Chapter 8.
En el coche hay música pues en un tono muy bajo. No sé distinguir qué es exactamente, pero me recuerda bastante a una de las películas del Señor de los Anillos cuando los Hobbits hacen la fiesta.
-Es música típica irlandesa.- Me dice sin esperarlo. Oh...
-Ejem...¿usted...?.
-Soy irlandés, sí.- Asiento.- Oiga, le parece si esta noche dejamos de lado el usted.- ¡No puede ser cierto!.
-Claro, me encantaría.
-Bien. Tenemos que salir de la cena a las once. tengo otra cita muy importante.- Sin saber siquiera el porqué quiero preguntarle con quién irá y por qué irá.
-¿Me dejarás en casa?.
-Sí, a no ser de que quieras acompañarme.- Sonrío levemente y no respondo. No sé qué responder. Cambio de tema inmediatamente.
-No llevamos un regalo para el señor ese.- Sonríe.
-Ese señor es nuestro jefe. Se llama Alfred Walker. En cuanto al regalo, no quiere regalos de sus empleados.- Me mira de reojo y vuelve la vista a la carretera.- Es un hombre muy especial. Para él nosotros somos...
-¿Basura?.- Asiente levemente.
-Más o menos. Déjame a mí.- Ya me cae mal el tal Walker ese. Mi madre siempre me enseñó a que todos somos iguales, me lo marcó tanto a fuego que creo que tengo una obsesión con
las injusticias.
Cuando llegamos un hombre nos abre la puerta, Niall le deja sus llaves, el hombre se monta y se lleva el coche. Subimos unas enormes escaleras, encima son un montón y los tacones ya me están matando. ¡Necesito mi zapato plano!. Cuando llevamos menos de la mitad de las escaleras subidas, el tobillo el tobillos se me desequilibra y no me dejo los dientes en el escalón de milagro. Niall se acerca a mí y hace que enrolle mi brazo en el suyo.
-¿Demasiado para ti?.
-No me suelo subir mucho al taconazo, la verdad.
-Mira al frente y no pienses en ellos. Piensa que arriba habrá buena música y todo tipo de canapés junto con champán.- Hago lo que me dice.
-Vale, creo que ha funcionado.- Digo cuando al fin hemos dejado atrás las escaleras. Hay un patio enorme con estatuas antiguas, decorado con todo tipo de flores y alumbrado con farolillos. Al principio del patio solo hay gente hablando y camareros de aquí para allá con bandejas y más allá están las mesas donde supongo que se servirá la cena.
-Disfruta, es gratis.- ¿Se cree que no tengo dinero?. Pero en realidad, que sea gratis y pueda comer lo que quiera es un alivio.- Si te gustan esas horribles galletas oreos, te fascinará esto.
-¿Por qué parece que me conoces tanto, Horan?.- Sonríe de lado. Antes de contestar coge dos copas de champán y me pasa una.
-Porque eres como un libro abierto, Emily.- Brinda su sopa con la mía y bebe un sorbo. Acto seguido coge mi brazo y empezamos a andar entre la multitud hasta que la voz de una mujer le hace parar y yo con él.
-Niall Horan.- Aún no la he visto pero me la imagino por su voz de gata. No dice su nombre, lo canta y lo saborea.
-Kathia.- Él es duro, como casi siempre.- Mira te presento a la señorita Bell, mi secretaria.- Me doy la vuelta y le tiendo la mano que coge durante un segundo y luego la separa para volver la vista y atención a Niall. En efecto, en una gata. Lo peor es que es perfecta, tiene media melena negra como el carbón, alta y delgada pero sin perder sus curvas que van envueltas en un vestido rojo largo de seda. Tiene los ojos oscuros y una mirada, pues eso, de gata con los labios a juego pintados de rojo.
Al principio de la conversación intento prestar toda la atención posible, pero cuando veo las intenciones de Kathia con Niall me disculpo diciendo.
-Voy a ojear por ahí.- Digo. Aunque luego me doy cuenta de que al lado de la gata parezco una niña de pañal y eso me hace sentir inferior. Niall me mira y con los ojos niega.
-Pásalo bien, cielo. Nosotros lo pasaremos genial por aquí también.- ¿Tú sabes con quién estás hablando?. Sí el que iba a ser mi futuro marido no ha podido conmigo tú tampoco vas a poder pedazo de guarra. Me acerco a ella con sigilo y la susurro.
-Cuídamelo, que hay mucha víbora suelta esta noche.- Sin dejar que diga nada más me alejo de ambos con el ego bien alto, como a mí me gusta. Sonrío en mi interior. Busco en mi pequeño bolso de mano y saco un cigarrillo, no suelo fumar muy a menudo pero alguna que otra vez si lo hago. Cojo otra copa de la bandeja que llevan los camareros y me dedico a deambular por ahí.
-Ay, perdona.- Digo cuando siento que he pisado a alguien. Me doy la vuelta para mirar quién es.
-Y usted es...- Ya estamos...
-Emily Bell, secretaria de Niall Horan.
-Ya veo. Yo no he invitado a secretarias, yo he invitado a jefes.- ¡Y a mí qué me cuentas!. Analizando lo que me ha dicho, descubro que él es el señor Walker y la sangre me empieza a hervir por momentos. Justo cuando voy a contestarle, aparece Niall por detrás y le tiende la mano.
-¡Muchacho!.- Le saluda con un gran apretón.
-Señor Walker.- Creo que intenta sonreír pero se queda en un intento.- Ella es la señorita Bell.
-Lo sé, su secretaria. A la que no he invitado.- Su mirada fría hacia mí me desconcierta. Niall me manda una mirada de enfado. ¡Joder, yo aquí me siento como la peste!.
-Lo sé señor. El problema es que ya sabe que soy nuevo en Londres y estoy recibiendo un poco de ayuda por su parte. Espero que no le moleste, señor.
-Si así es, claro que no me molesta muchacho.- Le da un par de palmadas en la espalda.- Voy a seguir saludando a la gente, disfruten.- Niall me coge del antebrazo y me lleva al interior de lo que supongo que es la cocina donde preparan la cena, paramos en uno de los pasillos y me sigue mirando enfadado.
-Una pregunta. ¿Te he dado permiso para que te vayas de mi lado?.- Bueno, lo que me faltaba.
-Una pregunta. ¿Soy de tu propiedad?.
-Aquí sí.
-¡Esto es increíble!. Entonces, espera, que me pongo a cuatro patas para que me pongas la correa y el bozal.
-Esto no es una broma Emily. Aquí hay gente con la que no estás acostumbrada a tratar.- Vale, ya han empezado a tamborilearme los dedos. Me pasa cada vez que me pongo nerviosa, al principio los médicos creían que podría ser Parkinson, pero luego finalmente se descubrió que lo que tengo es un jodido tic en los dedos.
-Me voy.- Me doy la vuelta y comienzo a andar.
-¿Dónde?.- Dice detrás de mí.
-A mi pocilga de casa, a comer comida de gente pobre y tratar con gente de mi bajo nivel de vida. Adiós.- Vuelvo a salir al jardín. Jesús, estos malditos dedos no dejan de moverse.
-Espera.- Me coge de la mano que no deja de moverse y como si tuviera corriente eléctrica la vuelve a soltar.- Lo siento, no mido mis palabras. Quédate a cenar y después saldremos de aquí.
-¿Vas a volver a tratarme como si fuera basura?.
-No eres basura, Emily.
-Bien, entonces me quedo.- Bueno, por eso y porque tengo hambre.