Wicked |h.s| ESPAÑOL

seis || enferma

| Esta parte ha sido más larga. En realidad el capítulo sexto eran tres partes, pero he decido juntar las dos últimas porque sé que muchas me lo pedís. De nuevo agradeceros por todos esos maravillosos comentarios y que os toméis la molestia de votar, lo aprecio muchísimo, de verdad. Gracias de nuevo, y disfrutad♥

Todos los créditos para WhoaLarry, escritora de la novela. |

*SEGUNDA PARTE*

Aliviada, dejé escapar un suspiro. Me relajé cuando me dejó sola en el cuarto de baño. Cuando fui a cerrar la puerta, me llevé una grata sorpresa al no ver que no había nada en el pomo de ésta.

—No hay pestillo —gritó Harry desde el pasillo. Me reí en silencio, antes de desnudarme y meterme a la ducha.

Al poco tiempo, escuché la puerta abrirse. Me puse en tensión y me aseguré de que la cortina de la ducha estuviese en su lugar.

—Vete de...

La voz de Harry se escuchó desde detrás de la cortina:

—Calma, sólo te traigo ropa para que así no tengas que salir con una toalla. A ver, no me quejaría si tuvieses intención de hacerlo, pero...

—No. Gracias. Vete.

Lo escuché reírse e imaginé esa estúpida y arrogante sonrisa, que siempre llevaba plantada en el rostro, a medida que salía del baño. Dios, me incordiaba muchísimo. Y, de nuevo, mi cuerpo entero se relajó ahora que no contaba con su presencia. Una vez que hube terminado de lavarme el pelo, me di cuenta de que no había nada en la ducha que oliese a rosas.

Me vestí con la ropa que me había prestado, enrollando una toalla alrededor de mi pelo húmedo. Segundos después de haberme colocado su camiseta negra, se volvió a abrir la puerta. Me di la vuelta, con los ojos abiertos de par en par, y me topé con el rostro de Harry.

—¿Cómo has sabido que no estaba desnuda? —quise saber, con el rostro ardiendo de enfado.

—En realidad no lo sabía —sonrió ampliamente. Lo miré ceñuda cuando me agarró suavemente de las muñecas, aproximando mi cuerpo al suyo. Me quedé mirándolo boquiabierta al ver cómo le daba la vuelta a mi muñeca con la ayuda de sus dedos. Escrutó la marca que me había dejado, mientras fruncía el ceño y pasaba su pulgar por los, ahora abiertos, pétalos de la rosa. Él no sabía lo que era.

Se me aceleró la respiración.

—Fuera, las quiero fuera —le recordé.

—Ya sé que lo quieres, pero no será esta noche. Te pusiste enferma por lo que te hizo Zayn, y no quiero ni imaginarme lo que yo podría llegar a hacerte. Tal vez... este fin de semana —dijo con cautela.

Suspiré, y asentí.

—¿Qué le sucede a la gente que no es tan... fuerte como yo? —pregunté. Todavía no sabía a lo que se refería con fuerte, pero quería saberlo.

—Cuando digo fuerte, me refiero a que posees una mente equilibrada. No te asustas o pierdes los estribos con tanta frecuencia como en realidad deberías, y además eres tolerante al dolor. Lo único que estás muy asustada como para darte cuenta. —Sus ojos deambularon desde los míos hasta mi cuerpo, echando un vistazo a su ropa. Cuando éstos se volvieron a encontrar con los míos, mis mejillas estaban ardiendo y una sonrisa comenzó a hacerse paso a través de sus labios.

—¿Qué? ¿Te recuerdo a la última chica que también llevó tu ropa? —pregunté con dureza. Su sonrisa se endureció, y frunció los labios. Me acojoné un poco, arrepintiéndome al segundo de mis palabras.