir, quiero todo con ella y solo con ella. Sé que estoy casado, pero mis sentimientos con respecto a Lucile creo que han quedado en el pasado, y para ser sincero, creo que mucho antes de que Frida llegara a mi vida, pero me aferré tanto al pasado, al dolor, y a una maldita espera, que no me di cuenta lo mucho que había avanzado sin ella, lo bien que estaba sin ella.

Sacudo mi cabeza y no indago más en los líos del corazón, me voy a volver loco tratando de entender todos los embrollos que hay en mi mente. A los pocos minutos escucho el tacón de las botas de Frida chocar suavemente contra el piso, abro mis ojos y la veo bajar por las escaleras con una dulce sonrisa, estiro mi mano para que venga hasta mí y cuando la toma, tiro de ella para sentarla en mi regazo.

¿Qué diablos, Frida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora