19. Miradas

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Damon escupió sobre la arena de ese circo.

—Vengo a sacarte de este antro, y resulta que no puedes irte de no ser que alguien te de una paliza, así que —Movió los hombros— Voy a arrancar...

—¿¡Dónde está!? —Eathan le atajó con un grito— ¡Sé que está aquí! ¡Llévatela! ¡Iros! ¡No quiero vuestra compasión, ni vuestra ayuda! —Damon se le plantó delante y le dio un puñetazo. Mi amigo retrocedió— ¡Vete! ¡Llévate a Eirel lejos de aquí! —Le metió otro golpe.

—No me voy a ir de aquí hasta que no te haya dado una paliza en condiciones.

—Eres un gilipollas —le ladró Eathan.

—Tu querido amor platónico usa la misma palabra —Un golpe de Damon sobre el pecho de Eathan.

—Deberías lavarte la boca antes de hablar de ella —Eathan le devolvió el golpe y le partió el labio a Damon.

—Eso está mejor —canturreó relamiéndose la gota rojiza, brillante—. ¿Qué tal sienta saber que tu padre era un traidor? —El joven enfureció y le pegó una patada en el estómago— ¿O que tu madre la haya palmado? —Golpeó de nuevo al demonio.

—¡No metas a mi familia en esto! ¡Te mataré si sigues por ese camino! ¡Déjame en paz, no te he pedido ayuda! ¡Imbécil!

Damon le dio un puñetazo en el estómago a Eathan y este se quedó unos segundos sin respiración. Luego de una patada le tiró al suelo. Mi amigo quedó tendido boca arriba. El demonio paseó a su alrededor como ese depredador que ronronea a su presa.

—Mira, a mí me da igual lo que te pase, si te mueres tendré un problema menos —Apretó el pie sobre el cuello de mi amigo—. Pero si tanto quieres a la pelirrojita, y tanto quieres protegerla, deberías salir de este pozo de mierda en el que te has metido —Eathan logró salir de debajo y ponerse en guardia de nuevo.

—No metas a Eirel en esto.

—No la meto yo, se mete solita en los líos ¿Tú no eres el que la apoya y todo eso? ¿O ahora que tu novia la loca está libre ya no te interesa Eirel? No me creo que te des por vencido...

—Déjame en paz, imbécil.

—Eirel te necesita a su lado. No tienes ni puta idea de lo que lleva aguantando durante tres putos meses, inútil —Ese golpe de Damon sobre el pecho de Eathan fue más fuerte, más duro y sentido—. Lleva meses llorando por ti, niñato de mierda. Mírate, das más pena que un gato muerto.

Yarel y Edward se plantaron a mi lado mientras Damon y Eathan estaban machacándose a golpes. Yarel intentó saltar al ring y Edward le paró.

—No es buena idea que el Rey salté a un ring de una taberna de peleas, y menos, con ellos dos dentro. A la que te despistes te dan una hostia que te mandan a dormir tres días —Me dio un codazo—. ¿Vas a negarme que esta escena es de las mejores que te vas a echar a la cara? —Lo miré atónita— ¿Qué? Ojalá esto fuera una cama y nos quedásemos solitos.

—Creo que no es momento de hablar de tus fantasías eróticas. Debemos pararles antes de que esto se ponga peor.

Tarde. Se escuchó un crujido seco y tras él un grito de dolor. Me giré temiendo lo peor. Efectivamente, Damon había reabierto la herida del hombro de Eathan y le había roto el brazo. No pude aguantar más. De un saltó me planté en medio del ring. Damon dejó caer a Eathan de rodillas, sujetándole, amenazando con arrancarle el brazo que ya de por sí tenía mal.

En ese instante, cruzamos esa mirada.

El lugar se quedó en silencio. Solo se oían murmuras de los presentes. La sangre de su brazo caía en un goteo constante contra la arena del suelo. Su pelo estaba revuelto, su barba estaba desaliñada y su cuerpo lleno de heridas, pero sus ojos, su mirada, era la misma.

ERALGIA II, Los DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora