siete || disparar

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*PRIMERA PARTE*

Sería fantástico poder alardear de que, cuando tienes una pesadilla a la una de la madrugada, Harry entre a la habitación y permanezca a tu lado, meciéndote suavemente entre sus brazos. Pero cuando me desperté, gritando y alarmada, él permanecía apoyado contra al marco de la puerta con sus brazos cruzados a la altura del pecho.

Enarcó una ceja, mirándome directamente.

—¿Estás bien?

Negué con la cabeza, abrazando las rodillas contra mi pecho. Escondí la cara entre éstas.

—No dejo de tener la misma pesadilla una y otra vez. Esa maldita nube —suspiré, secándome las lágrimas con la piel de ambas rodillas. Harry parecía como si tampoco hubiese podido conciliar el sueño.

Se pasó una mano a lo largo de su mandíbula.

—¿Vas a estar bien?

—¿Puedes quedarte para hablar? —pregunté tímidamente. Suspiró, pero se acercó y se sentó en el borde de la cama. Sonreí. Eso le hizo sonreír, un poco. Aunque la ocultó, clavando la mirada en su regazo.

—¿De qué quieres hablar?

—De nada alarmante. Ni de ti, ni de tus amigos, ni de mis marcas ni nada de ese estilo. Sólo de cosas normales —dije desesperadamente, casi suplicándoselo. 

Harry dejó escapar una de sus risas.

—No soy bueno con las cosas "normales", nena —sonrió con picardía.

Me quejé, dejándome caer sobre las almohadas, exasperada. Estuve a punto de comenzar a llorar... de nuevo. Por tercera vez consecutiva. Tuve que morderme el labio y parpadear repetidas veces, pero se me escapó una lágrima y sentí cómo subía por mi frente, hasta mi pelo. Lo que ocurría cuando llorabas acostada. Genial. Quizá me diese puntos por llorar desde un ángulo chulo.

En su lugar, se arrastró hasta mi lado.

—¿Qué he hecho ahora? —preguntó con suavidad, mientras su pulgar atrapaba la lágrima y conseguía deshacerse de ella. Exhalé el aire que no sabía que había estado reteniendo, y cerré los ojos. Su mano permaneció en lo alto de mi cabeza, su pulgar acariciando la línea donde comenzaba a nacer el pelo, calmándome.

—Eres tan bipolar —susurré, dejando escapar una risa triste, más bien una lastimera—. Hay veces en las que me mimas, me abrazas, eres amable y dulce. Pero hay otras en las que eres un engreído, un arrogante, siempre sonriendo con superioridad y llamándome por esos estúpidos motes. Y no olvidemos que también eres grosero y malvado, y siempre andas malhumorado. No consigo entenderte —dije.

Harry me sonrió, acariciando mi pelo enredado.

—No puedo decidir cuál de los tres te gusta más —musitó. Sus ojos no se separaron ni un instante de los míos. Y eso me dio que pensar. ¿Cuál me gustaba más? ¿El amable y atento Harry, como el de ahora? ¿El seductor y engreído, como en el instituto? Aunque tenía clarísimo que no iba a elegir al malvado y grosero.

Lo miré ceñuda.

—¿Por qué vives solo?

—Siguiente pregunta —dijo.

Suspiré.

—¿Por qué no estabas durmiendo?

—Vuelve a intentarlo —dijo Harry, tensándose, mientras contraía su mandíbula.

—¿Por qué todo el mundo hace lo que quieres? —pregunté. Escrutó mi rostro, haciendo hincapié en cada uno de mis rasgos por billonésima vez. Aún seguía sin entender por qué hacía eso, aunque no me molestaba.

Wicked |h.s| ESPAÑOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora