cuatro || fuego

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Harry me condujo hacia una multitud de gente aglomerada alrededor de un creciente fuego.

—¿Qué es esto? —pregunté. Harry comenzó a reírse y giró la cabeza en mi dirección. Ahora, en la oscuridad, tanto su mandíbula como sus ojos se veían más oscuros y profundos, más intensos. En realidad, era bastante atractivo.

—¿Nunca has oído hablar de una fogata, Fall?

Apreté los dientes, reprimiendo las ganas de contestarle. Le aclaré que no salía de fiesta, ni siquiera entresemana por la noche. Me sonrió con malicia. Su altura sobrepasaba con creces la mía, aunque en verdad eso me hacía sentir a salvo, no me gustaban las multitudes. Especialmente esas que desprendían un desagradable olor a alcohol y a cigarrillos, las que al día siguiente salían en las noticias anunciando gente desaparecida o apuñalada la noche anterior.

Estaba incómoda y tenía frío.

—Será mejor que no bebas —le advertí.

Harry sacudió la cabeza y me agarró del brazo, alejándonos del tumulto de personas hasta estar delante de un intenso fuego. Ambos nos sentamos sobre un viejo tronco de madera. Eso me confundió. ¿Por qué le gustaban las fiestas lo único que hacía era sentarse? Al instante me miré el brazo, justo por donde él me había agarrado. Pero no había nada. Entonces, ¿cuál era la diferencia entre agarrarme —y guiarme—, y tan sólo tocarme? Harry pareció leerme el pensamiento. Echó una ojeada a la multitud y tiró la manga de mi sudadera hacia abajo.

—Si lo deseas, no habrá marca. Si aceptas mi tacto, entonces no ocurrirá nada. Aunque de la otra forma es más emocionante —me sonrió, pasando sus dedos por encima de la piel que contenía las marcas. El miedo se extendió por todo mi cuerpo.

—¿Quién eres, Harry? —susurré.

Me sonrió.

—No quién. —Pero no terminó la frase. Se sobreentendía; era qué. Involuntariamente me estremecí y me distancié unos centímetros de él. Harry escrutó mi rostro durante unos minutos, y después sonrió engreídamente. Y eso me asustó todavía más. Sentí cómo se me aguaban los ojos, y él pareció ablandarse un poco, a no ser que fuera por el fuego que crepitaba frente a nosotros.

—No quiero asustarte.

—Demasiado tarde —murmuré—. Estoy muerta de miedo. —Sus ojos perforaban a los míos. Me sentía incómoda y no era capaz de desviar la mirada. Le tenía miedo, pero era guapo. Tenía un tacto tan suave y dulce que no pude evitar obsesionarme con él.

Extendió un brazo, enarcando sus dejas en mi dirección. Lo miré ceñuda y negué con la cabeza. Después, desvié la mirada y me apoyé sobre él, permitiéndole colocar un brazo alrededor de mis hombros. El fuego que me brindaba su tacto era más intenso que el fuego de delante de mí.

—Harry —Mi voz sonó más chillona de lo previsto—. ¿Esto también me va a marcar?

Escrutó mi rostro detalladamente.

—¿Qué sientes?

—Fuego —susurré.

—¿Fuego bueno? —preguntó. Me sonrojé, y asentí—. Entonces no debería, si te gusta. —No había pizca alguna de arrogancia en su tono de voz, o en sus ojos. Parecía como si realmente quisiera consolarme. Cerré los ojos y me relajé contra su cuerpo. Sentí sus labios a la altura de mi oreja, pero no abrí los ojos mientras él hablaba—: Sé que estás asustada, pero te prometo que voy a conseguir que ese miedo se apacigüe. Y también te prometo que te protegeré.

Para mi sorpresa, sus palabras me calmaron más de lo que había esperado. Acabé asintiendo con la cabeza. Sentí su sonrisa, y me dio un apretón en los hombros.

Wicked |h.s| ESPAÑOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora