El domingo por la mañana cuando me despierto, me encuentro con Niall dormido a mi lado y el corazón me da un vuelco. Nunca hasta ahora había visto a Niall dormir y es simplemente precioso. Tiene la boca entreabierta, el pelo en la frente y está tapado con el edredón hasta la barbilla como si se tratara de un bebé. Quiero apartarle el pelo de la cara y darle un beso en los labios, pero he de reconocer que no me atrevo, así que me quedo tumbada a su lado y le miro maravillada.
Lo de anoche pasó a otro límite, sus confidencias fueron...no sé ni cómo definirlas, pero gracias a ellas estoy dispuesta a mucho más. Sé que me lo contó, porque sabía que en parte yo lo necesitaba y Dios...le quiero tanto. Todo mejoró cuando me dijo que fuera con él a dormir y yo no dudé en decirle que sí ni un minuto. Hasta altas horas de la noche estuvo sollozando, y aunque quería que no lo notase, no le servía de nada. Al final se durmió con la cabeza en mi hombro, mientras yo le acariciaba el cuero cabelludo.
-Déjame de mirarme así.- Doy un brinco y me doy cuenta que Niall me mira con los ojos entrecerrados. Intento apartar la mirada de él, pero me resulta practicamente imposible.-
¿Qué pasa?.- Insiste.
-Que eres guapísimo.- Intenta reprimir una sonrisa y saca su mano para acariciarme, pero entonces rebobina, se da cuenta de lo que está haciendo, se pone serio y se levanta.
-Voy al baño.
-Vale.- Una vez ha desaparecido por la puerta del baño, me tumbo boca arriba y me tapo los ojos con las manos desesperada. Sé lo que está intentando, y no va a funcionar. No se va a librar tan fácilmente de mí, solo porque él piense que no es suficiente para mí. Sí es suficiente para mí. Él es todo lo que necesito.
Me levanto, y me pongo algo cómodo para bajar a la cocina y poder preparar el desayuno. Rebusco entre los cajones y los armarios buscando una sartén, cuando escucho que la puerta
de la calle se abre y en unos segundos se vuelve a cerrar. Me tenso por un segundo y luego me asomo casi corriendo a la puerta de la cocina para asegurarme de que no es lo que creo que es.
-Ay, ¡qué susto!.- Una mujer de unos sesenta años se encuentra en la puerta con una mano en el pecho y la otra sujentando unas bolsas que parecen pesarle.
-Lo siento, lo siento. Espere, deje que la ayude.- La cojo las bolsas y la miro esperando a qué me diga algo. Creo que ella me mira esperando lo mismo.
-Perdóname bonita, pero no me puedo creer que Niall haya traído a una chica a esta casa. De hecho no sabía ni que estaba aquí. ¿Has venido con él?.
-Sí, he venido con Niall. Vinimos ayer.- Me sigue a la cocina donde dejo las bolsas y acto seguido la tiendo la mano.- Soy Emily, encantada de conocerla.
-Margaret. Por favor, tutéame. Me haces parecer vieja.- Ríe y yo asiento avergonzada.- ¿Dónde está Nialler?. Perdón, Niall. Como sepa que le he llamado así delante de otra persona, arde Troya.- Ambas reímos.
-Está arriba duchándose. ¿Quieres desayunar algo?.
-No, gracias ya he desayunado. Pero un vaso de agua sí te voy a pedir, esta cuesta cada día se me hace más costosa.- Lleno un vaso con agua y me siento a su lado en la mesa de la cocina.
-¿Vives aquí?.
-Dos calles más abajo. Suelo venir a echar un vistazo a la casa y de vez en cuando le traigo algunas cosas. Bueno, y entre tú y yo suelo limpiar un poco, pero no se lo digas.- Sonrío y asiento.- Creí que no vendría nunca más. La última vez que vino fue hace un par de veranos con su niño y un amigo...Harry se llamaba.
-Sí, son muy buenos amigos. ¿Cómo lo conociste?.- Ríe al recordalo.
-Una noche intentado hacer la cena a su novia.- Ladea la cabeza, supongo que porque ella también sabe lo que la ocurrió.- Vino a preguntarme que cómo se encendía en horno. Al final