ocho || quemar

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| Leed la nota final, gracias. |

Viernes. Harry no había ido al instituto. Mi padre no estaba en casa, aunque me había llamado diciéndome que esta noche volvería tarde. Hoy había sido un día bastante extraño, incluso sin Harry rondando por los pasillos. No había habido más marcas, pero sí un nuevo sustituto bastante extraño.

—Autumn —me había llamado.

—Aquí —le había respondido, sintiéndome intimidada ante su penetrante mirada. Era un viejo espeluznante, encorvado, con nariz similar a la de los halcones. Cada vez que alzaba la mirada me lo había encontrado mirándome, pero Niall negaba cualquier cosa extraña sobre él, excepto el hecho de que seguramente sobrepasaba los cien años y seguía vivo. 

Más tarde, Tyler había dejado caer "accidentalmente" su plato de raviolis sobre mi camiseta. Antes de dirigirme la palabra, se había asegurado de que Harry no estuviese conmigo.

—Qué pena que tu noviecito británico no esté aquí para salvarte.

—Qué pena que la guarra de tu novia te haya dejado y por eso actúas ahora como un maldito crío —me había burlado de él. Su mandíbula se había contraído, empujándome para poder regresar a su mesa.

Tan sólo tenía deberes de Matemáticas. Algo raro también. Me senté delante del escritorio y comencé a trabajar con los auriculares en mis orejas.

A mitad de una canción de Regina Spektor, una mano golpeó mi hombro. Grité y me di la vuelta, pero me golpeé con la silla y acabé cayéndome de culo. Todavía asustada, conseguí quitarme los auriculares. Y fue entonces cuando pude ser testigo de su risa.

Harry.

 —¿Qué coño te pasa? —le grité. Me levanté y le asesté un golpe en el pecho. 

Harry me sonrió, con los brazos cruzados sobre su pecho.

—¿Qué? —Sus ojos brillaron peligrosamente.

—¿Cómo has entrado? ¡La puerta principal está cerrada! —exclamé, haciendo un gran intento por relajarme.

—Pero tu ventana, no —sonrió arrogante.

Lo miré boquiabierta.

—Puedo llamar a la policía —tartamudeé.

Harry comenzó a acercarse.

—Qué pena que no lo vayas a hacer. —Su sonrisa juguetona ocultó la amenaza en sus palabras.

—Te... odio —siseé entre dientes. Su sonrisa se hizo más grande. Harry me agarró de la muñeca y me acercó a su cuerpo. Intenté alejarme, pero me encantaba esa sensación. Le dejé que me guiara hasta mi cama, hasta acabar sentados sobre ésta—. ¿No trabajabas?

Harry jugó con una pelusilla de su chaqueta.

—No, ya no —dijo. 

Parpadeé.

—¿Por qué estás aquí? —suspiré.

—¿Me has echado de menos hoy? —evitó mi pregunta, acostándose en la cama con su cabeza sobre mi regazo y los pies sobre la cabecera. Dejé escapar un leve gruñido y tiré de uno de sus rizos, dejándolo caer después sobre su frente. Harry se humedeció los labios—. Ten cuidado o acabarás excitándome —sonrió con malicia. Puse los ojos en blanco ante su insinuación.

Era tan precioso. Me hallaba hechizada bajo esos rosáceos labios, esos brillantes ojos y sus adorables hoyuelos. Amaba que mirara de la forma en la que lo estaba haciendo desde mi regazo. Incluso quería romperle esos dientes tan perfectos.

Wicked |h.s| ESPAÑOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora