55. Algo en mí

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—Creo que es un buen momento para irnos a descansar un poco, solo un par de horas en un lugar decente —propuso mi amigo—. Dejemos que entren los Generales y todos esos tipos que estarán pendientes de ti, y desaparezcamos por unas horas. Vamos a escondernos de todos esos que nos buscan por quienes quieren que seamos y no quienes somos...

Asentí y nos levantamos del suelo. En realidad, me dolía el cuerpo entero. Me acerqué al ataúd de mi padre y le acaricié la mano. Suspiré observándolo y cogí fuerzas de nuevo para enfrentarme al mundo. Para salir de ese lugar en el que inesperadamente había encontrado la paz. Eathan me arropó y salimos de la sala.

Al abrir de nuevo esa puerta vi el pasillo lleno de hombres. Todos ellos vestidos con corazas, bien peinados, con sus espadas, sus honores y sus medallas, toda esa parafernalia que mi padre odiaba.

Ahora iba a tener que escapar de ellos. El Capitán Röchert seguía plantado tal como lo dejé, llevaba horas ahí ese hombre. Me acerqué ligeramente a él.

—Capitán... —Se puso firme y de repente todos lo hicieron, solté una risa nerviosa y carraspeé—. Solo iba a decirle que puede usted dejar entrar a todos aquellos que quieran despedirse de mi padre, ya he abusado demasiado de mi derecho, él también tenía amigos.

—A sus órdenes, mi señor. —Miré a los hombres que había echado por la noche.

—Perdónenme —me disculpe—. La ira, la frustración y el dolor hablaron por mí anoche, sé que apreciaban a mi padre, así que, acepten mis más sinceras disculpas...

Todos asintieron. Eathan tiró de mí ligeramente. Hubo algún noble que intentó detenernos poniéndose en el camino cuando mi amigo levantó el mentón hacia ellos. Mató con una mirada fulminante a los presentes en ese pasillo y dejó que su poder hondease contra el suelo de ese lugar, haciéndolo temblar bajo sus pies levemente. Con sus ojos verdes clavados en esos hombres espetó:

—He exigido audiencia a solas con mi Guardián. Cualquiera que quiera probar mi paciencia, que me siga. Puede que termine muchos metros bajo tierra, y sin caja. —Todos formaron y nos dejaron pasar por el medio.

Me giré y vi cómo iban entrando uno tras otro a esa especie de capilla ardiente que habían preparado para mi padre. No fui consciente de la cantidad ingente de personas que querían ver a mi padre hasta que llegué a la entrada del palacio, justo al cruzar por las escaleras principales pude ver una larga fila de gente esperando. Eathan tiró de mí con fuerza y me metió en su habitación.

Capitulo 54

Me senté sobre la cama y me froté las sienes. Estaba cansada, necesitaba desconectar un poco. Me sentía levemente mejor, en verdad, pero sabía que esa sensación era frágil. En cualquier momento podía derrumbarme, por algo muy mínimo, algo simple que colmaría la gota del vaso de nuevo. No podía bajar la guardia. Eathan se quedó apoyado por un segundo en la puerta y cruzamos una mirada. Me sonrió y tras morderse los labios con ternura se sinceró:

—Admiro tu fuerza, Eirel. —Me sobresalté—. Yo, te miro y solo veo fuerza, una fuerza que arrasa con todo.

—Todos veis en mi algo que yo nunca seré capaz de ver. Mi padre lo veía, y yo no sé qué hacer para sacarlo afuera, para ser como él creía que era su hija —tartajeé rendida.

Eathan se acercó a mí, se apoyó en el respaldo de una silla y se quedó mirando a la nada.

—Tu padre una vez me dijo que tenías dos caras, una era inexperta, indecisa, tierna y un poquito idiota a ratos. —Hice una mueca y le arranqué una sonrisa—. Y luego me dijo que tenías otra que era segura, fuerte, tenaz y precisa como una flecha.

ERALGIA II, Los DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora