cinco || quitadas

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*PRIMERA PARTE*

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Harry me acercó a casa. Para el momento en que terminé de darme una ducha y meterme en la cama, mi padre aún no había regresado. No sabía dónde estaba o dónde había ido, aunque no me interesaba. Necesitaba dormir. Lo sucedido con Harry esta noche no podía pasar de nuevo, nunca más. Todavía seguía teniendo su abrigo, cálido por dentro y de un suave cuero desgastado por fuera. En verdad casi que no quería devolvérselo. Olía a rosas y me encantaba, no sabía por qué. Parecía tan masculino en él; el aroma.

Cuando estaba poniéndome el pijama, volví a revisar si tenía marcas nuevas. No había ninguna, pero las otras continuaban allí. Parecían tatuajes, y comenzaban a asustarme. Tenía que alejarme de Harry cuanto antes. No sabía lo que estaba pasando, ni quería saberlo, tan sólo quería una vida normal.

La primera marca que había aparecido había cambiado un poco, como si los pétalos de la rosa estuviesen más abiertos. Aunque tampoco quería ponerme a pensar en ello, sólo quería irme a dormir.

Si tan sólo eso fuera fácil.

Había estado despierta durante más de tres horas sin poder conciliar el sueño. Y por la mañana casi me había quedado durmiendo mientras desayunaba, y había tenido que echar a correr para no perder el autobús pues no había tenido ganas de buscar las llaves de mi coche y mi padre ya se había ido (o nunca había vuelto a casa).

Primera hora. Psicología. Harry.

Le había traído su abrigo, pero no lo había lavado. Tan sólo se lo devolvería. También me había echado los auriculares y el móvil, así podíamos comenzar el trabajo sobre música con el estetoscopio del señor Hollenbeck.

Aunque hoy no era mi día. El corrector había intentado cubrir algo de los oscuros círculos instaurados debajo de mis ojos, y tampoco me había peinado, por lo que acabé haciéndome un moño desordenado. Al delinearme los ojos, la línea había salido más gruesa de la normal porque casi no podía abrir los ojos y no había tenido tiempo para arreglarlo.

La clase comenzó más tarde de lo normal. Pero aparte de eso, mantenía la misma rutina: yo tomaba apuntes, Niall continuaba pasándome notas, una chica pelirroja mascaba chicle como si fuese una cabra. Harry garabateaba en su hoja completamente vacía, sin tomar ningún apunte. Y eso me volvió a enfurecer. Seguía teniendo su chaqueta en mi regazo, pensaba dársela después, cuando dispusiésemos de tiempo libre para empezar el trabajo.

Cuando quedaban quince minutos, Harry se acercó a mi pupitre y se sentó al revés en el que había justo en frente de mí. Lo miré ceñuda, y suspiré, entregándole la chaqueta con cierta rigidez. Después, volví a clavar la mirada en mi libreta, comenzando una nueva hoja para poder apuntar cosas sobre el experimento, evitando su mirada.

Enarcó una ceja en mi dirección.

—Tan calentito como siempre, por lo que veo —habló, y su sonrisilla de satisfacción volvió a hacer acto de presencia. Se pensaba que era inteligente. Apreté la mandíbula con fuerza y deje el bolígrafo sobre el papel. Eso le hizo sonreír aún más con orgullo. Qué engreído...

—Póntelos —refunfuñé, entregándole los auriculares, y los conecté a mi móvil.

—¿Por qué? ¿Vamos a escuchar música rock? —se burló. Después, sin avisar, se hizo con mi libreta. Para mi horror, echó un vistazo a la página dónde había escrito mis observaciones sobre él—. ¿Grosero? ¿Perezoso? —me sonrió—. ¿Oloroso? —me miró ceñudo—. Creo que huelo bastante bien. ¿Arrogante? ¿Engreído? ¿Inmaduro e irritante? ¿Alto y algo atractivo para ciertas personas desde diferentes ángulos? —comenzó a reírse a carcajadas, sacudiendo la cabeza.

Wicked |h.s| ESPAÑOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora