seis || enferma

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*PRIMERA PARTE*

El fuego que desprendía el tacto de Harry comenzó a disiparse a medida que abandonábamos el edificio. No podía admitir que aquella sensación me gustara, que incluso me aliviaba. Pero su calidez era algo que me hacía sentir mejor. 

Dios, escúchame. Conozco a este chico desde hace tan sólo tres días y padece un extraño problema mental que hace que me aparezcan marcas en la piel, probablemente poniéndome en peligro.

—Lo digo en serio —dije, una vez que ya estábamos dentro del coche—. No quiero tener nada que ver contigo.

—Yo también lo digo en serio. No soy tan malo, nena —sonrió con superioridad—. Pero me dio la impresión de que anoche no querías alejarte de mí.

—Lo que sucedió anoche fue un error —siseé entre dientes—. No debería haberme ido contigo —maldije para mí misma.

Harry examinó sus nudillos, agarrando con ambas manos el volante.

—Pero lo hiciste. Y te lo pasaste bien, al igual que te encantará salir conmigo de nuevo el sábado por la noche —me sonrió. Negué con la cabeza a la vez que me secaba las sudorosas manos en el pantalón. Ugh, hacía demasiado calor aquí. Pequeñas gotas de sudor se adhirieron a la piel de mi frente. Aunque Harry parecía estar en perfectas condiciones con su cazadora de cuero. Me miró ceñudo—. ¿Estás bien?

—Sí —susurré con la lengua seca. El interior del coche daba vueltas a mi alrededor, al igual que mi cabeza. Harry redujo la velocidad y colocó una mano sobre mi frente. Su tacto me alivió a malas penas el mareo y el dolor de cabeza que sentía en ese momento. Una sutil arruga tomó lugar entre sus dos cejas, mientras la preocupación se apropiaba de esos encantadores ojos color esmeralda.

—¿Cómo es posible que te has puesto mala en tan poco tiempo? —Cuestionó, mientras la ira se mezclaba con la preocupación en sus ojos—. Estás ardiendo, nena —afirmó suavemente, reduciendo su ira.

—Tú también —murmuré—. Manos de Fuego.

Me dedicó una pequeña sonrisa.

—Mira, creo que probablemente sea por lo que Za...

—Harry —suspiré, antes de que la oscuridad se apoderara de todo.

••

Al despertarme, el dolor de cabeza era tan sólo un ligero zumbido en mi interior y ya no tenía fiebre. Un preocupado Harry me observaba atentamente, regalándome una aliviada sonrisa al ver que había abandonado el mundo de los sueños, alejándose de la silla que había al lado de la cama para poder acuclillarse al lado de mí. Eché un vistazo a la habitación. Paredes en tonos grises me rodeaban, sin posters ni decoraciones, tan sólo un pequeño escritorio en una esquina con una débil lámpara iluminando la habitación. La cama era blanda, y las sábanas de color negro. Todo olía a rosas; a Harry.

—¿Estamos en tu habitación? —pregunté con la voz ronca. Él asintió—. ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

—Unas pocas horas.

—¿Cuántas?

—Siete. —Casi me ahogué con mi propia saliva al escuchar su respuesta. ¿Había estado durmiendo durante siete horas? ¿Qué mierd...? ¡Pero si había estado bien esta mañana! 

Harry me hizo una seña con la cabeza para que me moviera un poco y le dejara algo de espacio libre en la cama. En seguida volvió a taparme con las sábanas, cruzando sus piernas a la altura de los tobillos y recostando sus manos sobre su pecho. Sus ojos volvieron a estudiar con detenimiento mi rostro.

Wicked |h.s| ESPAÑOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora