tres || mentiras

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*PRIMERA PARTE*

—No —dije. Harry me sonrió con malicia—. No —volví a decir negando con la cabeza. Agarré la caja de comida de sus manos y cerré la puerta. Mis pies caminaron sin vacilación hacia la cocina para coger el dinero. Cuando regresé, aún permanecía inclinado sobre el marco de la puerta. Acto seguido, se guardó el dinero en los bolsillos delanteros.

—Hueles maravillosamente bien —confesó.

Apreté los dientes.

—Las nuevas tecnologías... las duchas —olfateé el aire. Su tan común olor a rosas era más intenso, sobrepasando el olor a tierra. Sentí cómo un calor punzante se concentraba en mi muñeca, recordándome la marca. No quería que me tocara, no después de que apareciese en mi piel.

Harry ladeó la cabeza hacia un lado.

—Cuando la gente te hace un cumplido, al menos debes ser educada, Fall —susurró. Permití a mis ojos vagar por todo su cuerpo; empezando por la curva de su torso apoyado sobre la puerta, bajando por sus generosas y largas piernas, y regresando a sus ojos. Me había estado observando todo este tiempo mientras yo me dedicaba a examinarlo. Mierda.

—Cuando la gente pide comida del sitio donde trabajas —comencé a decir—, al menos debes cobrarles la cantidad correcta.

—Esa es la cantidad correcta.

—Bueno, permaneciendo aquí ya es suficiente dinero. Regresa al trabajo —dije, cruzándome de brazos. Esos rosados labios se curvaron en una presumida sonrisa, y se cruzó también de brazos.

—Mi turno acaba de terminar. Te iba a traer esto y después tenía pensado marcharme a casa —dijo, desafiándome a que le dijese que se largara. Como no respondí, su maliciosa sonrisa se ensanchó aún más.

Cuando alzó su mano y sus dedos se enredaron alrededor de mi cabello húmedo, sentí unas enormes ganas de apartarla con un manotazo. El tacto de sus dedos sobre mi piel se sentía como el mismísimo fuego, aunque no permanecieron ahí por mucho tiempo. Sus pupilas capturaron las mías e hice un grandísimo esfuerzo por no desviar la mirada.

Harry jugó con el mechón entre sus dedos.

—Me gusta tu cabello húmedo.

—Y a mí me gusta sin dedos sucios en él. —En sus labios surcó una sonrisa de superioridad. No parecía afectado por mis palabras—. Dijiste que estabas ocupado el resto de la noche.

—Lo estoy. A no ser que me necesites, podría hacerte un hueco en mi agenda —me guiñó un ojo. No me gustaban sus ojos. Admitía que eran bonitos. Un tipo de belleza peligrosa, como una rosa con espinas. Una bonita flor, pero que si llegabas a tocarla, podías hacerte daño.

Por lo que di un paso hacia atrás.

—¿Qué vas a hacer el resto de la noche?

—Asuntos personales, amor.

Apreté la mandíbula. Ni siquiera me despedí de él, ni le respondí. Únicamente le cerré la puerta en sus narices y tiré la caja de comida a la basura. Había perdido el apetito.

••

—Mentiras, manipulación y genialidad. —La clase comenzó a cuchichear cosas entre ellos. El señor Hollenbeck nos había pedido que no copiásemos nada de lo que escribía en la pizarra.

Niall se inclinó sobre su silla.

—Dos de esas tres están relacionadas con nuestro gobierno —murmuró en voz baja. Lo golpeé por debajo de mi asiento.

—¿Señorita Yurich? ¿Algo que aportar? —Mi rostro adoptó súbitamente otro color—. Díganos cómo podemos conectar estas tres cosas, qué es lo que tienen todas en común.

Wicked |h.s| ESPAÑOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora