Chapter 5.

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Chapter 5.

La mañana pasa sin nada interesante que hacer, el trabajo este será muy cómodo, pero es un coñazo. En estos momentos hecho de menos a mi antiguo director, al menos él me mandaba a por cafés y me daba una vuelta para cotillear, pero ahora ni eso. Decido sacar las Oreos del cajón y comerme una, con tal mala suerte que cuando estoy con la mitad en la boca y la otra mitad en la mano, Niall sale del despacho, se desabrocha el botón de la americana negra y me mira.

-¿Está comiendo?.- Trago lo más rápido posible y me limpio las manos.

-Le mentiría si le digo que no.- Niega con la cabeza y pasa su mano por su frente. Sí, la verdad es que es un poco vergonzoso, pero estoy deprimida y aburrida.- Lo siento, no se volverá a repetir.

-Claro que no se va a volver a repetir, venga conmigo.- Me levanto con miedo. Adiós a mi puesto de trabajo, fue bonito mientras duró.

-Ya sé lo que va a hacer, pero podría, no sé, escribir una carta de recomendación.- Le sigo hasta su despacho donde cierra la puerta y me mira fijamente. ¡Qué manía con cerrar las puertas!.

-¿Qué piensa que voy a hacer?.- Y encima me quiere vacilar.

-Subirme el sueldo no creo.

-Señorita Bell, no la voy a despedir si es lo que cree. A no ser de que se quiera ir por su propio pie.- Respiro como nunca lo había hecho y niego con la cabeza enérgicamente.- Su despacho va a pasar a estar dentro del mío. No me apetece estar saliendo a llamarla cada vez que la necesito.

-Vale, espera, ¿qué?. ¿Por qué?. Yo quiero mi lugar de siempre.- Donde puedo hacer lo que me de la gana quiero agregar.

-¿Para comer libremente?.- Mierda. Al ver que no digo nada prosigue.- Bien. Incorpórese y traiga sus cosas.- Cuando voy a salir del despacho me dice.- Oh, y ahorrese traer las Oreos.

El resto de la mañana hasta la hora de comer paso moviendo las cosas de un lado a otro. Él parece no inmutarse hasta que sin poder mantener el equilibrio se me caen cinco archivadores lleno de facturas ordenados por años. Todo esparcido por su despacho. Desordenado. Que interesante va a ser tenerlo que colocar de nuevo. Niall levanta la mirada de su mesa.

-¿Qué hace?. ¡Por dios!. ¿Se puede ser más torpe?.- ¡Qué te den por culo! Quiero gritarle, pero en vez de eso me pongo de rodillas y empiezo a recoger todos los malditos papeles. Cuando me arrastro hasta debajo de su mesa para recoger lo que ha quedado allí, se escucha detrás de mí.- No lo haga.- Me doy tal susto que pego un brinco y me doy con la parte baja del escritorio en la cabeza. Niall gruñe.- ¡Maldita sea!. Salga, ¡salga de ahí!.

-Auch...- Me quejo en silencio.

-¿Sabe que ahora va a tener que ordenar todo esto?.

-Con el debido respeto, ¿puede callarse?. ¡Me estoy poniendo de los nervios!.- Creo que hace un esfuerzo por no reírse en mi cara, pero en ningún momento pierde las formas.

-Váyase a comer.

Durante la comida pienso miles de escusas que poner para poder irme a casa y no tener que volver a ver la cara del ''señor'', más que nada porque la vergüenza me come las entrañas. Pero finalmente decido volver y que pase lo que tenga que pasar. Cuando voy a entrar de nuevo al despacho me paro a ver el mensaje que me ha llegado.

''Em, lo siento. No podré ir a recogerte, luego te cuento. Te quiero.- Liam''

-¿No puedes esperar una semana más?. Si viene mañana no voy a poder estar allí. Ya sé que es mi responsabilidad, pero te pido por favor que esperéis una semana más. Vale, yo cambio el vuelo para la semana que viene. Ya hablamos. Gracias, adiós.- Escucho al otro lado del despacho. Eso no suena como temas de trabajo, más bien suena como problemas personales.

Paso toda la tarde trabajando, de vez en cuando miro de reojo a Niall. Sí que está bueno, sí y guapo ni te cuento. Pero es un cabronazo. Justo cuando voy a salir para mi casa miro por los grandes ventanales del despacho y me cago en todo lo cagable.

-Está lloviendo...- Levanta levemente la mirada.

-No sé de que se extraña, estamos en Londres.

-Ya...- Cojo mi bolso y abro la puerta para salir.

-Espere.- Me doy la vuelta para mirarlo.- ¿Se encuentra bien?.- Sin saber porque lo hago asiento y salgo del despacho para meterme en el salón y bajar a recepción. Salgo a la calle, donde la lluvia ya ha dejado empapada mi bici. Esto va a ser bastante interesante...

Salgo lo más pegada posible al porche, pero llega un momento en que si quiero agarrar la bici me tengo que mojar. Cojo el manillar, y la atraigo hacia mí. Joder, está chorreando...Saco un pañuelo, para quitar algo de agua del sillín para poder sentarme. Lo veo, se me van a calar hasta las bragas. Me siento intentando no apoyar mucho el culo en el sillín y cuando voy a salir a ver como me empapo mientras corro todo lo posible hacia casa, un coche se para a mi lado y bajando la ventanilla alguien me dice.

-Suba.- Entorno los ojos para poder ver a través de la lluvia. ¿Cómo ha llegado tan rápido?.

-Gracias, pero no hace falta.

-Suba, rápido. Cogerá una pulmonía y se morirá.- Viva el positivismo. Sin pensarlo mucho, porque no hay cosa más odiosa que mojarte en la lluvia, me acerco al coche con la bici y abro la parte de atrás para montarla.- No he dicho nada de que suba la bici.

-Ya, pero...si la dejo ahí, me la van a quitar.

-O la bici o usted.- Gilipollas, egoísta. Vuelvo con la bici corriendo hacia dentro y le suplico al de recepción que me la guarde, después de unas miradas extrañas accede y vuelvo corriendo a meterme en el coche.- ¿Dónde vive?.

-Calle Martha 146.- Me mira de reojo.

-¿Cuánto cobra?.- ¿Perdona?.- Quiero decir, hay animales que viven mejor que usted.

-Pare el coche.

-Pff, no.

-Pare.

-Ya le he dicho que no. ¿Qué no entiende?.

-¡Y yo he dicho que pares el puto coche!.

Mi salvación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora