treinta y uno || parte II

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Asintió con la cabeza y metí mi mano en el agua. Tenía una olla con agua del grifo en el suelo de baldosas de mi cocina, y ambos estábamos sentados alrededor de ésta con las piernas cruzadas en forma de indio. Autumn se dio cuenta de que mi aura aumentó de tamaño y comenzó a menguarse, hasta que comenzó a salir vapor de la olla y el agua empezó a hervir.

Le lancé una amplia sonrisa cuando abrió los ojos de golpe, claramente interesada. Sus ojos se habían iluminado. Bueno, habían cambiado de esa sensación de huracán a tormenta tropical, pero algo era. Me conformaba con eso.

Introduje la mano en el agua hirviendo durante un minuto y después la volví a sacar, sintiendo un hormigueo en la zona en cuestión mientras me la secaba en los pantalones. Esperé a que el agua dejase de hervir.

—Entonces, ¿cómo hago eso? —preguntó impacientemente. Al menos su voz ya no sonaba como si quisiese cortarme las pelotas de un momento a otro.

—Concéntrate, piensa en ello. Algo como: “Hey, agua, quiero que hiervas, ¿vale?” —sonreí.

Asintió con la cabeza y permaneció en silencio hasta que el agua se calmó. Los ojos grises de Autumn se quedaron clavados en los míos, y le di mi asentimiento.

Fijé mi mirada en ella, mientras el corazón me latía a mil por hora al ver cómo tímidamente metía sus dedos en el agua, para después sumergir la mano entera. Se concentró, su aura creció y se desvaneció y después volvió a crecer. Eso hizo que frunciese las cejas, formando una única línea con sus labios. Y, después de dos minutos, no sucedió nada.

Autumn suspiró y bajó sus hombros ante la derrota.

—No ha funcionado.

—Ven aquí —dije—. Tengo una idea. —Así que se deslizó por el suelo hasta tomar asiento a mi lado. Rodé los ojos y le sonreí, cogiéndola por las costillas y colocándola sobre mi regazo.

Estaba seguro que ella podía sentir los latidos de mi corazón a su espalda, pues se había echado hacia atrás hasta quedar pegada a mi cuerpo. Recostó su cabeza en mi hombro, inclinándola hacia atrás. Rodeé su cintura con mis brazos y besé suavemente la piel expuesta de su cuello. No lo suficiente como para marcarla, tan sólo un cálido beso.

Aunque funcionó; comenzaba a brillar. Cautelosamente volví a colocar su mano en el agua. Autumn permanecía con los ojos cerrados, mientras yo continuaba besándola y abrazándola. Pero pronto comenzó a besar mi mandíbula, justo debajo de mi barbilla. Era algo dulce. Era tan dulce conmigo. Lo cual era nuevo, muy nuevo.

Ni siquiera se dio cuenta de que el agua estaba hirviendo. No fue hasta que miró hacia abajo. Se veía orgullosa, y yo también lo estaba. Nunca me imaginé que podría enseñarle tales cosas. Pero me sentía orgulloso de ella, y un poquito de mí mismo.

Autumn volvió a clavar su mirada en mí.

—Entonces, ¿cómo hago esto sin ti?

Besé su nariz.

—Ahora tendrá que resultarte más fácil —prometí—. Sigue practicando. Y si no estoy contigo, llámame si me necesitas. No me necesitarás, pero de todas formas llámame —le guiñé un ojo.

Una débil sonrisa se formó en sus labios e inconscientemente sonreí, aumentando la fuerza de mi agarre alrededor de su cuerpo. Me dio unos golpecitos en la nariz y se movió un poco, para que así pudiese ver mi rostro entero.

—Eres adorable —me dijo.

—Soy un hombre —respondí.

—No, no lo eres. Eso es un término humano —argumentó.

Wicked |h.s| ESPAÑOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora